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Gersten y Hawks se hallaban al lado del transmisor y observaron a Barker salir con paso inseguro del cuarto de baño; llevaba puestos los pantalones y la camisa.

—¿Qué piensa, Ed? —preguntó Gersten—. ¿Qué hará ahora? ¿Nos dejará plantados?

—No lo sé —respondió Hawks ausente, contemplando a Barker—. Creí que se repondría. Pero, ¿lo ha hecho? —le comentó a Gersten—. Simplemente tendremos que esperar y comprobarlo. Hemos de pensar en una forma de manejar la situación.

—¿Conseguir a otro hombre?

Hawks sacudió la cabeza.

—No podemos. Ni siquiera sabemos lo suficiente de éste —dijo, como si hubiera sido atacado por un enjambre de moscas—. Necesito tiempo para meditar. ¿Por qué transcurre el tiempo mientras un hombre piensa?

Barker llegó hasta ellos. Tenía los ojos hundidos en las cuencas. Miró de un modo penetrante a Hawks. Su voz salió con un tono nasal e inseguro.

—Holiday dice que, teniendo en cuenta todo lo sucedido, ahora me encuentro bastante bien. Sin embargo, alguien ha de llevarme a casa. —Sus labios se alzaron ligeramente—. ¿Desea el trabajo, Hawks?

—Sí, lo quiero. —Hawks se quitó la bata y la depositó, doblada, sobre un armanto—. Será mejor que tenga preparada otra emisión para mañana, Ted —le anunció a Gersten.

—¡No cuente conmigo! —cortó Barker.

—Ya sabe que siempre podemos cancelarla —le señaló a Gersten—. Llamaré mañana temprano y se lo confirmaré.

Barker se tambaleó hacia delante al tiempo que Hawks acomodaba su paso al de él. Atravesaron con lentitud el laboratorio y, juntos, salieron por las puertas que daban a las escaleras.

Connington les aguardaba en el corredor de arriba, sentado en uno de los sillones de plástico de color naranja brillante que había alineados contra la pared del vestíbulo. Tenía las piernas extendidas, y una mano sostenía un cigarro delante de su cara mientras lo encendía y exhalaba humo por entre los fruncidos labios, formando un cono semitransparente. Sus ojos se posaron una vez sobre Barker y otra sobre Hawks.

—¿Ha habido algún problema? —preguntó cuando llegaron delante de él—. He oído que hubo algún problema en el laboratorio —repitió con los ojos brillantes—. ¿Un mal rato, Al?

Hawks dijo:

—Si descubro al hombre que le pasa información del laboratorio, lo despediré.

Connington alargó el brazo hacia el cenicero que había a su lado. Un anillo que llevaba en el dedo repiqueteó levemente contra el asa de metal.

—Está perdiendo su flema, Hawks —comentó—. Hace un par de días, no se habría molestado en lanzar amenazas. —Se puso de pie y continuó con voz meliflua—: Mis actos habrían estado por debajo de usted. —Se balanceó sobre los tacones, con las manos en los bolsillos—. ¿Qué importancia tiene la cuantía de detalles que descubra? ¿Cree que me hacen falta? Les conozco a ustedes dos. Eso es suficiente.

—Maldito seas, Connington… —comenzó Barker, con un tono agudo y desgarrado en su voz.

La mirada de Connington le frenó momentáneamente.

—Así que tenía razón —sonrió adrede—. ¿Vas a volver de regreso a Claire ahora? —Expelió humo—. ¿Los dos juntos?

—Algo parecido —repuso Hawks.

Connington se alisó una solapa de la chaqueta.

—Creo que yo también iré a ver qué ocurre. —Le sonrió con ternura a Barker, con la cabeza ladeada—. ¿Por qué no, Al? Bien puedes disponer de la compañía de toda la gente que trata de matarte.

Hawks observó a Barker. La mano de Barker manoteó como si estuviera tratando de coger algo invisible en el aire, justo delante de su estómago. Miraba fijamente a Connington, con los ojos perdidos, y el jefe de personal entrecerró momentáneamente los suyos.

Entonces, con voz apagada, Barker dijo:

—No hay lugar en el coche.

Connington se rió cálida y melosamente.

—Yo conduciré, y tú puedes sentarte en el regazo de Hawks. Igual que Charlie McCarthy.

Hawks apartó la vista de la cara de Barker y repuso con firmeza:

—Yo conduciré.

Connington se rió de nuevo entre dientes.

—Sam Latourette no consiguió el trabajo con la Hughes Aircraft. El hecho de que Waxted lo quisiera con él no significó ninguna diferencia. Apareció completamente borracho esta mañana a la entrevista. Yo conduciré. —Se volvió hacia las puertas de doble cristal y salió fuera. Miró por encima del hombro y dijo—: Vamos, amigos.

4

Claire Pack estaba de pie contemplándoles desde el descansillo de los escalones que conducían al césped. Vestía un bañador de una pieza de corte muy alto en los muslos, y tenía las manos apoyadas levemente en las caderas. Cuando Connington apagó el motor y los tres salieron del coche, enarcó las cejas. Las estrechas tiras que servían como sujetadores de la parte alta del bañador colgaban en círculos alrededor de sus brazos.

—¡Vaya, doctor! —exclamó con voz ronca y un mohín de los labios—. Me he estado preguntando cuándo volvería de nuevo por aquí.

Connington, que salió por el otro lado del coche, le sonrió con gesto atento y dijo:

—Tenía que traer a Al a casa. Parece que hubo una pequeña dificultad con los procedimientos hoy.

Giró la vista a Barker, que estaba alzando la puerta del garaje con movimientos bruscos y cortantes de sus brazos y cuerpo, con toda su atención fija en el acto que realizaba. Se pasó la lengua por el borde de los dientes.

—¿De qué tipo?

—Mi conocimiento no llega a tanto. ¿Por qué no se lo preguntas a Hawks? —Connington extrajo un nuevo cigarro de la pitillera—. Me gusta ese bañador, Claire —afirmó, y subió al trote los escalones, rozándola—. Hoy es un día caluroso. Creo que voy a buscar un traje de baño y darme una zambullida. Mientras tanto, tú y los muchachos podéis mantener una agradable conversación.

Recorrió rápidamente el sendero que subía hasta la casa, se detuvo, encendió el cigarro, miró de reojo por encima de sus manos ahuecadas y entró en la casa, perdiéndose de vista.

Barker se sentó en el coche, lo puso en marcha y lo introdujo de morro en el garaje. El trueno cautivo en el tubo de escape rugió con fuerza y murió, quedando en silencio.

—Creo que se pondrá bien —comentó Hawks.

Claire bajó la vista hasta él. Adoptó una expresión de abierta inocencia.

—¿Oh? ¿Quiere decir que volverá a la normalidad?

Barker bajó las puertas del garaje y pasó al lado de Hawks con la cabeza inclinada, pisando con firmeza mientras se guardaba las llaves en el bolsillo. Mientras ascendía los escalones alzó con brusquedad la cara hacia Claire.

—Voy arriba. Puede que me duerma. No me despiertes. —Se volvió a medias y observó a Hawks—. Creo que se encuentra inmovilizado aquí, a menos que desee dar otra caminata. ¿Pensó en eso, doctor?

—¿Y usted? Me quedaré hasta que se levante. Quiero hablar con usted.

—Le deseo que pase un buen rato, doctor —dijo Barker.

Se alejó mientras Claire le observaba. Entonces ésta volvió a mirar a Hawks. Durante todo el encuentro no había movido ni un ápice los pies o las manos.

—Algo ocurrió —explicó Hawks—. No sé el alcance de su significado.

—Preocúpese usted de ello, Ed —respondió ella, con el labio inferior brillante—. Mientras tanto, usted es el único que queda aquí abajo.

Hawks suspiró.

—Subiré.

Claire Pack sonrió.

—Venga y siéntese al lado de la piscina conmigo —pidió cuando él hubo recorrido todos los escalones. Dio media vuelta antes de que pudiera responderle y caminó despacio delante de él, con el brazo derecho colgando a su lado. Alargó la mano hacia atrás y buscó el contacto de la de él. Redujo el paso de modo que caminaran uno al lado del otro y le miró—. No le importa, ¿verdad? —preguntó.