– ¿Qué demonios puede haber aquí? -me gritó en tono de protesta-. Es como si nunca hubieras visto una ciudad universitaria en tu vida. Si has visto una, las has visto todas. ¡Lo que pasa es que estás tratando de impresionar a mi amiga con tu sensibilidad!
Pero no era el caso, y con vehemencia les dije que estaba genuinamente impresionado por la belleza que me rodeaba. Sentía tanta esperanza en esos edificios, tanta promesa, y sin embargo no podía expresar mi estado subjetivo.
– ¡He asistido a la escuela casi toda mi vida! -dijo mi novia entre dientes-. ¡Y estoy harta y cansada! ¡Nadie va a encontrar ni mierda aquí! No son más que cuentos y ni siquiera te preparan para enfrentarte a las responsabilidades de la vida.
Cuando dije que quería estudiar allí, se puso aún más fúrica.
– ¡Ponte a trabajar! -me gritó-. ¡Ve y enfréntate a la vida de ocho a cinco y déjate de mierdas! ¡Eso es lo que es la vida: trabajar de ocho a cinco, cuarenta horas por semana! ¡Mira el resultado! Mírame a mí: estoy super-educada y no estoy preparada para un empleo.
Lo único que yo sabía es que nunca había visto un lugar tan bello. Hice la promesa que iría a estudiar a UCLA, no importaba cómo, pasara lo que pasara, contra viento y marea. Mi deseo tenía todo que ver conmigo y a la vez, no estaba impulsado por una necesidad de gratificación inmediata. Era más bien una cuestión en el reino del asombro.
Le dije a don Juan que el enojo de mi novia me había sacudido tanto que empecé a verla de manera distinta, y que según mi recuerdo, fue la primera vez que un comentario había suscitado en mí tan fuerte reacción. Vi facetas de carácter en mi novia que no había visto anteriormente, facetas que me llenaron de un miedo espantoso.
– Creo que la juzgué muy mal -le dije a don Juan-. Después de nuestra visita a la universidad, nos fuimos distanciando. Era como si UCLA nos hubiera dividido. Yo sé que es absurdo pensar así.
– No es absurdo -dijo don Juan-. Es una reacción totalmente válida. Mientras caminabas por la universidad, estoy seguro de que tuviste un encuentro con el intento. Hiciste el intento de estar allí, y tenías que soltarte de cualquier cosa que se te opusiera.
»Pero no exageres -prosiguió-. El toque del guerrero-viajero es muy ligero, aunque muy cultivado. La mano del guerrero-viajero empieza como una mano de hierro, pesada y apretada, pero se convierte en la mano de un duende, una mano de telaraña. Los guerreros-viajeros no dejan señas ni huellas. Ése es el desafío del guerrero-viajero.
Los comentarios de don Juan me hicieron caer en un profundo estado taciturno de recriminaciones contra mí mismo. Sabía, a través de lo poco que había recordado, que yo era de mano pesada en extremo, obsesivo y dominante. Le comenté mis reflexiones a don Juan.
– El poder de la recapitulación -dijo don Juan- es que revuelve todo el desperdicio de nuestras vidas y lo hace salir a la superficie.
Entonces don Juan delineó las complejidades de la conciencia y de la percepción, que eran la base de la recapitulación. Empezó por decir que iba a presentar un arreglo de conceptos que bajo ninguna condición debía tomar como teorías chamánicas, porque era un arreglo formulado por los chamanes del México antiguo como resultado de ver energía directamente como fluye en el universo. Me advirtió que me iba a presentar las unidades de este arreglo sin ninguna tentativa de clasificarlas o de colocarlas según una norma predeterminada.
– No estoy interesado en clasificaciones -prosiguió-. Has estado clasificando todo a lo largo de tu vida. Ahora, por fuerza, vas a alejarte de las clasificaciones. El otro día, cuando te pregunté si sabías algo acerca de las nubes, me diste los nombres de todas las nubes y el porcentaje de humedad que se debe esperar de cada una de ellas. Eras un verdadero meteorólogo. Pero cuando te pregunté si sabías qué podías hacer personalmente con las nubes, no tenías idea de lo que estaba hablando.
»Las clasificaciones tienen su mundo propio -continuó-. Después de que empiezas a clasificar cualquier cosa, la clasificación adquiere vida propia y te domina. Pero como las clasificaciones nunca empezaron como asuntos que dan energía, siempre se quedan como troncos muertos. No son árboles; son sencillamente troncos.
Me explicó que los chamanes del México antiguo vieron que el universo en general está compuesto de campos de energía bajo la forma de filamentos luminosos. Vieron billones por donde fuera que vieran. También vieron que estos campos de energía se configuran en corrientes de fibras luminosas, torrentes que son fuerzas constantes, perennes en el universo; y la corriente o torrente de filamentos que se relaciona con la recapitulación, fue nombrada por aquellos chamanes el oscuro mar de la conciencia, y también el Águila.
Declaró que los chamanes también descubrieron que cada criatura del universo está atada al oscuro mar de la conciencia por un punto redondo de luminosidad que era aparente cuando esas criaturas eran percibidas como energía. Don Juan dijo que sobre ese punto de luminosidad, que los chamanes del México antiguo llamaron el punto de encaje, la percepción se encaja a través de un aspecto misterioso del oscuro mar de la conciencia.
Sostuvo que bajo la forma de filamentos luminosos, billones de campos energéticos del universo en general convergen y atraviesan el punto de encaje de los seres humanos. Estos campos energéticos se convierten en data sensorial, y esta data sensorial se interpreta y es percibida como el mundo que conocemos. Don Juan siguió explicando que lo que convierte las fibras luminosas en data sensorial es el oscuro mar de la conciencia. Los chamanes ven esta transformación y la llaman el resplandor de la conciencia, un brillo que se extiende como nimbo alrededor del punto de encaje. Me advirtió que iba a hacer una declaración que, según los chamanes, era central para comprender el alcance de la recapitulación.
Dando enorme énfasis a sus palabras, dijo que lo que en los organismos llamamos sentidos no son más que grados de conciencia. Mantuvo que si aceptamos que los sentidos son el oscuro mar de la conciencia, tenemos que admitir que la interpretación que los sentidos hacen de la data sensorial es también el oscuro mar de la conciencia. Me explicó con gran detalle, que el enfrentar el mundo que nos rodea bajo las condiciones que lo hacemos es el resultado del sistema de interpretación de la humanidad, con el cual todo ser humano está provisto. También dijo que todo organismo que existe debe tener un sistema de interpretación que le permita funcionar en su medio.
– Los chamanes que vinieron después de las agitaciones apocalípticas que te contaba -continuó-, vieron que al momento de la muerte el oscuro mar de la conciencia tragaba, por decirlo así, la conciencia de las criaturas vivas a través del punto de encaje. También vieron que el oscuro mar de la conciencia tenía un momento de, digamos, vacilación al enfrentarse con chamanes que habían hecho un recuento de sus vidas. Sin saberlo, algunos habían hecho ese recuento tan minuciosamente, que el oscuro mar de la conciencia tomaba la conciencia de sus experiencias de vida; pero no tocaba su fuerza vital. Los chamanes habían descubierto una verdad gigantesca acerca de las fuerzas del universo: El oscuro mar de la conciencia sólo quiere nuestras experiencias de vida, no nuestra fuerza vital.