De repente, Barker cerró los ojos, sacudió la cabeza con violencia en el interior del casco, parpadeó y, con una mueca dolorosa, comenzó a ascender por la red, manteniendo firmemente apretado el brazo contra el costado, manoteando encima de él con la derecha en busca de un nuevo asidero tan pronto como el peso de su cuerpo se desprendía de cada sujeción que su pie izquierdo descartaba.
Cuando Barker y Hawks emergieron del borde de la red, al lado de la armadura perdida que yacía debajo de la costra de puntas de daga rotas, su tiempo transcurrido en el interior de la formación era de nueve minutos y cuarenta y dos segundos. Barker se plantó ante el equipo de observación a través de la pared y salió hacia la Luna abierta. Hawks le siguió. Permanecieron mirándose mutuamente a través de sus visores, con la formación directamente detrás de ellos.
Barker la contempló.
—No parece que se haya dado cuenta de lo que acabamos de hacer —dijo por el circuito de radiotelefonía.
Hawks lanzó una mirada a su espalda.
—¿Es que lo esperaba? —inquirió, encogiéndose de hombros. Se volvió hacia los hombres del equipo de observación que estaban de pie, a la espera, en sus trajes lunares, los rostros pacientes detrás de las burbujas transparentes de plástico de sus cascos—. Caballeros, ¿vieron que ocurriera algo nuevo mientras nos encontrábamos en e1 interior?
El mayor del equipo, un hombre de rostro grisáceo y chupado, con la montura de acero de sus gafas sujeta por una banda elástica, sacudió negativamente la cabeza.
—No. —Su voz brotó distorsionada a través del micrófono del cuello—. La formación no muestra ningún signo externo de discriminar entre un individuo y otro, o de reaccionar de ninguna forma especial ante la presencia de más de un individuo. Esto es un suposición, asumiendo que todas sus pruebas internas estén relacionadas.
Hawks asintió.
—Ésa fue también mi impresión. —Se volvió hacia Barker—. Lo cual significa que, prácticamente, ya podemos empezar a enviar equipos de técnicos a su interior. Creo que usted ha hecho su trabajo, Al. Pienso que de verdad lo ha hecho. Bueno, vayamos con estos caballeros por un rato. Bien podemos darles nuestros informes verbales, por si acaso el Hawks y el Barker T hubieran perdido contacto con nosotros antes de que emergiéramos.
Comenzó a andar a lo largo del sendero en dirección al bunker de observación, y los demás le siguieron.
4
Gersten se arrodilló y se inclinó sobre el visor abierto.
—¿Se encuentra bien, Hawks? —preguntó.
Hawks T miró confuso delante de él. Un hilillo de sangre descendía por la comisura de su boca. Tanteó con la lengua las partes que se había mordido del labio inferior.
—Seguro que debí de estar más asustado de lo que suponía cuando L rompió el contacto conmigo y yo me di cuenta de que me encontraba en el traje. —Agitó la cabeza de lado a lado, allí tumbado en el suelo del laboratorio—. ¿Barker está bien?
—Ahora mismo le están sacando del receptor. Parece hallarse en buena forma. ¿Lo consiguió? ¿Todo bien?
Hawks T asintió.
—Oh, sí, todo eso fue bien. En el último contacto, L le daba al equipo de observación un informe verbal. —Parpadeó para aclararse los ojos—. Vaya lugar ése de ahí arriba. Escuche, Gersten… —Alzó los ojos, y en su rostro había una expresión de desagrado mientras miraba al hombre. Cuando era niño, en una época en la que padeció una serie de resfriados serios, su padre había tratado de curárselos con baños en agua hirviendo y envolviéndolo en sábanas mojadas, tensando cada sábana más a medida que las pasaba alrededor del cuerpo de Eddie Hawks y por encima de los brazos, dejando al muchacho, de esa forma, inmovilizado toda la noche—. Yo…, odio pedirle esto —prosiguió, sin darse cuenta de que mantenía el rostro vuelto directamente hacia Gersten—, pero, ¿cree que los hombres podrían sacarme antes que a Barker del traje?
Gersten, que en un principio observaba a Hawks con intensidad y preocupación, se puso rígido y se ofendió.
—Por supuesto —dijo, alejándose y dejando a Hawks T solo en el suelo, como un niño en la noche.
Permaneció tendido allí de esa forma durante varios momentos antes de que uno de los técnicos que permanecían formando un círculo a su alrededor se percató de que quizá deseara compañía y se arrodilló a su lado, al alcance del restringido campo de visión que había a través de la abertura del visor.
5
Hawks L contempló al observador en jefe cerrar su libro de notas.
—Creo que esto lo completa —le comentó al hombre.
Barker, que se hallaba a su lado en la mesa de acero, asintió dubitativo.
—Yo no vi ningún lago de fuego —le dijo a Hawks.
Hawks se encogió de hombros.
—Yo no vi ningún arco de cristal verde roto en su lugar. —Se incorporó y se dirigió al equipo de observación—: Caballeros, si son tan amables de colocamos los visores en su lugar, emprenderemos nuestro camino.
Los observadores hicieron un gesto afirmativo y dieron un paso adelante. Cuando acabaron, giraron y se marcharon de la sala por la escotilla hermética hacia el interior del bunker, de modo que Hawks y Barker quedaron solos para poder emplear la escotilla exterior. Hawks gesticuló impaciente cuando la válvula de su casco comenzó a extraer una vez más aire de sus tanques, con ese breve suspiro que llenaba el casco.
—Vamos, Al —dijo—. No disponemos de mucho tiempo.
—Sí que es bueno tener a gente a tu alrededor para que te dé una palmada en la espalda cuando has hecho algo bueno —dijo Barker amargamente mientras salían por la escotilla.
Hawks sacudió la cabeza.
—Esta gente de aquí no siente ningún interés por nosotros como individuos. Quizás hoy debieron tenerlo, pero no habría sido muy bueno que rompieran esa costumbre. No lo olvide, Al…, para ellos, usted nunca ha sido más que una sombra en la noche. Sólo la última de muchas sombras. Y vendrán otros hombres aquí arriba para morir. Habrá momentos en los que los técnicos bajarán la barrera. Quizás exista el motivo para que usted, o incluso yo, volvamos aquí. Estos hombres del bunker nos observarán, grabarán lo que vean, harán lo mejor que esté a su alcance para ayudarnos a sacar información de esa cosa… —Abarcó con un gesto la masa de obsidiana que se derrumbaba perpetuamente para reerigirse perpetuamente, cambiando en el mismo lugar, cerniéndose sobre el bunker, ora reflejando la luz de las estrellas, ora de un negro profundo y sin brillo—. Este enorme acertijo. Pero usted y yo, Al, para ellos, sólo somos una especie de herramientas. Y así ha de ser. Ellos tienen que vivir aquí hasta que llegue el día en que el último técnico desmonte la última pieza de esta cosa. Y entonces, cuando eso ocurra, esta gente del bunker tendrá que enfrentarse a algo sobre lo que han evitado pensar en todo este tiempo.
Hawks y Barker prosiguieron por el sendero.
—¿Sabe, Hawks? —comentó incómodo Barker—. Casi no deseaba salir.
—Lo sé.
Barker agitó las manos en un gesto de indecisión.
—Ha sido la cosa más difícil de mi vida. Casi le conduzco a usted a la trampa que me atrapó la última vez. Y, luego, casi me quedo inmóvil a esperar que nos cogiera. Hawks, yo…, no lo sé. No quería salir. Tenía la sensación de que iba a perder algo. ¿Qué? Lo desconozco. Pero me quedé ahí, y de repente supe que había algo precioso que se perdería si salía a la superficie de la Luna.
Hawks, que caminaba con paso firme al lado de Barker, giró la cabeza para mirarle por primera vez desde que dejaran el bunker.