También se dio cuenta de que los dos almirantes habían llegado a un acuerdo de cooperación no oficial, lo cual no tenía nada de sorprendente. Sus fuerzas combinadas eran superiores a las de los otros tres.
Y, en cierta forma, fue precisamente la debilidad de Gurgeh lo que le salvó. Calculó sus movimientos para que no valiese la pena atacarle durante el mayor tiempo posible, y dejó que los otros cuatro fuesen luchando entre ellos. Atacó a los dos almirantes cuando sus efectivos se volvieron lo bastante numerosos para darles alguna posibilidad de controlar todo el tablero, pero escogió cuidadosamente el momento en que eran más vulnerables a su pequeña fuerza que a las bastante más temibles del general y el ministro.
La partida se mantuvo indecisa durante mucho tiempo, pero Gurgeh consiguió ir fortaleciendo gradualmente su posición y aunque fue el primer jugador eliminado del tablero había logrado acumular los puntos suficientes para tener la seguridad de que jugaría en el siguiente tablero. Tres miembros del equipo de cinco original acabaron quedando tan malparados que se vieron obligados a abandonar la competición.
El error que había cometido en el primer tablero le dejó tan debilitado que Gurgeh nunca logró recuperarse del todo, y no hizo muy buen papel en el Tablero de la Forma. Empezaba a tener la impresión de que el Imperio no necesitaría recurrir a la mentira de que le habían eliminado en la primera tanda.
Seguía hablando con la Factor limitativo usando a Flere-Imsaho como transmisor y a la pantalla de juegos que había en sus aposentos para ver las partidas.
Aparte de eso, tenía la sensación de que estaba empezando a adaptarse a la gravedad. Flere-Imsaho tuvo que recordarle que era una respuesta incluida en sus genes manipulados. El grosor de sus huesos estaba aumentando rápidamente y su musculatura se había expandido sin necesidad de que Gurgeh hiciera ningún ejercicio físico suplementario.
—¿No te habías dado cuenta de que te estabas volviendo más corpulento? —preguntó la unidad con voz algo exasperada mientras Gurgeh observaba su cuerpo en el espejo de la habitación.
Gurgeh meneó la cabeza.
—Creía que estaba comiendo demasiado.
—Muy observador por tu parte. Me pregunto qué otras cosas puedes hacer de las que no tienes ni la más mínima idea… ¿Es que no te enseñaron nada sobre tu propia biología?
El hombre se encogió de hombros.
—Si lo hicieron se me ha olvidado.
También se fue adaptando al corto ciclo día-noche del planeta, y si las continuas quejas que llegaban a sus oídos podían ser creídas su proceso de adaptación fue mucho más rápido que el de los demás. La unidad le dijo que la inmensa mayoría de jugadores estaban utilizando drogas para adaptarse a las nuevas jornadas de Ecronedal, que sólo duraban tres cuartas partes de un día promedio.
—¿Otra vez la manipulación genética? —le preguntó una mañana Gurgeh mientras desayunaba.
—Sí. Naturalmente.
—No sabía que pudiéramos hacer todas esas cosas.
—Está claro que no lo sabías —dijo la unidad—. Hombre, por todos los… La Cultura lleva once mil años viajando por el espacio. El que la mayoría de vosotros os hayáis instalado en ambientes idealizados hechos a medida no quiere decir que hayáis perdido vuestra capacidad de adaptación rápida a los cambios. Fuerza en la profundidad, redundancia, exceso de diseño… Ya conoces la filosofía de la Cultura, ¿no?
Gurgeh contempló a la máquina con el ceño fruncido. Movió la mano en un arco que abarcó las paredes de la habitación y terminó en una de sus orejas.
Flere-Imsaho osciló de un lado a otro en el encogimiento de hombros típico de la unidad.
La partida en el Tablero de la Forma terminó con Gurgeh en el quinto lugar de la clasificación. Empezó a jugar en el Tablero del Cambio sin ninguna esperanza de ganar, pero con una pequeña posibilidad de pasar a la ronda siguiente como Clasificado. Hacia el final de la partida estuvo realmente inspirado. Su familiaridad con el último de los tres tableros principales había llegado a ser tan grande que tenía la sensación de moverse en un terreno conocido donde no había secretos, y disfrutaba utilizando el simbolismo elemental que sustituía al emparejamiento y las tiradas de dados empleadas durante las fases anteriores. Gurgeh estaba convencido de que los azadianos no sabían moverse demasiado bien en el Tablero del Cambio. El Imperio no parecía comprenderlo y le prestaba muy poca atención.
Y lo consiguió. Uno de los almirantes ganó la partida y Gurgeh logró pasar a la ronda siguiente como Clasificado. El margen entre él y el otro almirante fue de un solo punto: 5.523 contra 5.522. Había estado a punto de quedar eliminado, y la única situación más apurada que se le ocurría era un empate con partida eliminatoria, pero cuando pensó en ello después comprendió que jamás había dudado de que conseguiría pasar a la ronda siguiente.
—Has estado peligrosamente cerca de empezar a decir tonterías sobre el destino, Jernau Gurgeh —comentó la unidad cuando Gurgeh intentó explicárselo.
Gurgeh estaba sentado en su habitación con la mano sobre la mesa que tenía delante y la unidad intentaba quitarle el brazalete Orbital de la muñeca. Gurgeh ya no podía pasárselo por la mano, y la expansión de su musculatura hacía que le apretara demasiado.
—El destino —dijo Gurgeh, y puso cara pensativa. Asintió con la cabeza—. Sí, supongo que es una sensación bastante parecida.
—¿Y qué vendrá a continuación? —exclamó la máquina mientras utilizaba un campo para cortar el brazalete—. ¿Dios? ¿Fantasmas? ¿El viaje temporal?
La unidad apartó el brazalete de su muñeca y volvió a unir el minúsculo Orbital en el punto por donde lo había cortado. El brazalete recuperó su forma circular.
Gurgeh sonrió.
—El Imperio.
Cogió el brazalete, se levantó y fue hasta la ventana haciendo girar el Orbital entre sus dedos. Clavó la mirada en las losas que cubrían la superficie del patio.
«¿El Imperio? —pensó Flere-Imsaho—.Espero que esté bromeando…»
Fue hacia Gurgeh y le convenció para que le dejara guardar el brazalete dentro de su disfraz. Dejarlo a la vista era demasiado peligroso. Siempre existía la posibilidad de que alguien comprendiera lo que representaba.
Su partida había terminado, y Gurgeh descubrió que eso le dejaba en libertad de seguir la partida de Nicosar. El Emperador estaba jugando en el salón de proa de la fortaleza; una inmensa estancia en forma de cuenco delimitada por muros de piedra gris y capaz de acoger a más de mil personas. El salón de proa serviría de marco a la última partida, aquella cuyo resultado decidiría quién se convertiría en Emperador. El salón se encontraba en el otro extremo del castillo y estaba encarado en la dirección por la que llegarían las llamas. Hileras de grandes ventanales cuyos postigos aún tardarían algún tiempo en quedar cerrados y asegurados permitían contemplar el mar de puntas amarillas de los arbustos cenicientos que se extendía debajo de la fortaleza.