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Gurgeh alzó una mano. Tenía la sensación de que su chaqueta-gabardina pesaba una tonelada. Los pantalones estaban empapados.

Te creo dijo. Está bien, te creo… Pero ¿qué puedo hacer?

Ya te lo he explicado dijo la unidad, alzando la voz para hacerse oír por encima del viento que aullaba entre los árboles y las gotas de lluvia que se estrellaban contra los tallos de hierba. Habla en favor mío. Tienes mucha más influencia de lo que crees. Utilízala.

Pero yo no…

He visto tu correo, Gurgeh dijo la unidad con voz cansina. ¿No sabes lo que significa que un VGS te mande una invitación? Es lo más cerca que puede llegar Contacto a ofrecer directamente un puesto. ¿Es que nadie te ha enseñado nunca nada aparte de a ganar en los juegos? Contacto quiere que trabajes para ellos. Oh, claro, ya sé que Contacto nunca solicita oficialmente los servicios de nadie. Tienes que mandar una solicitud, y cuando ya estás dentro el proceso para seguir adelante es justamente el inverso. Si quieres entrar en CE tienes que esperar a que ellos te manden una invitación… Pero puedes estar seguro de que te necesitan. Dios santo, ¿es que no eres capaz de comprender una indirecta?

Aun suponiendo que tengas razón… ¿Qué he de hacer? ¿Quieres que me presente allí y diga «Eh, rehabiliten a esa unidad»? No seas estúpido. Ni tan siquiera sabría a quién he de acudir…

No quería decir nada sobre la noche anterior y la visita de la unidad de Contacto.

Ya han hablado contigo, ¿no? dijo Mawhrin-Skel. Hace dos noches…

Gurgeh se puso en pie y se pasó las manos por la chaqueta-gabardina para quitar los granos de arena y la tierra que se habían pegado a la tela. El viento traía consigo ráfagas de lluvia que le azotaban. La aldea de la costa y la casa de su niñez casi habían desaparecido tras los oscuros telones del aguacero que caía del cielo.

Sí, Jernau Gurgeh, te he estado vigilando dijo Mawhrin-Skel. Sé que Contacto se interesa por ti. No tengo ni idea de qué pueden querer de ti, pero te sugiero que lo averigües y aun suponiendo que no te guste el juego que te proponen… Bueno, más vale que intentes resultar convincente y que defiendas mi causa con todo el ardor de que seas capaz. Te estaré observando, y sabré si haces cuanto esté en tus manos o no. Te lo demostraré. Mira.

Una pantalla se fue desplegando delante de la unidad como una extraña flor plana y se expandió hasta formar un cuadrado que tendría unos veinticinco centímetros de arista. La pantalla se iluminó tiñendo la penumbra del aguacero con una débil claridad y mostró a Mawhrin-Skel emitiendo un cegador destello blanco sobre la mesa de piedra en casa de Hafflis. La escena estaba grabada desde arriba, probablemente desde un punto cercano a una de las nervaduras de piedra que se arqueaban sobre la terraza. Gurgeh volvió a ver como las ascuas ardían con más intensidad. Los farolillos de papel y las flores cayeron al suelo. «Oh, cielos —dijo Chamlis.¿Crees que he dicho algo que le ha molestado?» Se vio sonreír y tomar asiento delante del tablero en el que se jugaría la partida de Acabado.

La escena se desvaneció y fue sustituida por otra escena desde el mismo punto de vista. Una cama. Su cama, en el dormitorio principal de Ikroh… Gurgeh reconoció las esbeltas manos llenas de anillos de Ren Myglan rodeando su cuerpo y acariciándole la espalda. También había sonido.

—… ah, Ren, mi niña, mi bebé, amor mío…

—… Jernau…

Unidad, eres un saco de mierda dijo Gurgeh.

La escena se desvaneció y el sonido se esfumó con ella. La pantalla se dobló rápidamente sobre sí misma y volvió a quedar oculta dentro de la unidad.

Puedes estar totalmente seguro de que eso es justo lo que soy, y procura no olvidarlo, Jernau Gurgeh dijo Mawhrin-Skel. Falsificar esas pequeñas intimidades habría sido de lo más sencillo, pero tú y yo sabemos que eran reales, ¿verdad que sí? Ya te lo he dicho. Te he estado vigilando, y seguiré haciéndolo.

Gurgeh escupió un poco de sangre.

No puedes hacerme esto. Nadie puede comportarse de esta manera. No te saldrás…

¿No me saldré con la mía? Bueno, quizá no. Quizá acabe recibiendo mi justo castigo, pero lo que debes comprender es que no me importa lo que pueda ocurrir. No puedo estar peor de lo que estoy ahora, ¿verdad? Así que… Bueno, voy a intentarlo.

La unidad vibró rápidamente para quitarse el agua que le había caído encima y se envolvió en un campo esférico que disipó la humedad dejando su estructura limpia y reluciente y protegiéndola de la lluvia.

Vamos, vamos… ¿Es que no puedes entender lo que me han hecho? Condenarme a vagabundear eternamente por la Cultura sabiendo que estoy perdido y que nunca encontraré un lugar en ella…, preferiría que no me hubieran dado la existencia. Arrancaron mis garras, me extirparon los ojos y me dejaron a la deriva en un paraíso hecho para quienes no son como yo. ¿Y a eso le llaman compasión? Yo lo llamo tortura. Es una obscenidad, Gurgeh. Es un acto de barbarie, es…, es diabólico. ¿Conoces el significado de esa vieja palabra? Sí, ya veo que sí. Bueno, pues intenta imaginar lo que puedo sentir y lo que podría llegar a hacer y piensa en ello, Gurgeh. Piensa en lo que puedes hacer por mí y en lo que yo puedo hacerte.

La unidad empezó a retroceder alejándose por entre las cortinas de lluvia. Las gotas chocaban contra la curvatura del globo invisible creado por sus campos y se iban acumulando hasta crear hilillos de agua que se deslizaban sobre la superficie transparente de la esfera para acabar cayendo al suelo y desaparecer entre los tallos de hierba.

Ya tendrás noticias mías. Adiós, Gurgeh dijo Mawhrin-Skel.

La unidad salió disparada hacia el cielo envuelta en un cono gris de lluvia y viento. Gurgeh la perdió de vista en cuestión de segundos.

Permaneció inmóvil durante un rato limpiándose la arena y los tallos de hierba que se habían pegado a sus ropas empapadas. Después se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección contraria a la que había seguido hasta su encuentro con Mawhrin-Skel, avanzando lentamente entre el rugir del viento y el aguacero que caía sobre él.

Se volvió durante unos momentos hacia la casa en que había crecido, pero la tormenta que ondulaba alrededor de las dunas apenas si le dejó ver los contornos del caótico conjunto de edificios esparcidos al azar en que había transcurrido su infancia.

7

Pero, Gurgeh, ¿cuál es el problema?

¡No puedo decírtelo!

Fue hacia la pared opuesta a la ventana de la habitación principal del apartamento de Chamlis, giró sobre sí mismo y volvió a cruzar la habitación. Llegó a la ventana y se detuvo delante de ella. Sus ojos recorrieron la plaza que se extendía debajo del edificio.

La gente paseaba o estaba sentada a las mesas que había debajo de los toldos y arcadas de las galerías de piedra color verde claro que circundaban la plaza principal del pueblo. Las fuentes lanzaban sus chorros de agua hacia el cielo, los pájaros volaban de un árbol a otro y un tzile negro azabache casi tan grande como un humano adulto yacía sobre el tejado del templete/escenario/holopantalla que había en el centro de la plaza, dejando colgar una pierna por el borde de las tejas. Su tronco, cola y orejas se movían convulsivamente mientras soñaba; el sol arrancaba destellos a sus anillos, brazaletes y pendientes. Gurgeh vio como el delgado tronco de la criatura se movía perezosamente tensándose sobre sus articulaciones para extenderse por encima de su cabeza hasta rascar indolentemente la base del cuello cerca de su collar terminal. Después la probóscide negra cayó hacia atrás como si estuviera exhausta y se movió de un lado a otro durante unos segundos. Las carcajadas de quienes estaban sentados en las mesas más próximas llegaron a sus oídos. Hacía calor. Un dirigible rojo flotaba sobre las distantes colinas como una gran mancha de sangre perdida en el azul del cielo.