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»¡No vayas merodeando a mi espalda! ¡No me hables de llamadas de Waxted cuando apostaría dólares contra centavos a que él aún no tiene ni idea del tema! Te lo advierto, Hawks.

—Estoy aquí —repuso Hawks—. Te estoy diciendo lo que deseo. He arreglado la situación de forma que sólo tengas que tomar una decisión de sí o no.

—Siempre he afirmado que realizas buenos trabajos. ¿De qué va esto, Hawks? ¿Por qué deseas ver fuera de tus manos a Latourette? —Los ojos de Cobey se entrecerraron—. Latourette ha sido tu sombra desde el momento en que llegó aquí. Si quiero que alguien me dé una conferencia de diez minutos sobre la marcha de la electrónica moderna, le pregunto a Latourette cómo te has sentido tú últimamente. ¿Qué sucede, Hawks…, tú y Sam os habéis peleado?

Hawks aún no había mirado a Cobey a los ojos desde el momento en que entrara en el despacho.

—Las relaciones entre la gente es algo bastante complejo. —Hawks habló lenta y meticulosamente, como si anticipara un bloqueo en la garganta—. La gente pierde el control de sus emociones. Cuanto más inteligentes son, más sutilmente lo hacen. Los hombres inteligentes se enorgullecen del control que ejercen sobre sí mismos. Llegan hasta extremos muy elaborados para ocultar sus impulsos: no del mundo, no son hipócritas…, de sí mismos. Encuentran bases racionales para sus actos emocionales, y presentan excusas lógicas para el desastre. Un hombre puede iniciar toda una serie de errores y llegar hasta el borde del abismo, y caer en él sin darse cuenta.

—Lo que quieres dar a entender es que tienes una especie de conflicto con Latourette. Él quiere hacer una cosa y tú deseas otra.

Hawks continuó de forma evasiva.

—La gente sometida a una tensión emocional siempre recurre a la violencia. La violencia no tiene por qué ser empuñar una pistola; puede tratarse de una equivocación de un lápiz en un gráfico, o una decisión menor que arruine todo un programa. Ningún supervisor está capacitado para controlar a sus ayudantes todo el tiempo. Si pudiera hacerlo, no le haría falta ninguna ayuda en el trabajo. Mientras Latourette permanezca en su puesto, no sentiré que poseo el control de todo.

—¿Y debes tenerlo? ¿El control total?

—He de tenerlo.

—De modo que Latourette ha de marcharse. Así de fácil. Hace seis meses, tenía que estar aquí. Así de fácil también.

—Es el mejor hombre para el trabajo. Le conozco mucho mejor que a Gersten. Ésa es la razón por la que quiero a Gersten ahora… no ha sido mi amigo durante diez años como Sam.

Cobey se mordió el labio inferior y, lentamente, lo fue soltando sin relajar la presión de los dientes. Se inclinó hacia delante y golpeteó sobre una carpeta de memorándums con el extremo de su pluma.

—¿Sabes, Hawks? —dijo—, esto no puede continuar así. Comenzó como un sencillo contrato de investigación de la Marina. Nosotros sólo éramos los proveedores del equipo, aunque fueras tú el que iniciara el trato. Entonces, el gobierno descubrió esa cosa en la Luna, y a partir de ahí surgieron todos los problemas. Y, de repente, ya no estamos trabajando en algo que nos permita transmitir a la gente allí, sino que estamos funcionando como una instalación ya establecida, jugando con la telepatía, con hombres que han muerto y otros que se han vuelto psicóticos, y estás metido en ello hasta las orejas.

»Llego a mi despacho una mañana, y me encuentro con una carta que me informa de que, súbitamente, tú eres comandante de la Marina y estás al mando de la operación y del mantenimiento de la instalación. Lo que quiere decir que te encuentras en una posición en la que nos puedes exigir, como oficial naval, cualquier equipo que tú, como uno de nuestros ingenieros, creas que requiere la instalación. La Junta Directiva no me explica la base de los fondos que nos han asignado. La Marina no me cuenta nada. Se supone que tú eres un empleado de la ConEl, y yo ni siquiera sé dónde termina tu autoridad…, lo único que conozco es que se está gastando el dinero de la ConEl hasta el día en que la Marina nos lo devuelva, siempre que el Congreso no recorte el presupuesto de las tres fuerzas y, bajo los términos del contrato de investigación, no puedan devolverlo…, lo cual, por todo lo que sé, ha sido contemplado en los términos de algún párrafo oscuro de las Leyes de la Defensa Nacional. La única certeza que tengo es que, si meto a la Continental muy hondo en los números rojos, de modo que no pueda salir ellos, los accionistas me harán el hombre más feliz del mundo.

Hawks guardó silencio.

—Tú no has establecido el sistema en el que yo tengo que trabajar —siguió Cobey—. Sin embargo, ten la seguridad que lo has explotado bien. No me atrevo a darte una orden directa. Tengo la maldita convicción de que no podría despedirte de inmediato ni aunque lo quisiera. No obstante, mi función es dirigir esta compañía. Si tomo la decisión de que no puedo hacerlo contigo en ella, y yo no dispongo de la autoridad para despedirte, me veré obligado a pactar algún trato abyecto para obligarte a salir de aquí. Quizás hasta emplee ese bonito y breve discurso acerca de la violencia emocional. —Se volvió bruscamente y exclamó—: ¡Mirame, maldito seas! ¡Eres tú el que está causando estos problemas…, no yo!

Hawks se puso de pie y dio media vuelta. Caminó despacio hacia la puerta de Cobey.

—¿Puedo, o no puedo, dejar libre a Sam para que trabaje con Waxted y ascender a Gersten?

Cobey garabateó una nota en su agenda con punzantes golpes de su pluma.

—¡Sí!

Los hombros de Hawks se hundieron.

—De acuerdo entonces —dijo, y cerró la puerta tras él.

4

Cuando regresó al laboratorio, Barker ya se había puesto la primera de sus ropas interiores y estaba sentado en el borde de la mesa, alisándose la porosa seda sobre la piel, mientras el polvo de talco aparecía blanco por entre los brazaletes que llevaba en las muñecas y por encima del cuello. El traje interior era de color naranja; cuando Hawks se le acercó, Barker comentó:

—Parezco un acróbata de circo.

Hawks consultó su reloj de pulsera.

—Estaremos listos para la exploración en veinte minutos. Quiero encontrarme junto al equipo de transmisión de prueba en cinco. Preste atención a lo que voy a decirle.

—¿Ha tenido un mal almuerzo, doctor?

—Concentrémonos en nuestro trabajo. Quiero explicarle lo que se va a hacer con usted. Volveré más tarde para preguntarle si desea continuar, justo antes del comienzo.

—Es muy considerado.

—Es necesario. Ahora escuche: el transmisor de materia analiza la estructura de lo que sea que se le presente a sus escáners. Transforma ese análisis en una señal, que describe la estructura atómica exacta del objeto explorado. La señal es transmitida a un receptor. Y, en el receptor, la señal es alimentada a una plataforma de resolución. Allí, la estructura atómica explorada es duplicada utilizando un suministro local de átomos: bastará con media tonelada de roca; posiblemente sobre. En otras palabras, lo que hará el transmisor de materia será despedazarlo y, luego, enviar un mensaje a un receptor en el que le comunica cómo volver a ensamblarlo.

»E1 proceso es indoloro y, en lo que concierne a su consciencia, instantáneo. Se realiza a la velocidad de la luz, y ni los impulsos electroquímicos que transmiten los mensajes por sus nervios y entre las células de su cerebro, ni las partículas individuales que constituyen sus átomos, o los átomos en sus movimientos individuales, viajan a esa velocidad.

»Antes de que exista la posibilidad de que sea consciente del dolor o de la disolución, y antes de que su estructura atómica tenga tiempo de apartarse de la línea trazada, le parecerá como si hubiera permanecido inmóvil y el universo se hubiera movido. De repente se encontrará en el receptor, como si algo omnipotente hubiera movido la mano, y el impulso eléctrico que era un pensamiento que corría entre sus células cerebrales completará el viaje de una forma tan suave que tendrá verdadera dificultad, durante un momento, en darse cuenta de que se había movido siquiera. No exagero, y quiero que lo recuerde. Será de gran importancia para usted.