En ese momento, se abrió la puerta de atrás del restaurante, la que conducía al estacionamiento, y entró un personaje extraño; un hombre, quizá de cuarenta años, desarreglado y demacrado, pero de buenas facciones. Durante años, yo lo había visto vagando por UCLA, interactuando con los estudiantes. Alguien me había dicho que era un paciente externo del hospital de veteranos de guerra que quedaba cerca. Parecía estar desquiciado. Lo había visto repetidas veces en Ships, amontonado sobre una taza de café, siempre en el mismo rincón de la barra. También había observado cómo esperaba afuera, siempre mirando por la ventana, vigilando a ver cuándo se desocupaba su banca predilecta, si alguien la ocupaba.
Al entrar, se sentó en su lugar de costumbre y entonces me miró. Los dos nos miramos. Al momento, lanzó un grito despavorido que me dio escalofríos a mí y a todos los que estaban allí presentes. Todos me miraron con ojos abiertos, algunos, con la comida sin masticar cayéndoseles de la boca. Obviamente, pensaban que era yo el que había gritado. Había habido precedentes, el golpe sobre la barra y la carcajada en voz alta. El hombre saltó de su banca y salió corriendo del restaurante, mirando hacia atrás, hacia mí, mientras hacía gestos agitados con las manos encima de su cabeza.
Me entregué a un impulso y corrí detrás del hombre. Quería que me dijera lo que había visto en mí que lo había hecho gritar. Lo alcancé en el estacionamiento y le pregunté que me dijera por qué había gritado. Se tapó los ojos y gritó aún con más fuerza. Estaba como un niño, aterrado por una pesadilla, gritando a voz pelada. Lo dejé y regresé al restaurante.
– ¿Qué te pasó, corazón? -me dijo la mesera con una mirada preocupada-. Pensé que nos habías abandonado.
– Fui a ver a un amigo -dije.
La mesera me contempló e hizo un gesto de fingido enojo y sorpresa.
– ¿Ese tipo es tu amigo? -me preguntó.
– El único amigo que tengo en el mundo -dije, y era la verdad, si podía definir «amigo» como alguien que ve a través del barniz que nos cubre y que sabe de dónde venimos realmente.
FIN