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– Felicidades -dije cuando me dio la feliz noticia-. ¿Cómo está Andrea?

– Cansada, pero se recuperará pronto. No fue un parto difícil. Bueno… al menos para mí.

Reí.

– Me alegro mucho por vosotros.

– Gracias, tío Matt. Oye, te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí, de verdad. Es un nuevo comienzo. Siento que mi vida empieza hoy. He dejado la serie y he recuperado la salud. Tengo una familia y un buen trabajo. -Hizo una pausa y no supe qué decir. Tommy estaba claramente agradecido, y haberlo ayudado por una vez me llenaba de satisfacción-. Muchas gracias.

– De nada. ¿Para qué están los tíos sino para echar una mano a sus sobrinos? Dime, ¿cómo lo llamarás? ¿Sabes?, no hemos usado el simple nombre de Tom en unos ochenta años. ¿Qué te parece? O quizá Thomas. ¿Te suena demasiado formal para un bebé?

Tommy soltó una carcajada.

– No creo que le pongamos ninguno de los dos.

Parpadeé sorprendido.

– Pero ¡es la tradición! -protesté-. Todos tus antepasados han llamado a su…

– Estamos pensando en ponerle Eve.

– ¿Eve?

– Sí, es una niña, tío Matt. Lamento decepcionarte, pero hemos tenido una niña. Me temo que he roto el ciclo. ¿Crees que podrás relacionarte con una sobrina para variar?

Reí con ganas y negué con la cabeza.

– Bueno, la verdad es que… -Hice una pausa, atónito por la noticia-. ¡Una niña! No sé qué decir.

Colgué el auricular y permanecí inmóvil unos segundos, perdido en mis pensamientos. No me esperaba una niña, pero me parecía bien. Estaba contento por Tommy y por Andrea. Era un comienzo, un nuevo linaje. Quizá en adelante ya no hubiera ningún Tommy. Al final desperté de mi ensueño y me dirigí lentamente al salón. Entré en el cuarto de baño y encendí la lámpara de encima de la pila tirando del cordel. Abrí el grifo y dejé que el agua fría corriera por mis manos. Me estremecí, y al secarme con la toalla, vi mi rostro reflejado en el espejo. No cabía la menor duda: tenía muy buen aspecto para un hombre de mi edad. Pero al mirar más atentamente distinguí unas pequeñas arrugasdebajo de los ojos que no tenía unas semanas atrás. El pelo, hasta entonces de tonos plateados, empezaba a volverse blanco. Y debajo de la oreja izquierda tenía algo que identifiqué como una mancha de la vejez. Miré mi reflejo conteniendo la respiración, asombrado.

Tiré del cordel bruscamente y la luz se apagó.

John Boyne

***