– Dios mío, lo que nos faltaba. Apuesto lo que sea a que su futura esposa es una bailarina del vientre de dieciséis años. ¿Me equivoco?
– Bueno, tiene dieciséis años, sí, pero allí las restricciones respecto a la edad no son tan estrictas como aquí.
Me eché a reír.
– Me pregunto qué debe de ver en el millonario P. W. -comenté con sarcasmo.
– ¡Quién sabe! En cualquier caso, pensé que antes de volver a embarcarme en la emisora debía hablar con él o con Alan, y todo fue bien excepto por algo que dijo P. W.
– ¿Qué?
– Resulta que quiere vender todas sus acciones, ¿lo sabías?
– No tenía ni idea -respondí-. ¿Desde cuándo?
– Bueno, según él, hace poco que lo decidió, pero aún no ha hecho nada al respecto. Esperará a que pase la boda y demás, y luego venderá todas sus acciones del canal. Al parecer quiere fundar una emisora de radio en las Bermudas con las ganancias.
– ¡Una emisora de radio! -exclamé intrigado-. ¡Qué curioso! ¿No tendrás su número de teléfono por casualidad?
– Pues sí. ¿Tienes papel y lápiz a mano?
– Sí, claro. Será mejor que me lo pases antes de que llegue a oídos de otras personas. -Apunté el número y lo dejé al lado del teléfono para utilizarlo de inmediato-. Si vienes mañana tendré los contratos redactados.
– Sí, pero no me esperes muy pronto. Por una vez me gustaría dormir.
– De acuerdo. Te espero al mediodía. Me gustaría contarte algo, ¿puedo confiar en tu discreción?
– Por supuesto. ¿Acaso no he confiado en la tuya al hablarte deP.W.?
– Por esa razón quiero que me aconsejes acerca de algo. Se trata de la persona que quiero poner al frente de la emisora cuando me vaya. Escucha lo que voy a decirte, y no me interrumpas hasta que acabe. Es una buena idea, mucho mejor de lo que puedas creer.
Primera reunión: Tommy llegó a las once en punto a mi despacho, lo cual me alegró, ya que me esperaba un día muy ajetreado y deseaba resolver esos problemas antes de Navidad. Al principio me costó reconocerlo. Llevaba dos semanas sin verlo, desde la tarde en que le había contado mi vida, y en ese tiempo habíamos mantenido un par de breves conversaciones por teléfono. Se había tomado una semana de vacaciones, si puede llamarse así, en una clínica de adelgazamiento y se había apuntado a un programa de rehabilitación para drogadictos como paciente externo; me sentía muy orgulloso de él.
– Tommy -lo saludé mientras entraba tranquilamente en mi despacho tras sortear a mi secretaria, que, embelesada por su presencia, no había creído necesario anunciarlo-. ¿Qué te has hecho?
Se había cortado el pelo dejándose un tupé al estilo francés. En lugar de lentillas, llevaba unas gafas redondas de montura de concha. Vestía un traje informal y ligero. Tenía un aspecto más saludable del que le había visto en mucho tiempo.
– He decidido pasar un poco más inadvertido, aunque sé que no tardarán en olvidarme.
– Estás muy cambiado, la verdad -dije, impresionado por su aspecto serio-. Tienes muy buena pinta. ¿Es para un nuevo personaje?
– No, es para mí -repuso entre risas-. ¡Como si fueran a darme otro papel! ¿Te imaginas lo que tendrían que pagar a la compañía de seguros por mí?
– Pues ahora que lo dices… -Le indiqué que tomara asiento frente a mí-. Pero entiendo a qué te refieres. Siéntate. ¿Te apetece un café?
– Prefiero un té.
Pedí las infusiones por el interfono.
– Caramba -prosiguió, mirando alrededor con aire despreocupado-, no tienes un despacho muy alegre que digamos, ¿Quién se supone que eres, el avaro Mister Scrooge de Dickens?
– No; soy el Fantasma de las navidades Pasadas, pero no he tenido tiempo de poner las decoraciones navideñas. No vale la pena. Los años pasan tan deprisa que antes de que te des cuenta ya vuelves a estar en Navidad.
– Y has vivido tantos años, ¿no? -Me guiñó un ojo con expresión risueña.
Aunque no se me escapaba su escepticismo, también advertía que en el fondo me creía, pues me trataba con un respeto y un nerviosismo nada habituales en él.
– Unos cuantos, sí -admití-. Por cierto, ¿cómo está Andrea? -pregunté para cambiar de tema. No tenía ganas de volver sobre lo mismo. Era la única persona a quien le había confiado mi historia de doscientos cincuenta y seis años, y era probable que pasara mucho tiempo antes de que volviera a contarla. Si la creía o no era su problema.
– Está inmensa -respondió, y soltó una carcajada-. No le queda nada; tiene miedo de parir mañana.
– Sí, eso me dijo. Bueno, ya se verá.
– Estamos pensando en casarnos -anunció.
– ¿De verdad? -dije, sorprendido.
– Por el momento sólo es una idea. Se ha portado muy bien conmigo estos últimos dos meses. Si al final decidimos contraer matrimonio, esperaremos un año por si cambiamos de idea. No queremos casarnos sólo por el niño.
– Me parece razonable -dije. Cogí un pisapapeles de encima del escritorio. Lo había robado en Dover en 1759 y era una de las pocas posesiones que me habían acompañado en mis viajes por el mundo. Lo examiné con detenimiento mientras elucubraba el modo de abordar la propuesta que quería plantear a mi sobrino-. Tommy, me gustaría hablar contigo.
– Me lo imaginaba. Cuando me llamaste parecía algo muy urgente.
– Bueno, en realidad no lo es tanto, pero me gustaría encontrar una solución. En primer lugar, ¿qué planes tienes para el futuro? ¿O todavía no has decidido nada?
Suspiró y alzó la mirada al techo como si le hubiera preguntado sobre el sentido de la vida.
– No lo sé -respondió tras una larga pausa-. Para serte sincero, no tengo ni idea.
– No te contratarán otra vez en la serie, ¿verdad? Mucho menos ahora que estás cambiando de vida.
– No. -Sacudió la cabeza enérgicamente-. A la gente le importo un pimiento, de modo que ya no soy noticia. Tengo un contrato para un par de semanas más en los próximos dos meses, y después me enfermarán de cáncer de testículos. Será rápido y doloroso.
– Vaya, lo siento. -Estuve a punto de consolarlo y preguntarle si podía hacer algo por él.
– Bueno, siempre quedó abierta la posibilidad de que volviese a enfermar -continuó con tristeza-. Estábamos preparados para esa eventualidad. ¡Qué le vamos a hacer! De manera que cuando vuelva de mis vacaciones de tres meses en Estados Unidos, me ingresarán directamente en el hospital, donde me mantendrán vivo el tiempo suficiente para que me entere de que l'ina espera un hijo mio y para liarme con una enfermera a la que despedirán un par de semanas más tarde, por lo que se convertirá en camarera del pub del barrio. O sea, lo típico. Esperan convertirla en la próxima Sandy Bradshaw.
– No me digas -murmuré distraído-. Entonces ya está, fin del capítulo.
– Han sido nueve largos años.
– En ese caso fin del novelón. No importa. Todas las buenas novelas tienen un epílogo, y tú no constituirás una excepción. ¿Qué dice tu agente? ¿Algún trabajo en perspectiva? ¿Vas a sorprendernos a todos renaciendo de las cenizas como el ave fénix?
Se echó a reír y negó con la cabeza.
– ¡Pues no falta tiempo para que vuelvan a darme un papel! Tío Matt, nadie confía en mí. Este año tendré suerte si consigo un trabajo en un teatro de marionetas. No sabes lo que me jode, pues sé que soy un buen actor.
– Estoy convencido de que lo eres.
– Y conozco el negocio como pocas personas. No puedes pasarte media vida en algo y no aprender de todo un poco. -Se encogió de hombros y añadió-: No tengo ni idea de lo que voy a hacer.
– Bien. -Dejé la taza sobre la mesa y me incliné hacia Tommy-. De eso precisamente quería hablar contigo. Se trata de un empleo. Creo que tengo una oferta que hacerte.
– No quiero caridad, tío Matt.
Me causó gracia el comentario, sobre todo al pensar en los miles de libras que como un idiota le había ido dando durante los últimos años para pagar su drogadicción. Entonces no había mostrado esa dignidad.