—¿Sabes?… ¿Sabes? —comenzó de nuevo—. Cuando estamos juntos, hablo mucho. —La miró con una expresión de disculpa—. Debes aburrirte mucho con mi charla.
—No me importa.
Él sacudió la cabeza.
—No te entiendo. —Le sonrió con gentileza.
—¿Te gustaría hacerlo?
Él parpadeó.
—Sí. Mucho.
—Puede que yo también sienta lo mismo hacia ti.
Volvió a parpadear.
—Bueno —dijo—. Bueno, creo que he dado por sentado eso todo el tiempo, ¿verdad? Nunca lo pensé. Jamás. —Sacudió la cabeza. Añadió con pesar—: Sólo el Hombre piensa como el Hombre. —Salió del coche y se quedó al lado de la puerta, mirándola—. Has sido muy amable conmigo esta noche, Elizabeth. Gracias.
—Quiero que me llames de nuevo tan pronto como puedas.
De repente, él frunció el ceño.
—Sí. Tan pronto como pueda —repitió con voz perturbada. Cerró la puerta y se quedó dándole unos golpecitos al marco de la ventanilla abierta—. Sí —insistió. Sonrió con una mueca—. El tiempo pasa —se quejó en voz baja—. Te…, te llamaré —le confirmó, y se alejó en dirección a la casa de apartamentos, con la cabeza gacha y los brazos colgando a los costados, las manos largas abriéndose y cerrándose al ritmo de sus pasos, siguiendo una trayectoria levemente errática, de modo que había recorrido el sendero de uno a otro extremo antes de alcanzar la puerta del edificio y ponerse a buscar las llaves.
Por fin consiguió abrir la puerta. Dio media vuelta, miró hacia el coche y agitó la mano con un movimiento rígido, como si no estuviera seguro de que hubieran terminado su conversación. Luego dejó caer el brazo y empujó la puerta.
SIETE
Barker llegó al día siguiente al laboratorio con los ojos enrojecidos. Le temblaban las manos mientras se ponía la ropa interior.
Hawks se le acercó.
—Me alegra verle aquí —comentó con cierta incomodidad.
Barker alzó la vista y no replicó nada.
Hawks prosiguió:
—¿Está seguro de que se encuentra bien? Si no se siente bien podemos cancelarlo hasta mañana.
—Deje de preocuparse por mí —repuso Barker.
Hawks se llevó las manos a los bolsillos.
—Bien. ¿Ha ido a ver a los especialistas de navegación?
Barker asintió.
—¿Fue capaz de darles un informe detallado de los resultados de ayer?
—Parecieron felices. ¿Por qué no aguarda hasta que digieran toda la información y le lleven los informes a su escritorio? ¿Qué le importa a usted lo que yo encuentre ahí arriba mientras siga avanzando y no me venga abajo? ¿No es verdad? A usted no le importa lo que me suceda; lo único que yo hago es trazar un camino para que sus inteligentes técnicos no tropiecen con nada cuando suban y lo desmonten todo, ¿cierto? Así que, ¿a usted qué le preocupa, salvo que me pierda y tenga que encontrar a un nuevo tipo? ¿Y cómo lo haría? ¿A cuánta gente cree usted que tenía Connington en sus planes dentro de su cabeza? No eran planes que conducían hasta aquí, ¿verdad? De modo que, ¿por qué no me deja en paz?
—Barker… —Hawks sacudió la cabeza—. No, olvídelo. No tiene ningún sentido que hablemos.
—Espero que lo cumpla.
Hawks suspiró.
—De acuerdo. Hay una cosa más; a partir de ahora, esto va a continuar día tras día, siempre que las condiciones astronómicas lo permitan. No pararemos hasta que usted haya salido por el otro lado de la formación. Una vez que comencemos, nos resultará difícil interrumpir el impulso. Pero, si en alguna ocasión, desea usted tomarse un descanso: trabajar en sus coches, cualquier cosa…, si nos es posible, lo haremos. Nosotros…
Los labios de Barker se tensaron en una mueca.
—Hawks, he venido aquí a hacer algo. Y pretendo llevarlo a cabo. Es lo único que deseo hacer. ¿De acuerdo?
Hawks asintió.
—Muy bien, Barker. —Se sacó las manos de los bolsillos—. Espero que no nos lleve demasiado tiempo cumplirlo.
Hawks bajó por el corredor hasta que llegó a la sección de navegación. Llamó a la puerta y entró. Los hombres del equipo de especialistas alzaron la vista, y luego se apiñaron de nuevo alrededor del mapa a gran escala de la formación que ocupaba la mesa de cuatro metros cuadrados en el centro de la sala. Sólo el oficial de la Guardia Costera que estaba al mando se aproximó a Hawks mientras los demás, pacientemente, marcaban la gran lámina de plástico con tiza de color rojo sujeta a los extremos de unos señaladores de madera. Uno de ellos se hallaba al lado de una grabadora, con la cabeza ladeada mientras escuchaba la voz de Barker.
La voz sonaba baja y ahogada.
—¡Ya se lo dije! —comentaba—. Hay una especie de nube azul…, y algo que parece moverse en su interior. No es como algo vivo.
—Sí, ya tenemos eso —replicó la voz paciente de uno de los miembros del equipo—. Pero, ¿a qué distancia se encontraba del lugar en el que se hallaba usted en la colina de arena blanca? ¿A cuántos pasos?
—Es difícil de calibrar. A unos seis o siete.
—Oh, oh. Ahora bien, usted ha dicho que se encontraba directamente a la derecha del sitio al que usted miraba. Bien, entonces, ¿qué hizo usted?
—Di un rodeo de unos dos metros hacia el saliente, y giré a la izquierda para seguir el camino del chapitel rojo. Entonces…
—¿Se dio cuenta de dónde se encontraba la nube azul, en relación con usted, cuando dio la vuelta?
—La miraba hacia atrás por encima de mi hombro derecho.
—Ya veo. ¿Podría volver la cabeza ahora en ese ángulo para que pueda tener una mejor idea de la dirección? Gracias. A unos doce grados a la derecha. ¿Y seguía a unos seis o siete pasos en línea recta?
El miembro del equipo detuvo la cinta, la hizo retroceder, y volvió a escucharla de nuevo. Realizó una anotación en una hoja de papel.
El oficial de la Guardia Costera le preguntó a Hawks:
—¿Puedo ayudarle en algo, doctor? Transcribiremos esto y se lo enviaremos en unas pocas horas. Tan pronto como esté acabado, se lo llevaremos directamente a su despacho.
Hawks sonrió.
—No vine a darles prisa o a entorpecer su trabajo. No se preocupe, teniente. Sólo quería saber qué aspecto general tenía la cosa. ¿Sus comentarios tienen algún sentido, les son de ayuda?
—Todo marcha bien, señor. Las descripciones que nos ha dado de las cosas del interior de la formación no concuerdan con los otros informes que recibimos…, pero parece que nadie ve lo mismo. Lo que cuenta es que los peligros siempre están localizados en las mismas posiciones relativas. De modo que sabemos que hay algo ahí, y con ello basta. —El teniente, un hombre delgado, habitual —mente sombrío, sonrió—: Y esto es mucho mejor que intentar descubrir el sentido de unas pocas frases garabateadas en una pizarra. Sólo con este viaje, ya nos ha dado una cantidad enorme de cosas con las que trabajar. —El teniente se frotó la parte posterior del cuello—. Es una especie de alivio. Hubo un momento en el que estuvimos bastante seguros de que nos llegaría el retiro antes de que esa cosa —indicó el mapa con un gesto— estuviera acabada.
Hawks mostró una sonrisa carente de alegría.
—Teniente, si yo no hubiera podido realizarla llamada telefónica a Washington que ahora podré hacer, este trabajo ya estaña acabado.
—Oh. Creo que, entonces, será mejor que lo cuidemos bien. —El teniente sacudió la cabeza—. Espero que aguante. Para nosotros, es una persona difícil de manejar. Pero no se puede tener todo. Creo que si usted ha conseguido por fin a alguien que funcione a la perfección en la parte científica de todo esto, eso es lo principal, aunque aquí abajo, del lado práctico, no todo sea melocotones con crema.