Выбрать главу

—Sí.

—Pero tú sabes que yo no me emborracho. Quiero decir, yo…, no lo sé. Oh, tal vez en una fiesta. Solía hacerlo. Pero no… Bueno, no porque esté resentido y quiera estropear las cosas. Yo nunca he sido así.

—No.

Latourette se rió en silencio, tragándose el sonido.

—Creo que intentaba convencerme a mí mismo de que estaba realmente irritado contigo. Ya sabes…, como si tratara de verme como una especie de figura trágica. No…, no, no quería ir a trabajar. Creo que eso es todo. Lo que de verdad deseaba era salir y sentarme bajo el sol. Quiero decir, que aquí, de todas formas, mi función había terminado…, y tú tenías que empezar a darle una oportunidad a Ted Gersten. Más pronto o más tarde tendrías que hacerlo.

Hawks apoyó las manos en el borde del escritorio.

—Sam —dijo con voz firme—, hasta hoy aún no sé si hice lo correcto. Sentí pánico, Sam. Me asusté, debido a que Barker había logrado llegar hasta mí.

Latourette intervino con rapidez:

—Eso no significa que te equivocaras. ¿Dónde estaríamos todos si nunca hubiéramos actuado según una corazonada? De vez en cuando has de moverte a toda velocidad. Más tarde, cuando echas un vistazo hacia atrás, ves que, si no lo hubieras hecho así, todo se habría desbordado. A menudo nuestros instintos son mucho más inteligentes que nosotros.

Sacó un cigarrillo del bolsillo de la camisa, sin bajar la vista, rebuscando a tientas con los dedos en el bolsillo mientras él miraba fijamente el aire que tenía delante, como si lo que hubiera comentado fuera un pensamiento anticipado de algún ensayo de lo que él y Hawks debían decirse mutuamente, como si su atención del momento estuviera en algo que todavía no estaba seguro de que estuviera preparado para decir.

—Mañana ingresaré en el hospital —continuó—. Ya es hora. Quiero decir, podría quedarme un poco más de tiempo fuera, pero, de este modo, acabo con el asunto. Y, ya sabes, con morfina podría aguantar un poco más… o con lo que sea que te den. Cada día es más molesto —dijo, como de pasada—. De cualquier forma, el gobierno envió el otro día a un hombre a verme; no me comentó directamente que querían que hiciera algo, pero creo que se sentirán más contentos viéndome en un lugar en el que no importe mucho lo que diga en mis sueños. —Emitió una sonrisa sofisticada—. Ya sabes. El Gran Hermano.

Hawks permaneció sentado, contemplándole.

—De todos modos… —Latourette agitó una mano, inconsciente del cigarrillo que tenía a medio camino hacia sus labios desde que lo sacara del bolsillo—. Estaré fuera de circulación. —Bajó la vista y exclamó—: Oh —y se llevó el cigarrillo a la boca. Extrajo rápidamente una caja de cerillas del bolsillo de la chaqueta y lo encendió, aspiró con fuerza, apagó el fósforo y se inclinó hacia delante para arrojarlo a la papelera de Hawks, con el rostro concentrado en la tarea de meterlo dentro—. De forma que he estado pensando si no te parecería una buena idea sacar un doble mío de la cinta de mi archivo. Así, podrías tenerme, quiero decir, podrías disponer de mi doble, en el laboratorio, en caso de que, de vez en cuando, te hiciera falta algo de ayuda. Quiero decir, te encuentras tan próximo a la culminación del proyecto, que quizá te vendría bien tenerme alguna vez a mano… —Su voz se perdió. Ruborizándose, observó a Hawks por el rabillo del ojo.

Hawks se puso rápidamente de pie y comenzó a ajustar los controles del aire acondicionado que había en la ventana detrás del escritorio. Los mecanismos de los mandos aparecían un poco rígidos, y pasaron a sus nuevas posiciones con el correspondiente ruido mecánico de sus reguladores.

—Sam, estás al tanto de que tu última cinta de archivo tiene seis meses de antigüedad. Si sacáramos un duplicado de ti de ella, éste ni siquiera conocería los procedimientos que utilizamos ahora para las emisiones a la Luna. Pensaría que estaba en abril.

—Lo…, lo sé, Ed —repuso Latourette en voz baja—. No dije que debieras darle mi antiguo trabajo. Pero yo sabía que en algún momento sacarían un doble mío de esa cinta. Quiero decir que yo, el duplicado, no estaría sorprendido de lo que hubiera ocurrido. Yo ya pensé cómo iba a ser. El duplicado sería un hombre entrenado, y comprendería la situación. Se acomodaría con rapidez.

—¿Se acomodaría a trabajar bajo las órdenes de Gersten? —Hawks se volvió, con la espalda apoyada contra el aire acondicionado—. No es una cuestión de que él comprenda o no lo que había ocurrido. Es mucho más que eso. Míralo desde su punto de vista. En lo que a él respecta, en un momento se encaminaba hacia el transmisor para una exploración, con el cargo de segundo al mando de toda la operación, y al siguiente estaría saliendo fuera del receptor no sólo con seis meses transcurridos en un instante, no sólo con Gersten por encima de él, sino con media docena más de hombres en posiciones más importantes que la suya. De acuerdo…, él sería tú, comprendería lo que había ocurrido, sabría que era un duplicado. Sin embargo, ¿lo sentiría? ¿Cómo te habrías sentido tú, en abril, si te hubieras preparado para la exploración, sabiendo que se trataba únicamente de algo rutinario, que lo único que iba a suceder era que se almacenaría una cinta de ti y que tú, luego, regresarías para proseguir con el trabajo del día, y que entonces, de pronto, resultaba que las cosas no eran así…, que todo el mundo había cambiado, y que se habían hecho cien cosas de un modo que tú desconocías por completo, y que, de repente, tú eras simplemente otro ingeniero, y que ni siquiera tus viejos conocidos sabían cómo dirigirse a ti, y que Gersten se sentía embarazado contigo, y que un completo extraño llamado Barker parecía tener una especie de hostilidad especial reservada hacia ti? Piénsalo, Sam. Porque es así como va a sentirse exactamente el duplicado. Y en lo que más pensará será la injusticia de todo el asunto. Sam…, ¿qué quieres hacerte a ti mismo?

Latourette, mirando el suelo, dijo con suavidad:

—Por no decir nada de que ya no sería capaz de comprender lo que le había sucedido a Ed Hawks…, salvo por el hecho de que, de alguna forma, yo le haría las cosas más difíciles en vez de más fáciles. —Alzó los ojos—. Por Dios, Ed, ¿qué me ha ocurrido? ¿Qué es lo que estoy haciéndonos a los dos? Lo único que siempre quise fue ayudarte, y de algún modo las cosas han terminado así. Nunca debí haber venido a verte hoy, Ed. No debí hacerte esto último.

—¿Por qué no? —quiso saber Hawks—. ¿Es que no posees el derecho moral de trabajar en algo en lo que tanta fe pusiste? ¿Un hombre moribundo no tiene ningún derecho? ¿Ni siquiera el de volver a padecer los últimos seis meses de su cáncer? —Miró a Latourette—. Ya has pensado en esto. Lo has meditado durante mucho tiempo. Si pudiera esperar una respuesta de alguien, sería de ti: ¿por qué no puedes obtener lo que te corresponde?

Latourette le miró con una expresión de angustia.

—Ed, no debí haber venido.

—¿Por qué no? Lo único que te ocurrió fue que sentiste miedo. Te diste cuenta de que las cosas se cerraban a tu alrededor, y experimentaste la necesidad de actuar. Un hombre ha de hacer algo…, no puede simplemente aguardar hasta hundirse y desaparecer de la vista.

—No, no debí venir aquí.

—¿Por qué no? ¿Por qué un hombre no puede incorporarse y protestar contra todo aquello que le aplasta y quiere destruirlo? ¿Por qué un hombre ha de hallarse a merced de las cosas que le ignoran por completo?

Latourette se puso de pie.

—Lo he empeorado —dijo con tono desesperado—. Te he cargado con un peso más. No era mi intención. Lo único que puedo hacer ahora es marcharme de aquí. Por favor, Ed…, intenta olvidarlo. —Se dirigió a toda prisa hacia la puerta y, desde allí, miró fugazmente a Hawks con aire de incomprensión—. En un principio, lo único que deseé fue lo mejor para ti. Y, cuando hoy vine a visitarte, aún pensaba que quería lo mejor para ti. Sin embargo, también anhelaba algo para mí, y eso lo estropeó todo. De algún modo, todo se ha venido abajo. ¿Cómo es que la gente se mete en esto? —inquirió ciegamente—. ¿Dónde se planean así las cosas?