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Gurgeh se había informado sobre el destino que sufriría el ápice en el ahora más bien improbable caso de que fuera él y no Gurgeh quien perdiera. La castración apicial significaba la eliminación total de la vagina reversible y los ovarios. Gurgeh empezó a pensar en eso y a meditar en lo que sería de aquel juez tranquilo e imponente si perdía, y comprendió que no había tomado en consideración todas las implicaciones de la opción física. Aun suponiendo que ganara… ¿Cómo podía permanecer impasible ante la mutilación de un ser consciente? Para Bermoiya la derrota significaría el final de todo: carrera, familia…, todo. El Imperio no permitía la regeneración o sustitución de las partes corporales perdidas como consecuencia de una apuesta. La pérdida del juez sería permanente y posiblemente fatal. El suicidio era algo bastante común en tales casos. Sí, pensándolo bien quizá lo mejor para todos sería que el juez lograra derrotar a Gurgeh…

El problema estaba en que Gurgeh no quería perder. No sentía ninguna animosidad personal hacia Bermoiya, pero anhelaba desesperadamente ganar aquella partida, y la siguiente, y la que vendría a continuación. Cuando empezó a practicar el juego en el ambiente al que estaba acostumbrado Gurgeh no comprendió lo seductor que podía acabar siendo el Azad. Técnicamente hablando no había ninguna diferencia entre las partidas de ahora y las que había jugado a bordo de la Factor limitativo, pero las sensaciones que experimentaba jugando al Azad en el sitio para el que fue concebido eran totalmente distintas. Había necesitado algún tiempo para comprenderlo, pero ahora Gurgeh estaba seguro de saber cuál era la auténtica razón de que el Imperio hubiese sobrevivido gracias al juego. El Azad producía un deseo insaciable de obtener más victorias, más poder, más territorios, más control sobre todo lo que te rodeaba…

Flere-Imsaho se quedó en el módulo. Gurgeh se puso en contacto con la nave para comentar y examinar su pésima posición actual y, como ya era costumbre en ella, la nave le comunicó que veía algunas formas bastante improbables de salir bien librado, pero Gurgeh ya había dado con ellas sin su ayuda. Aun así el darse cuenta de que existían era una cosa y el llevarlas a la práctica sobre el tablero en plena partida era otra muy distinta, por lo que la nave no podía serle de gran ayuda.

Gurgeh decidió dejar de analizar el juego y le preguntó a la nave qué podía hacer para disminuir el rigor de la apuesta que había establecido con Bermoiya en el improbable supuesto de que ganara la partida y fuese el juez quien tuviera que enfrentarse al cirujano. La respuesta fue que no podía hacer nada. La apuesta ya había sido acordada y eso era todo. Ninguno de los dos podía hacer nada, aparte de seguir jugando hasta que hubiera un ganador. Si se negaban a seguir con la partida los dos sufrirían el castigo fijado para el perdedor.

Jernau Gurgeh… dijo la nave en un tono algo vacilante. Necesito saber qué quieres que haga en el caso de que las cosas vayan mal mañana.

Gurgeh bajó la vista. Había estado esperando aquella pregunta.

Quieres saber si has de venir corriendo para sacarme de aquí o si decido seguir adelante y te llamo para que me recojas después con el rabo pero muy poca cosa más entre las piernas, y espero a que lo que he perdido vuelva a crecer, ¿no? Naturalmente, todo ese proceso habrá servido para que la Cultura siga estando en las mejores relaciones posibles con el Imperio…

Gurgeh no intentó ocultar el sarcasmo que impregnaba su voz.

Más o menos dijo la nave después del retraso. El problema es que… Bueno, seguir adelante sería menos complicado, pero si te operan… Tendré que destruir tus genitales o desplazarlos. Si realizaran un análisis completo de ellos el Imperio conseguiría demasiada información sobre la Cultura.

Gurgeh estuvo a punto de echarse a reír.

¿Estás intentando decirme que mis pelotas son una especie de secreto de estado?

Efectivamente, y eso quiere decir que aun suponiendo que te sometas a la castración… En cualquiera de los dos casos el Imperio acabará bastante enfadado.

Gurgeh siguió pensando en silencio durante unos momentos después de recibir la señal. Enroscó la lengua dentro de su boca sintiendo el bultito minúsculo oculto debajo de la blandura del tejido.

Ah, a la mierda con todo dijo por fin. Quiero que sigas el desarrollo de la partida. Si me doy cuenta de que voy a perder intentaré ganar todo el tiempo posible… No sé cómo, pero ya me las arreglaré. Cuando esté claro que he empezado a utilizar tácticas dilatorias ponte en marcha, sácanos de aquí y transmite mis más sinceras disculpas a Contacto. Si consigo aguantar no hagas nada. Ya veremos qué opino mañana.

Muy bien dijo la nave.

Gurgeh se acarició la barba pensando que por lo menos le habían permitido elegir, pero se preguntó qué habría ocurrido en el caso de que no necesitaran eliminar las pruebas. Dada la situación actual el incidente diplomático parecía inevitable, pero si hubiera existido alguna forma de evitarlo… ¿Cuál habría sido la actitud de Contacto entonces? ¿Le habrían dejado escoger? No es que importara demasiado, claro, pero después de aquella conversación Gurgeh comprendió que había perdido la voluntad de ganar.

La nave tenía más noticias que comunicarle. Acababa de recibir una transmisión de Chamlis Amalk-Ney prometiendo un mensaje más largo dentro de poco tiempo, pero mientras tanto la vieja unidad se conformaba con hacerle saber que Olz Hap lo había conseguido. La joven prodigio acababa de lograr la Red Completa. Una jugadora de la Cultura había conseguido producir el resultado definitivo e insuperable en una partida de Acabado. La joven dama se había convertido en el ídolo de Chiark y de todos los jugadores de la Cultura. Chamlis ya la había felicitado en nombre de Gurgeh, pero suponía que éste desearía enviarle un mensaje propio. La unidad se despidió transmitiéndole sus mejores deseos.

Gurgeh cortó la conexión y se reclinó en su asiento. Contempló la superficie opaca de la pantalla en silencio durante unos momentos sin estar muy seguro de lo que sabía, pensaba o recordaba. Ni tan siquiera estaba muy seguro de lo que era. Una sonrisa melancólica aleteó durante una fracción de segundo en una de las comisuras de sus labios y se esfumó.

Flere-Imsaho acababa de aparecer encima de su hombro.

Jernau Gurgeh… ¿Estás cansado?

Gurgeh necesitó unos momentos para salir de su aturdimiento y acabó volviéndose hacia la diminuta unidad.

¿Qué? Sí, un poco. Se puso en pie y se estiró. Pero creo que me costará bastante conciliar el sueño.

Sí, ya me lo había imaginado. He pensado que quizá te gustaría acompañarme.

¿Para qué? ¿Para ver pájaros? No, unidad, no lo creo. Gracias de todos modos.

Bueno, la verdad es que no estaba pensando en nuestros amigos cubiertos de plumas. Cuando salgo por las noches no siempre voy a observarles. A veces visito otras partes de la ciudad. Al principio me dedicaba a vagabundear porque quería averiguar qué especies de pájaros hay en cada zona, pero a medida que pasaba el tiempo empecé a ir un poco por todas partes porque… Bueno, porque sí.