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Todo el mundo conocía historias (reales) de personas que se habían caído por un acantilado y cuyo grito había sido transmitido por la terminal con la rapidez suficiente para que una unidad del Cubo se conectara a la cámara de esa terminal, comprendiera lo que estaba ocurriendo y enviara un robot que había interrumpido la caída con sus campos. También había historias sobre terminales que registraron el accidente que separó la cabeza de su propietario o propietaria del cuerpo y avisaron a una unidad médica que llegó justo a tiempo para salvar al cerebro, con lo que la persona tan bruscamente desprovista de cuerpo sólo tenía el problema de encontrar formas de distraerse durante los meses que el nuevo cuerpo tardaría en estar totalmente desarrollado.

Una terminal significaba la seguridad.

Y ésa era la razón de que Gurgeh se la llevara consigo durante sus paseos más largos.

Dos días después de la visita de Worthil, Gurgeh estaba sentado en un pequeño banco de piedra cerca de donde empezaba la arboleda a unos cuantos kilómetros de Ikroh. La ascensión por el sendero le había hecho jadear. Hacía un día muy soleado y la tierra desprendía un olor muy agradable. Gurgeh usó su terminal para tomar unas cuantas fotos del panorama que se divisaba desde el pequeño claro. Junto al banco había una masa metálica cubierta de óxido, un regalo de una antigua amante a la que ya casi había olvidado. Gurgeh acababa de tomarle unas cuantas fotos cuando la terminal emitió un zumbido.

Aquí la casa, Gurgeh. Dijiste que te avisara cuando hubiese llamadas de Yay para que pudieras decidir si las aceptabas o no. Yay dice que es moderadamente urgente.

No había estado aceptando las llamadas de Yay, y la joven había intentado ponerse en contacto con él varias veces durante los últimos días. Gurgeh se encogió de hombros.

Adelante dijo.

Alzó la mano y dejó a la terminal flotando en el aire delante de su cara.

La pantalla se desplegó para revelar el rostro sonriente de Yay.

Ah, el recluso… ¿Qué tal estás, Gurgeh?

Bien.

Yay se inclinó hacia adelante acercando la cabeza unos centímetros más a su pantalla.

¿Qué es esa cosa al lado de la que estás sentado?

Gurgeh contempló el objeto metálico que había junto al banco.

Es un cañón dijo.

Eso es lo que me había parecido.

Fue un regalo de una amiga explicó Gurgeh. Estaba muy interesada en la metalurgia. Las forjas y los moldes, ya sabes… Acabó pasando de los atizadores y los morillos de chimenea a los cañones. Pensó que disparar esferas metálicas de gran tamaño a las aguas del fiordo podía parecerme divertido.

Comprendo.

Pero necesitas un tipo de pólvora de ignición muy rápida para hacerlo funcionar, y nunca encontré el momento de encargarla.

Me alegro. Lo más probable es que ese trasto hubiera estallado en mil pedazos llevándose tus sesos con él.

Sí, confieso que también pensé en esa posibilidad…

Hombre precavido, ¿eh? La sonrisa de Yay se hizo un poco más ancha. Bueno, ¿a que no lo adivinas?

¿El qué?

Me voy de crucero. Convencí a Shuro de que necesita ampliar un poco sus horizontes. Te acuerdas de Shuro, ¿no? Le conociste en la práctica de tiro.

Oh. Sí, me acuerdo de él. ¿Cuándo os vais?

Ya me he ido. Acabamos de salir del puerto de Tronze. Viajamos en el clíper Tornillo flojo. Es la última ocasión que tengo de llamarte en tiempo real y he decidido aprovecharla. El retraso significará que en el futuro tendré que conformarme con mandarte cartas.

Ah. Gurgeh empezó a desear no haber aceptado la llamada. ¿Cuánto tiempo estarás fuera?

Un mes, puede que dos. Los rasgos de Yay se fruncieron en un mohín que no borró la sonrisa. Ya veremos… Puede que Shuro se canse de mí antes. Parece que al niño le interesan más los hombres, pero estoy intentando convencerle para que cambie de campo. Siento no haberme despedido antes de partir, pero no estaré mucho tiempo fuera y…

La imagen se desvaneció. La pantalla desapareció dentro de la terminal y ésta cayó al suelo y se quedó inmóvil y silenciosa sobre las agujas de pino que cubrían el suelo del claro. Gurgeh la contempló sin moverse durante unos momentos, se inclinó y la cogió. El proceso de enrollado de la pantalla había hecho que unas cuantas agujas de pino y tallos de hierba quedaran atrapados en la ranura. Gurgeh los sacó. La terminal había dejado de funcionar. La lucecita incrustada en la base estaba apagada.

¿Y bien, Jernau Gurgeh? preguntó Mawhrin-Skel.

La unidad apareció en un extremo del claro y flotó hacia él.

Gurgeh aferró la terminal con las dos manos. Se puso en pie y siguió con los ojos a la unidad mientras avanzaba hendiendo el aire. Los rayos de sol arrancaban destellos a sus placas. Gurgeh se obligó a relajarse, guardó la terminal en un bolsillo de su chaqueta, se sentó sobre el banco y cruzó las piernas.

¿Y bien qué, Mawhrin-Skel?

Quiero saber si has tomado una decisión. La máquina se detuvo delante de su rostro. Sus campos brillaban con un leve resplandor azulado. ¿Hablarás en favor mío?

Supon que lo hago y que todo sigue igual.

Tendrás que esforzarte un poco más. Si eres lo bastante persuasivo acabarán accediendo.

Pero… ¿Y si estás equivocado y no se dejan convencer?

Entonces tendré que pensar en si hago pública esa pequeña charada tuya o no. Sería divertido, desde luego… Pero quizá decida guardármela por si puedes serme útil de alguna otra forma. Nunca se sabe, ¿verdad?

No, desde luego.

Me he enterado de que el otro día tuviste una visita.

Pensé que quizá te hubieras dado cuenta.

Parecía una máquina de Contacto.

Y lo era.

Me encantaría fingir que sé lo que te dijo, pero tuve que dejar de escuchar cuando entraste en la casa. Creí oírte decir algo sobre un viaje…

Una especie de crucero.

¿Y eso es todo?

No.

Hmmm. Voy a decirte lo que creo. Creo que querían que trabajaras para Contacto, que te convirtieras en Arbitrador o que entraras a formar parte de su departamento de planificación…, algo así. ¿Me equivoco?

Gurgeh meneó la cabeza. La unidad osciló levemente de un lado a otro, un gesto cuyo significado Gurgeh no estaba muy seguro de entender.

Ya veo. Y… ¿Aún no les has hablado de mí?

No.

Creo que deberías hacerlo. ¿No te parece?

Aún no sé si accederé a hacer lo que me han pedido. Todavía no he tomado una decisión.

¿Por qué no? ¿Qué quieren que hagas? ¿Puede compararse a la vergüenza que…?