»Ése era un problema urgente. Lo solucionamos cuando tomamos en consideración el hecho de que por primera vez en el universo, tal como nosotros lo conocemos, dos cerebros idénticos coexistían en él, y en el mismo período de tiempo. Se nos hizo evidente, a pesar de que algunos de nosotros no deseábamos aceptar esa conclusión, que los cuatrocientos millones de kilómetros de distancia que los separaban no eran un impedimento de importancia para sus pensamientos, como no lo sería el trazo de una línea en el sendero de un viajero. Puede llamarlo como quiera, telepatía si lo desea, sin importar lo que sienta cuando algo se incluye en una nomenclatura científica.
Una momentánea expresión de leve desagrado brotó en su rostro.
—Claro que no tenían ninguna posibilidad para establecer una verdadera comunicación. Casi al instante, los dos cerebros dejaban de ser idénticos. Los dos voluntarios recibían muy diferentes impresiones sensoriales y las grababan en sus células cerebrales individuales. En unos pocos segundos, las dos mentes se distanciaban enormemente, y la hebra, desgastada, se desenroscaba y rompía. L y T ya no eran el mismo hombre. Y nunca, ni siquiera en aquel primer instante, fueron capaces simplemente de «hablar» el uno con el otro en el sentido de transmitirse mensajes de uno a otro lado como si fueran telegramas. Me parece que esa especie de comunicación objetiva y sin compromiso no será posible nunca. Ser capaz de leer la mente de un hombre es ser capaz de ser ese hombre…, estar donde está él, vivir lo que sea que viva. Hasta en este caso especial que nos atañe, los dos hombres únicamente pueden, durante un momento moribundo, creer que son una sola mente.
Hawks miró a su alrededor. Gersten le observaba pacientemente, aunque sin hacer nada, ya que había completado todos los preparativos. Hawks asintió con gesto ausente y volvió a fijarse en Barker.
—Comprendimos —conluyó— que aquí disponíamos de los medios potenciales de observar exhaustivamente a un hombre en el interior de la formación lunar. De modo que ésa es la razón por la que establecimos las circunstancias de las emisiones a la Luna de la forma en que lo hemos hecho. Barker L cobrará resolución en la Luna, donde los aparatos de bloqueo sensorial de su armadura dejarán de ser operativos debido a que se encuentran fuera del alcance de nuestros controles bajos de energía de aquí. Despertará de la anestesia y podrá moverse y observar con normalidad. Sin embargo, el Barker T de aquí, seguirá bajo nuestro control. No recibirá ningún estímulo externo mientras yazca aislado en su traje. Su mente se verá libre del entorno de este laboratorio, y aceptará lo que sea que entre en ella. Y sólo podrá recibir lo que haya en la mente de Barker L.
»También Barker T creerá hallarse en la Luna, en el interior de la formación. No sabrá que es Barker T. Vivirá como si estuviera en la mente de L, y su estructura orgánica grabará las percepciones sensoriales que el cuerpo de L envíe a su cerebro. Claro que, aunque ningún método podrá prevenir el aumento eventual de los estímulos divergentes (por ejemplo, las condiciones metabólicas de los dos cuerpos se harán poco a poco menos y menos similares), aun así, el contacto quizá dure unos diez o quince minutos. No obstante, nunca hemos podido comprobarlo.
»Usted sabrá que ha alcanzado el límite de nuestros anteriores envíos cuando llegue hasta el cuerpo de Rogan. Desconocemos qué le mató. Poco importa, salvo que usted, fuera lo que fuese, tendrá que evitarlo. Tal vez las condiciones en las que se encuentre el cuerpo le den una pista útil. Si es así, será lo único útil que habremos aprendido de Rogan. Porque cuando Rogan T, aquí abajo, sintió morir a Rogan L, allí arriba, lo único que pudo sentir Rogan T fue la muerte de Rogan L. Lo mismo le ocurrirá a usted.
»La mente de Barker L morirá con su cuerpo, en la forma particular en que el cuerpo sea destruido. Esperemos que eso suceda al final de un poco más de doscientos treinta y dos segundos de tiempo transcurrido, en vez de menos. Tarde o temprano tendrá que suceder. Y la mente de Barker T, segura aquí abajo en el cerebro de T, se sentirá morir de todas formas, debido a que no tiene la libertad de percibir nada de lo que le ocurra a su propio cuerpo. Toda su vida, todos sus recuerdos, culminarán de repente. Sentirá el dolor, el impacto, la angustia indescriptible del final del mundo. No ha habido ningún hombre capaz de soportarlo. Descubrimos a las mentes más brillantes y estables que pudimos hallar entre los voluntarios físicamente adecuados y, sin ninguna excepción, todos los voluntarios T fueron sacados del traje en estado de locura. Fuera la que fuese la información que debían proporcionarnos, se perdió más allá de toda esperanza, y nosotros no ganamos nada por el terrible precio que pagamos.
Barker le miró de modo inexpresivo.
—Eso es una gran pena.
—¿Cómo quiere que lo explique? —inquirió rápidamente Hawks. Le sobresalía una vena en el centro de la frente—. ¿Quiere que hable de la función que cumplimos aquí, o desea que hable de otra cosa? ¿Piensa decir que, ya sea o no un duplicado, un hombre muere en la Luna y eso me convierte lo quiera o no en un asesino? ¿Quiere llevarme ante un juzgado y, desde allí, a una cámara de gas? ¿Quiere investigar en los libros de leyes y ver qué castigo se le aplica al crimen repetido de hacer que unos hombres enloquezcan sistemáticamente? ¿Nos ayudará eso aquí? ¿Hará más suave el camino?
»Vaya a la Luna, Barker. Muera. Y si lo hace, descubra que ama a la Muerte de la misma forma ardiente en que la ha cortejado; ¡y entonces, y sólo quizá entonces, tal vez sea usted el primer hombre en regresar en condición de exigir su venganza sobre mí! —Aferró el borde de la placa pectoral abierta y la cerró de un golpe. Se mantuvo erguido apoyando las palmas de las manos sobre ella y se inclinó hasta que su cara quedó directamente sobre la abertura del visor de Barker—. Pero, antes de que lo haga, me comunicará de qué forma útil puedo llegar a hacer que lo experimente otra vez.
3
Los hombres de la Marina introdujeron a Barker en el transmisor. Los imanes laterales lo elevaron de la mesa y en el acto sacaron ésta de debajo de él. La puerta se cerró herméticamente y los imanes de arriba y de abajo lo inmovilizaron para el escáner. Hawks le hizo un gesto de asentimiento a Gersten, y éste presionó el botón de standby de su consola.
En el techo había un disco de radar enfocado de forma paralela a la antena del transmisor. En el laboratorio, Will Martin señaló con un dedo al técnico del cuerpo de señales. Un bip del radar viajó hasta la Luna, ida y vuelta. El tiempo transcurrido y la progresión Doppler fueron alimentados como datos al ordenador, que estableció el tiempo exacto de retención en la consola de freno. La antena del transmisor de materia disparó una pulsación de UHF a través de la torre de repetición de la Luna en dirección al receptor que había allí, activando el mecanismo de seguridad para que aceptara la señal de L.
Gersten observó su consola, se volvió hacia Hawks y anunció:
—Pantalla verde.
Hawks dijo:
—Adelante.
La luz roja se iluminó sobre la puerta del transmisor, y la nueva cinta de almacenaje rugió al pasar a la bobina de la consola de freno. Un segundo y cuarto más tarde, el comienzo de la cinta empezó a pasar debajo de la cabeza de reproducción, alimentando la señal de T al receptor del laboratorio. La primera pulsación fuerte de la señal de L llegó simultáneamente a la Luna.
El final de la cinta chasqueó en la bobina de recepción. La luz verde se encendió encima de la puerta del receptor del laboratorio. La excitada respiración de Barker T salió a través del altavoz y después de un momento dijo: