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Es cosa de las montañas explicó Gurgeh.

Yay miró a su alrededor enarcando una ceja.

No me digas…

Gurgeh sonrió y deslizó una mano sobre su barba pulcramente recortada.

¿Qué tal andan los paisajes, Yay?

No quiero hablar de eso. Yay siguió observando el aguacero y volvió a menear la cabeza. Menudo clima… Apuró su bebida. No me extraña que vivas solo, Gurgeh.

Oh, eso no es culpa de la lluvia, Yay dijo Gurgeh. Es culpa mía. Aún no he encontrado a nadie que fuera capaz de aguantarme mucho tiempo.

Lo que realmente quiere decir es que sería incapaz de vivir mucho tiempo con otra persona aclaró Chamlis.

Cualquiera de las dos explicaciones me parece verosímil dijo Yay. Volvió a sentarse en el sofá, cruzó las piernas y empezó a juguetear con una de las piezas del tablero. ¿Qué opinas de la partida, Chamlis?

Has llegado a los límites probables de tu habilidad técnica, pero tu instinto sigue mejorando. Aun así, dudo que consigas vencer nunca a Gurgeh.

Eh dijo Yay, fingiendo que las palabras de la unidad habían herido su orgullo. Soy una principianta. Ya mejoraré. Hizo chocar las uñas de una mano con las de la otra y emitió un leve chasquido con la lengua. Es exactamente lo mismo que me han dicho respecto a los paisajes.

¿Estás teniendo problemas? preguntó Chamlis.

Yay dio la impresión de no haberle oído, pero acabó suspirando y se reclinó en el sofá.

Sí. Esa gilipollas de Elsrtrid y esa jodida máquina… Preashipleyl es un auténtico vejestorio. Son tan…, tan poco amantes de la aventura. Se niegan a escuchar.

¿Qué es lo que se niegan a escuchar en concreto?

¡Mis ideas! gritó Yay alzando los ojos hacia el techo. Algo distinto, algo que no fuera tan condenadamente conservador… Un poco de variedad. Soy joven y no me prestan atención.

Creía que estaban muy contentos de tu trabajo dijo Chamlis.

Gurgeh había vuelto a instalarse en su sofá. Movía el vaso lentamente haciendo girar el líquido que contenía y no apartaba los ojos de Yay.

Oh, sí, les encanta que me encargue de todo lo que no plantea problemas dijo Yay. Parecía repentinamente cansada. Una meseta o dos, un par de lagos… Pero yo estoy hablando del plan de conjunto, de cosas realmente radicales. Nos estamos limitando a construir una nueva Placa idéntica a cualquier otra de las que ya existen. Podría ser cualquiera entre un millón de Placas esparcidas por la galaxia. ¿Qué objetivo tiene eso?

¿El que la gente pueda vivir en ella? sugirió Chamlis con el campo levemente teñido de rosa.

¡La gente puede vivir en cualquier parte! dijo Yay. Se incorporó en el sofá y clavó sus brillantes ojos verdes en la unidad. Que yo sepa no hay escasez de Placas. ¡Estoy hablando de arte!

¿Qué habías planeado? preguntó Gurgeh.

¿Qué te parecerían unos campos magnéticos debajo del material de base y unas cuantas islas imantadas flotando sobre los océanos? replicó Yay. Nada de tierra corriente; sólo montones de rocas flotando a la deriva con arroyos, lagos, vegetación y unas cuantas personas intrépidas… ¿No crees que resultaría mucho más emocionante?

¿Más emocionante que qué? preguntó Gurgeh.

¡Más emocionante que esto! Meristinoux se levantó de un salto, fue hacia la ventana y golpeó suavemente el cristal con la punta de los dedos. Fíjate en lo que hay ahí fuera. Es como si estuvieras viviendo en un planeta… Mares, colinas y lluvia. ¿No preferirías vivir en una isla flotante que navega por los aires con el agua debajo?

¿Y si las islas chocan? preguntó Chamlis.

¿Qué importa el que choquen? Yay se volvió hacia el hombre y la unidad. El paisaje que se extendía al otro lado de las ventanas estaba cada vez más oscuro y la habitación aumentó levemente la intensidad de las luces. Yay se encogió de hombros. Y siempre hay formas de impedir que puedan chocar… Pero ¿no os parece una idea magnífica? ¿Qué razón hay para que una vieja y una máquina puedan impedir que la convierta en realidad?

Bueno dijo Chamlis, conozco a Preashipley y si pensara que tu idea es buena no se limitaría a ignorarla. Tiene muchísima experiencia y…

dijo Yay. Tiene demasiada experiencia.

Eso es imposible, joven dama replicó la unidad.

Yay Meristinoux tragó una honda bocanada de aire y pareció disponerse a discutir, pero acabó limitándose a extender los brazos, poner los ojos en blanco y volverse hacia la ventana.

Ya veremos dijo.

El atardecer había estado volviéndose más oscuro a cada momento que pasaba, pero de repente un chorro de sol se abrió paso por entre las nubes y la lluvia iluminando toda una punta del fiordo. Una claridad acuosa fue invadiendo lentamente la habitación y las luces de la casa volvieron a perder intensidad. El viento agitaba las copas de los árboles que goteaban agua.

Ah dijo Yay irguiendo la espalda y estirando los brazos. No hay nada de qué preocuparse. Inspeccionó el panorama que se extendía ante sus ojos con mucha atención. Qué diablos… Voy a correr un rato anunció. Fue hacia la puerta que había en el rincón de la estancia sacándose primero una bota y luego la otra. Arrojó la chaqueta sobre el respaldo de una silla y empezó a desabotonarse la blusa. Ya lo veréis. Alzó un dedo como si riñera a Gurgeh y Chamlis. Islas flotantes… Su hora ha llegado.

La unidad no dijo nada. Gurgeh puso cara de escepticismo. Yay salió de la habitación.

Chamlis flotó hacia la ventana. Observó a la chica que ahora sólo vestía unos pantalones cortos, y la vio echar a correr por el sendero que se alejaba de la casa y bajaba haciendo pendiente por entre las praderas y el bosque. Yay alzó la mano en un breve saludo sin mirar hacia atrás y se internó en el bosque. Chamlis hizo parpadear sus campos en respuesta, aunque Yay estaba demasiado lejos para ver el destello.

Es muy hermosa dijo.