Gurgeh se reclinó en el sofá.
—Me hace sentir viejo.
—Oh, no empieces a compadecerte de ti mismo —dijo Chamlis apartándose de la ventana.
Gurgeh clavó la mirada en las piedras de la chimenea.
—Estoy pasando por un momento en el que todo me parece de color gris, Chamlis. A veces pienso que he empezado a repetirme a mí mismo, que incluso los juegos nuevos son meras variaciones sobre juegos ya conocidos y que no hay nada por lo que merezca la pena seguir jugando.
—Gurgeh… —dijo Chamlis con despreocupación, e hizo algo que rara vez hacía. Se colocó sobre el sofá y fue bajando lentamente hasta que éste soportó todo su peso—. Intenta ser un poco más claro. ¿Estamos hablando de los juegos o de la vida?
Gurgeh echó hacia atrás su cabeza aureolada de rizos oscuros y se rió.
—Puede que haya acabado hartándome de los juegos —dijo mientras hacía girar una pieza tallada a mano entre sus dedos—. Solía pensar que el contexto no importaba. Un buen juego era un buen juego y la manipulación de reglas que podían traducirse sin ningún error de una sociedad a otra encerraba cierta pureza indefinible, pero últimamente he empezado a tener mis dudas. Por ejemplo, fíjate en el Despliegue. —Movió la cabeza señalando el tablero que tenía delante—. Es un juego muy reciente, ¿sabes? Un planeta atrasado lo inventó hace pocas décadas. Ahora se juega aquí y la gente hace apuestas, con lo que consiguen que sea importante. Pero… ¿con qué podemos apostar? ¿Qué objeto tendría que yo apostara… digamos que Ikroh?
—Puedo asegurarte que Yay no aceptaría esa apuesta —dijo Chamlis con un fugaz parpadeo de diversión—. No para de repetir que aquí llueve demasiado.
—Pero… ¿comprendes a qué me refiero? Si alguien quisiera una casa como ésta ya la habría hecho construir; si quisiera algo de lo que hay en la casa… —Gurgeh movió el brazo en un arco que abarcó toda la habitación—. Bueno, lo habría encargado y ya lo tendría. Si no hay dinero y no hay posesiones, una parte muy considerable del placer y el disfrute que experimentaban quienes inventaron este juego cuando se enzarzaban en sus partidas… sencillamente desaparece.
—¿Llamas placer y disfrute a perder tu casa, tus títulos, tus propiedades, puede que incluso a tus hijos y el que los demás esperen que salgas a la terraza con un arma para volarte los sesos? ¿Eso es pasárselo bien? Creo que es una suerte que nos hayamos librado de todo eso. Deseas algo que no está a tu alcance, Gurgeh. Disfrutas viviendo en la Cultura, pero la Cultura no puede proporcionarte una gama de amenazas lo bastante amplia. El auténtico jugador necesita la emoción de la pérdida potencial e incluso de la ruina, y cuando esa emoción desaparece tiene la sensación de que no está vivo del todo. —Gurgeh guardó silencio. La claridad de las llamas y el suave brillo de las luces disimuladas por toda la habitación iluminaban sus rasgos—. Cuando completaste tu nombre escogiste llamarte «Morat», pero quizá no seas el jugador perfecto… Quizá tendrías que haberte llamado «Shequi», el-que-apuesta.
—¿Quieres saber una cosa? —dijo Gurgeh muy despacio. Su voz apenas podía oírse por encima del chisporroteo de los leños que ardían en la chimenea—. La idea de jugar con esa chica… Me da un poco de miedo. —Miró a la unidad—. Sí, de veras… Me da miedo porque me gusta ganar, porque poseo algo que nadie es capaz de imitar, algo que nadie más puede tener… Soy yo mismo, y soy uno de los mejores. —Volvió a alzar los ojos rápidamente hacia la máquina, como si se sintiera un poco avergonzado—. Pero de vez en cuando me preocupo pensando que puedo perder. ¿Y si ahí fuera hay algún mocoso (especialmente si se trata de algún mocoso, alguien más joven que posea un talento natural superior al mío), que espera su ocasión y que es capaz de arrebatarme todo cuanto poseo? Eso es lo que me preocupa, y cuanto mejor juego más me preocupo porque tengo más cosas que perder.
—Eres una auténtica regresión evolutiva —dijo Chamlis—. Lo importante es jugar. Eso es lo que afirma la sabiduría ancestral, ¿verdad? Lo importante es la diversión, no la victoria. Enorgullecerse de haber derrotado a tu contrincante, necesitar tan desesperadamente ese orgullo comprado… Eso sólo demuestra que eres un ser incompleto e inadecuado y que siempre lo has sido.
Gurgeh asintió lentamente.
—Eso dicen. Eso es lo que creen todos.
—Pero… ¿tú no opinas lo mismo?
—Yo… —Gurgeh pareció tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas—. Cuando gano siento… siento un júbilo inmenso. Es mejor que el amor; es mejor que el sexo o que cualquier producto glandular. Es el único instante en que me siento… —Meneó la cabeza y apretó los labios— real. Soy yo mismo. El resto del tiempo… Siento algo parecido a lo que debe sentir esa pequeña unidad a la que nunca dejaron trabajar para Circunstancias Especiales. Siento lo mismo que Mawhrin-Skel… Es como si me hubiesen arrebatado algo que me pertenecía por derecho de nacimiento.
—Ah… ¿Ésa es la clase de afinidad que crees tener con Mawhrin-Skel? —dijo Chamlis fríamente, alterando su aura para que estuviera acorde con el tono de sus palabras—. Me preguntaba qué podías ver en esa maquinita repugnante.
—Amargura —dijo Gurgeh, y volvió a reclinarse en el sofá—. Eso es lo que veo en ella. Por lo menos la amargura tiene el atractivo de la novedad…
Se puso en pie y fue hacia la chimenea. Hurgó entre los leños con el atizador de hierro labrado, cogió las tenazas y depositó otro leño en el fuego, manipulándolo torpemente con el pesado instrumento.
—No vivimos en una edad heroica —dijo sin apartar la mirada del fuego—. El individuo se ha vuelto obsoleto. Ésa es la razón de que nuestras vidas resulten tan cómodas… No importamos, así que estamos a salvo. Ahora ya nadie puede producir un efecto real sobre los demás.
—Contacto utiliza individuos —observó Chamlis—. Infiltra a personas en sociedades más jóvenes donde tienen un efecto espectacular y decisivo sobre los destinos de meta-civilizaciones enteras. Normalmente son «mercenarios», no habitantes de la Cultura…, pero son seres humanos. Siguen siendo personas.
—Son seleccionados y utilizados igual que si fuesen piezas de un juego. No cuentan. —Gurgeh parecía impaciente. Se apartó de la chimenea y fue hacia el sofá—. Además, yo no soy uno de ellos.
—Bueno, hazte colocar en un depósito de almacenamiento y espera a que llegue una edad más heroica.
—Ya —dijo Gurgeh volviendo a sentarse—. Suponiendo que llegue alguna vez, claro… Pero creo que eso resultaría demasiado parecido al hacer trampas.
Chamlis Amalk-Ney guardó silencio y se dedicó a escuchar el sonido de la lluvia y el fuego.
—Bueno —dijo por fin—, si andas buscando novedades, Contacto es el sitio más adecuado para encontrarlas, y no hablemos ya de CE.