—Ahora preste atención —dijo Barker, golpeando la carpeta—. De acuerdo con esto, si realizo un movimiento equivocado, me encontrarán con toda mi sangre en un charco fuera del traje blindado, y no habrá ni rastro de mí. Si realizo otro movimiento, me veré paralizado de cintura para abajo, lo cual significará que tendré que arrastrarme sobre mi estómago. Pero el hecho de que te arrastres hace que, de algún modo, te veas aplastado en el interior del casco. Y prosigue de esta forma alegre todo el camino. Si no cuido mis pasos con la atención de un funambulista, y si no me muevo con precisión y en el sitio adecuado, como un bailarín de ballet, nunca llegaré tan lejos como indica este mapa. Diría que no dispongo de ninguna posibilidad de salir con vida.
—Aunque se quedara quieto y no hiciera nada —admitió Hawks—, la formación le matará cuando transcurran tres minutos y cincuenta y dos segundos. No permitirá que nadie viva más tiempo de lo que algún otro hombre la haya obligado. El límite aumentará a medida que usted progrese. ¿Por qué su naturaleza es tal que cede ante la acción humana? No lo sabemos. Es muy posible que se trate de un efecto lateral que coincide con su objetivo verdadero…, si es que tiene alguno.
»Tal vez se trate del equivalente alienígena de una lata de tomate vacía. ¿Acaso la cucaracha sabe por qué puede entrar en la lata sólo por un extremo cuando se la encuentra en el camino que lleva a su madriguera? ¿Sabe la cucaracha por qué es más difícil ascender hacía la izquierda o hacia la derecha, en el interior de la lata, que seguir una línea recta? ¿Sería estúpida la cucaracha si llegara a la conclusión de que la especie humana colocó allí la lata para atormentarla…, o una ególatra si pensara que la lata sólo fue fabricada para engañarla? Para la cucaracha sería mejor si estudiara la lata en los términos de la lógica de la lata, hasta el límite de la capacidad de la cucaracha. De ese modo, por lo menos, la cucaracha podría avanzar de forma inteligente. Quizás hasta llegara a obtener una percepción del creador de la lata. Cualquier otra aproximación sería una ilusión o una locura.
Barker alzó con impaciencia los ojos hacia Hawks.
—Todo eso es mierda. ¿Es la cucaracha más feliz por ello? ¿Consigue algo? ¿Logra escapar de algo? ¿Comprenden las otras cucarachas lo que está haciendo y establecen una colecta para mantenerla mientras pierde el tiempo? Una cucaracha inteligente caminaría alrededor de la lata, doctor, y viviría su vida satisfecha.
—Cierto —aceptó Hawks—. Adelante. Márchese ahora.
—¡No hablaba de mí! Me refería a usted. —Barker miró alrededor del laboratorio. Alzó la vista hasta los instrumentos que había en las galerías—. Hay un montón de gente aquí. Todos por usted. Supongo que eso ha de ser muy satisfactorio. —Se pasó la carpeta bajo un brazo y permaneció con las manos en los bolsillos y la cabeza ladeada mientras hablaba sin rodeos a la cara de Hawks—. Hombres, dinero, energía…, todos entregados al eminente doctor Hawks y sus preocupaciones. Me parece que otras cucarachas han hecho una colecta.
—Si lo mira de esa forma —repuso Hawks inexpresivamente—, es como simplificarlo. Y explica la razón por la que sigo enviando hombres a esa formación. Complace a mi ego el ver la muerte de hombres siguiendo mis órdenes. Ahora es su turno. Vamos, Lancelot…, su armadura le espera. ¿No oye el sonido de las trompetas? ¿Qué es esto…? —Tocó una mancha de lápiz de labios alrededor de un moretón en un costado del cuello de Barker—. ¿Los favores de una dama? ¿De quién es el corazón que se romperá hoy si usted es desmontado?
Barker le apartó bruscamente la mano.
—El corazón de una cucaracha, doctor. —Su entrenado rostro mostró una sonrisa horrible y reminiscente—. El corazón frío, frío de una cucaracha.
Barker yacía en el interior de su traje, con los brazos extendidos a los costados. Hawks le había pedido al equipo de la Marina que se alejara de la mesa. Entonces dijo con voz suave:
—Morirá, Barker. Quiero que renuncie a toda esperanza. No existe ninguna.
—Ya lo sé, doctor —comentó Barker.
—Le dije que moriría una y otra vez. Y lo hará. La de hoy sólo será la primera vez. Si retiene su cordura se encontrará bien…, salvo que tendrá el recuerdo de su muerte, y el conocimiento de que mañana habrá de volver a morir.
—De otra forma insospechada. Ya me lo ha contado antes. —Barker suspiró—. De acuerdo, doctor…, ¿cómo piensa hacerlo? ¿Qué ínfima magia va a utilizar?
Se sentía notablemente tranquilo; del mismo modo en que se había enfrentado a Sam Latourette. Su expresión casi era apática. Sólo los ojos negros, con las pupilas muy dilatadas, mostraban vida en su rostro.
—Habrá dos Al Barker —explicó Hawks—. Cuando sea explorado, la señal que le describa no sólo será enviada al receptor de la Luna, sino también al que hay aquí en el laboratorio. La señal del receptor del laboratorio se guardará en una cinta de una consola de freno hasta que la señal del duplicado haya alcanzado la Luna. Entonces, los dos receptores darán resolución a un Barker. Establecimos este sistema de operación tan pronto como comprendimos que no había esperanza alguna para el voluntario de la Luna. Ello significa que, en lo que concierne a la Tierra, el voluntario no muere. Ha funcionado a la perfección en cada ocasión.
Barker le miró con gesto paciente.
—Fue concebido como una especie de seguro de vida —continuó laboriosamente Hawks, mientras le temblaba el labio superior—. Y le salvará la vida. El Barker L, en la Luna, morirá. Pero el Barker T, aquí en la Tierra, en el laboratorio, será extraído de su traje, y ése será usted, y podrá, si retiene su capacidad para recordar de forma coherente, y para racionalizar, ir a casa esta noche como si sólo hubiera transcurrido otro día de su vida. Y únicamente usted —dijo, con la mirada fija más allá de la superficie del cráneo de Barker—, que está en la Luna y me recuerda hablándole ahora, sabrá que es el desafortunado, el Barker L, y que un extraño ha ocupado su puesto en el mundo. —Los ojos se clavaron en el Barker que yacía en el traje—. Otra persona abrazará a Claire esta noche. Otra persona conducirá su coche y beberá su whisky. Usted no será el Barker que yo conocí en su casa. Ese hombre desaparecerá. Sin embargo, ningún Barker ha conocido aún la muerte…, ningún Barker habrá tenido que ir a un lugar del que no existe el regreso. Usted puede salir de ese traje en este momento, Barker, y abandonar todo ahora. Yo lo haría.
Observó al hombre con intensidad.
Al cabo de un momento, la boca de Barker se abrió en una risa mortal y silenciosa.
—Oh, vamos, doctor —comentó—. No cuando ya casi oigo la música.
Hawks se llevó las manos a la espalda, fuera de su vista.
—Muy bien. Entonces, queda una última cosa. Cuando comenzamos a emplear esta técnica, descubrimos que el voluntario T mostraba síntomas de confusión momentánea. Se comportaba, a pesar de que se hallaba a salvo en el laboratorio, como si fuera el voluntario L en la Luna. Este período de confusión duraba sólo unos momentos, y se transformaba rápidamente en comprensión. Dejamos a un lado ese fenómeno como una de las cosas que debíamos relegar ahora y reservar para analizarla cuando se solucionaran los problemas urgentes. Muchas cosas se han dejado a un lado de esa forma. Sin embargo, recibimos informes del equipo de la base lunar de que el voluntario L perdía tiempo de un modo inexplicable…, de que quedaba como desorientado durante varios segundos después de formarse en el receptor. Quizá se debiera a algún daño cerebral, tal vez a algo distinto…, por entonces no lo sabíamos, aunque se trataba de algo nuevo, y hacía que el voluntario perdiera un tiempo efectivo.