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Haré lo que quiera hacer dijo Gurgeh y se puso en pie. Después de todo quizá sea el mejor curso de acción. Supongamos que consigo persuadir a Contacto de que vuelvan a aceptarte… Tú y tu amiga de la Cañonera diplomática seguiríais teniendo esa grabación. ¿Qué te impediría repetir el truquito del chantaje?

Ah, así que te has familiarizado con el concepto… Me preguntaba qué estabais tramando tú y el Cubo de Chiark. Bueno, Gurgeh, hazte esta pregunta: ¿qué otra cosa puedo querer de ti? Esto es lo único que quiero. Quiero que se me permita ser aquello para lo que fui creado. Cuando se me devuelva a mi estado original tendré todo lo que puedo desear. No existe ninguna otra cosa que me afecte sobre la que puedas tener el más mínimo control. Quiero luchar, Gurgeh. Me diseñaron para eso, ¿comprendes? Me concibieron para usar la habilidad, la astucia y la fuerza con el fin de ganar batallas en nombre de nuestra vieja y querida Cultura. En cuanto a ejercer control sobre los demás o tomar decisiones estratégicas… Ese tipo de poder no me interesa. El único destino que quiero controlar es el mío.

Hermosas palabras dijo Gurgeh.

Sacó la terminal de su bolsillo y la hizo girar entre los dedos. Mawhrin-Skel se la arrancó desde un par de metros de distancia, la dejó suspendida debajo de su estructura y la fue doblando lentamente por la mitad. Después volvió a doblarla hasta una cuarta parte de su tamaño original. La terminal en forma de pluma se rompió. Mawhrin-Skel estrujó los restos hasta convertirlos en una bolita de la que asomaban pequeñas aristas metálicas.

Me estoy impacientando, Jernau Gurgeh. Cuanto más deprisa piensas más despacio transcurre el tiempo, y te aseguro que pienso muy deprisa. Digamos… Cuatro días más, ¿te parece bien? Dispones de ciento veintiocho horas antes de que Cañonera reciba un mensaje mío diciéndole que te haga todavía más famoso de lo que ya eres.

Mawhrin-Skel le arrojó la terminal destrozada a la cara y Gurgeh la cogió al vuelo.

La pequeña unidad se alejó flotando hacia el extremo del claro.

Estaré esperando tu llamada dijo. Aunque necesitarás otra terminal, claro… Y ten cuidado durante el trayecto de vuelta a Ikroh. Andar por estos lugares sin ningún medio de pedir ayuda puede resultar peligroso.

* * *

¿Cinco años? dijo Chamlis con voz pensativa. Bueno, estoy de acuerdo en que parece un juego muy interesante, pero… Es mucho tiempo. ¿No te hará perder el contacto con lo que ocurra durante ese período? Gurgeh, ¿estás seguro de que lo has pensado bien? No permitas que te presionen para hacer algo de lo que luego podrías arrepentirte.

Estaban en el último sótano de Ikroh. Gurgeh había llevado a Chamlis hasta aquellas profundidades para hablarle del Azad, y antes de contarle nada le había hecho prometer que guardaría el secreto. Dejaron al robot antivigilancia que el Cubo había apostado en la casa montando guardia junto a la entrada del sótano, y Chamlis hizo cuanto estaba a su alcance para asegurarse de que no había nada ni nadie escuchándoles, y también produjo una imitación bastante buena de un campo de silencio a su alrededor. Su conversación se desarrolló con el telón de fondo sonoro de las cañerías y conductos de mantenimiento que gruñían y siseaban en la oscuridad. Las oscuras paredes de roca estaban cubiertas de gotitas de agua que las hacían relucir.

Gurgeh meneó la cabeza. No había ningún sitio donde sentarse, y el techo era tan bajo que no le permitía ponerse recto. Se quedó inmóvil con la cabeza inclinada.

Creo que voy a aceptar dijo sin mirar a Chamlis. Si lo encuentro demasiado difícil o si cambio de parecer siempre me queda el recurso de volver.

¿Demasiado difícil? repitió Chamlis. La vieja unidad parecía sorprendida. Me extraña oírte decir eso. Estoy de acuerdo en que parece un juego muy complicado, pero…

Bueno, lo importante es que siempre puedo volver dijo Gurgeh.

Chamlis guardó silencio durante unos momentos.

Sí. Sí, claro. Siempre puedes volver.

Gurgeh seguía sin estar demasiado seguro de haber tomado la decisión correcta. Había intentado pensar cuidadosamente en todo aquel embrollo aplicándole el mismo tipo de análisis frío y lógico que estaba acostumbrado a emplear en los momentos más difíciles de una partida, pero parecía incapaz de hacerlo. Era como si aquella habilidad suya sólo sirviera para los problemas lejanos y abstractos, y Gurgeh había acabado llegando a la conclusión de que no podía aplicarla a algo que estaba tan complejamente entremezclado con su propio estado emocional.

Quería alejarse de Mawhrin-Skel, pero y no le quedaba más remedio que admitirlo también se sentía muy atraído por el Azad, y no sólo por el juego. El juego seguía pareciéndole ligeramente irreal y excesivamente complicado para tomárselo en serio. No, lo que le interesaba era el imperio.

Y, naturalmente, también quería quedarse. Hasta aquella noche en Tronze su vida había sido muy agradable. Nunca se había sentido totalmente satisfecho, pero… Bueno, ¿había alguien que estuviera totalmente satisfecho de su existencia? Cuando pensaba en ella su vida le parecía casi idílica. Había perdido algunas partidas, había tenido la sensación ocasional de que otro jugador recibía una cantidad inmerecida de elogios, había deseado a Yay Meristinoux y le había molestado que Yay prefiriera la compañía de otros a la suya… Pero comparado con la amenaza que Mawhrin-Skel mantenía suspendida sobre su cabeza y con el exilio de cinco años al que se enfrentaba todo aquello parecía pequeñas molestias sin importancia.

No dijo. Meneó la cabeza sin apartar los ojos del suelo. Creo que iré.

Muy bien… Pero te repito que este comportamiento no me parece propio de ti, Gurgeh. Siempre has sido tan…, tan mesurado. Siempre has controlado la situación.

Oyéndote cualquiera pensaría que soy una máquina dijo Gurgeh con voz cansada.

No, pero eres…, eras más predecible. Eras más fácil de comprender.

Gurgeh se encogió de hombros y contempló la superficie irregular del suelo de piedra.

Chamlis dijo, soy un simple ser humano.

Mi querido amigo, eso nunca ha sido una excusa válida.

10

Tomó asiento en el vehículo subterráneo. Había ido a la universidad para visitar a la profesora Boruelal y había llevado consigo una carta lacrada escrita a mano para entregársela diciéndole que sólo debía abrirla si moría. La carta explicaba todo lo ocurrido, pedía disculpas a Olz Hap e intentaba dejar claro lo que sentía en aquellos momentos y lo que le había impulsado a cometer un acto tan terrible y estúpido…, pero al final se había marchado sin entregarle la carta. La idea de que Boruelal podía abrirla aunque sólo fuera por accidente y leerla mientras Gurgeh seguía con vida le resultaba tan aterradora que le hizo volverse atrás.

El vehículo subterráneo estaba cruzando la base de la Placa llevándole a toda velocidad hacia Ikroh. Gurgeh usó su nueva terminal para llamar a Worthil. La unidad había abandonado el Orbital después de su última visita para explorar uno de los gigantes de gas del sistema estelar, pero en cuanto recibió la llamada de Gurgeh hizo que el Cubo de Chiark la trasladara a la base subterránea. Worthil apareció de repente por la escotilla del vehículo.