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Gurgeh puso cara de preocupación.

Cielos, unidad dijo en eaquico. ¿Qué te ocurre? ¿Algún trastorno repentino del habla?

Gurgeh… siseó la unidad, y dejó caer sobre la cama unas cuantas prendas que el Imperio consideraba aceptables para una cena formal.

Gurgeh giró sobre sí mismo y sonrió.

Quizá sólo quieran matarme.

Me pregunto si aceptarían ayuda.

Gurgeh rió y fue hacia las prendas que la unidad había desplegado sobre la cama.

No te preocupes. Todo irá bien.

Si tú lo dices. Pero aquí ni tan siquiera contamos con la protección del módulo, y en cuanto a la nave… En fin, será mejor que no nos preocupemos pensando en lo que puede ocurrir.

Gurgeh cogió un par de prendas parecidas a túnicas y las sostuvo delante de su cuerpo sujetándolas con el mentón mientras las observaba con expresión pensativa.

No estoy preocupado dijo.

La unidad no pudo contenerse por más tiempo:

¡Oh, Jernau Gurgeh! gritó con voz exasperada. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? ¡No puedes combinar el rojo con el verde!

* * *

¿Le gusta la música, señor Gurgeh? preguntó Hamin inclinándose sobre él.

Gurgeh asintió.

Bueno… Un poquito de música nunca hace daño.

Hamin se reclinó en su asiento, aparentemente satisfecho con la respuesta. Volvían a estar en el gran jardín del tejado. La cena había sido una ceremonia larga, complicada y un tanto excesiva para el estómago que había incluido hembras desnudas bailando en el centro del comedor, y si había que creer en los anillos de Gurgeh nadie había intentado añadir ninguna sustancia extraña a su comida. Ya había oscurecido y los comensales estaban sentados disfrutando de la cálida atmósfera nocturna mientras escuchaban la música quejumbrosa producida por un grupo de ápices. Unas pasarelas de líneas elegantes y delicadas llevaban desde el jardín hasta las imponentes siluetas de los árboles.

Gurgeh compartía una mesita con Hamin y Olos. Flere-Imsaho estaba junto a sus pies. Las lámparas brillaban en los árboles que se alzaban a su alrededor. El jardín del tejado era una isla de luz perdida en la noche rodeada por los gritos con que los pájaros y animales parecían responder a la música.

Señor Gurgeh, me estaba preguntando si… ¿Alguna de nuestras danzarinas le ha parecido especialmente atractiva? dijo Hamin tomando un sorbo de su bebida y encendiendo una pipa muy larga que terminaba en una cazoleta minúscula. Hamin dio una calada y siguió hablando mientras el humo se enroscaba alrededor de su cabeza. Se lo pregunto porque una de ellas la de la mecha plateada, ¿la recuerda?, expresó un considerable interés por su persona. Lamentaría mucho que… Bueno, espero no estarle escandalizando, señor Gurgeh. ¿Le he escandalizado?

En absoluto.

Bien, sólo deseaba dejar claro que se encuentra entre amigos. Ha demostrado más que sobradamente de lo que es capaz en el juego y nos hallamos en un sitio muy íntimo y alejado de los ojos de la prensa y la gente corriente que, naturalmente, necesita regirse por reglas estrictas y más bien toscas… Reglas de las que nosotros podemos prescindir. ¿Comprende a qué me refiero? Puede relajarse con toda tranquilidad y sin temor a indiscreciones.

Se lo agradezco. Le aseguro que intentaré relajarme, pero antes de venir aquí me dijeron que su especie me encontraría desagradable… quizá incluso desfigurado. Su amable bondad me abruma, pero preferiría no imponer mi presencia a alguna persona que estuviera obligada a soportarla por factores que escapan a su control.

Ah, Jernau Gurgeh… Está cometiendo un nuevo exceso de modestia dijo Olos y sonrió.

Hamin asintió y dio otra calada a su pipa.

Verá, señor Gurgeh, he oído decir que su «Cultura» carece de reglas. Estoy seguro de que es una exageración, pero debe haber una parte de verdad en ello, y me imagino que nuestras leyes y la rigidez con que son observadas debe… Bueno, supongo que nuestra sociedad debe parecerle muy distinta a la suya.

»Tenemos muchas reglas y tratamos de vivir según las leyes de Dios, el Juego y el Imperio. Pero una de las ventajas de tener leyes es el considerable placer que se puede obtener quebrantándolas. No somos niños, señor Gurgeh. Hamin movió la pipa señalando las mesas que les rodeaban. Las reglas y las leyes existen por la única razón de que nos gusta hacer todo aquello que prohíben, pero basta con que la mayoría de personas obedezcan esas prescripciones la mayor parte del tiempo para que las leyes hayan cumplido su función. La obediencia ciega significaría que somos… ¡Ja! Hamin dejó escapar una risita y señaló a la unidad con la pipa. ¡Significaría que somos meros robots!

El zumbido de Flere-Imsaho se hizo un poco más fuerte, pero sólo durante unos segundos.

Hubo un silencio. Gurgeh tomó un sorbo de su bebida.

Olos y Hamin intercambiaron una rápida mirada.

Seamos francos, Jernau Gurgeh dijo Olos por fin haciendo girar el vaso entre los dedos. Su presencia está empezando a resultarnos bastante molesta. Ha jugado mucho mejor de lo que esperábamos. No creíamos que se nos pudiera engañar con tanta facilidad, pero parece que usted lo ha conseguido. Le felicito por el truco que haya empleado, sea el que sea, tanto si se trata de sus glándulas productoras de drogas, la máquina que tiene a los pies o, sencillamente, haber estado jugando al Azad mucho más tiempo del que admite. Ha sido más listo que nosotros, y estamos realmente impresionados. Lo único que lamento es el daño sufrido por personas inocentes, como Lo Prinest Bermoiya o esos mirones que recibieron las balas destinadas a usted. No queremos que siga jugando, cosa que indudablemente ya se habrá imaginado. El Departamento Imperial no tiene nada que ver con el Departamento del Juego, por lo que hay muy poca cosa que podamos hacer al respecto. Aun así, tenemos una sugerencia.

¿Y en qué consiste esa sugerencia?

Gurgeh tomó otro sorbo de su bebida.

Guarda relación con lo que le estaba diciendo hace unos momentos. Hamin alzó la pipa y apuntó con ella a Gurgeh. Tenemos muchas leyes y, por lo tanto, tenemos muchos crímenes y delitos. Algunos de ellos son de naturaleza sexual, ¿comprende? Gurgeh clavó los ojos en su bebida y Hamin siguió hablando. No creo que deba insistir en el hecho de que nuestra fisiología hace que resultemos un poco… especiales en ese aspecto. De hecho, casi siento la tentación de afirmar que es una faceta del crimen en la que estamos especialmente dotados por la naturaleza, y aparte de eso en nuestra sociedad es posible controlar a las personas. Existen medios para conseguir que una o varias personas hagan cosas que quizá no deseen hacer. Podemos ofrecerle la clase de experiencias que usted mismo ha admitido resultarían imposibles en su mundo. El viejo ápice se inclinó hacia Gurgeh y bajó el tono de voz. ¿Puede imaginarse lo que sería poseer a varias hembras y machos…, incluso a varios ápices, si lo desea…, y obligarles a hacer cualquier cosa que se le pase por la cabeza?