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Delante del hospital se encontraba un locutor llamado Roach Henderson, con el aspecto del hombre que querría estar en cualquier otra parte del mundo antes que ahí de pie, con ese I río gélido, temiendo que se le volara el peluquín en mitad de la retransmisión. No lo conocía más que superficialmente. Su nombre verdadero era Ernest, pero a los veinte años había decidido cambiárselo por el de Roach. Tal vez recibiera una fuerte influencia de los presentadores de noticias estadounidenses y creyera que tener un nombre de pila raro le proporcionaría credibilidad y un despacho con calefacción en el estudio. En los últimos veinte años no había conseguido ni una cosa ni la otra.

«Roach -lo llamó el locutor del estudio, Colin Molton, con cara de preocupación mientras se daba golpecitos con el bolígrafo en los labios y miraba la pantalla en que aparecía la imagen del reportero-, ¿qué puedes decirnos sobre el estado de Tommy DuMarqué? Roach», repitió, para indicar que ahora le tocaba hablar al reportero.

«Bien, como todos ustedes saben -empezó Roach, haciendo caso omiso de la pregunta y dispuesto a soltar el discurso que llevaba preparado-, Tommy DuMarqué es uno de los actores más reconocibles del país. -Puso un extraño énfasis en la palabra «reconocibles»-. Su carrera se inició hará unos ocho años, interpretando el papel de Sam Cutler en una exitosa telenovela.

A continuación aparecieron en el televisor unas fotografías y una breve escena de años atrás-. Habiendo destacado, además, rn el mundo de la música pop y como modelo, lo cierto es que el estado de Tommy DuMarché tendrá en vilo tanto al público en general como a los profesionales del espectáculo. Colin», concluyó en el mismo tono en que podría haber dicho «cambio» por walkie-talkie.

«Entonces, ¿cuál es su estado? Roach», inquirió de nuevo Colin.

«Los médicos dicen que crítico pero estable. Aún ignoramos lo que le ocurrió exactamente a Tommy DuMarqué, pero, según las últimas noticias, parece que sufrió un colapso en unadiscoteca de moda de Londres poco después de la una de la pasada madrugada. -Mentira, pensé-. Fue traído aquí rápidamente. Aunque al parecer estaba consciente cuando llegó, poco después entró en coma, y desde entonces permanece en ese estado. Colin.»Colin parecía muy afectado, como si su propio hijo estuviera postrado en el hospital.

«Es joven, ¿verdad, Roach?»«Sólo tiene veintidós años, Colin.»«¿Crees que las drogas han tenido algo que ver en el asunto? Roach.»«Aún no podemos afirmarlo, pero es sabido que Tommy DuMarqué lleva una vida un tanto extravagante. Puede vérsele en las discotecas siete noches por semana. He oído decir que, al advertir que Tommy estaba perdiendo el control de su vida, ciertos productores de la BBC querían ingresarlo en un centro de desintoxicación. Sus continuos retrasos han ocasionado más de un problema; además, hace poco una importante columnista publicó un artículo comprometido sobre cierto personaje que la mayoría identificó con Tommy, en el que describía con todo detalle su vida desenfrenada y sus hábitos sexuales. Colin.»Observé que cada vez que enfatizaba una palabra movía la cabeza hacia un lado.

«Supongo que tendrá a toda la familia alrededor de su lecho de enfermo. Roach.»«Por desgracia, los padres de Tommy DuMarqué murieron años atrás, pero su novia está a su lado y, según tengo entendido, un tío suyo ha pasado por el hospital esta mañana a primera hora. Aún se desconoce si Sarah Jensen, personaje de la subtrama romántica que hace de cuñada de Tina Cutler en la serie y cuyo lío amoroso con Sam ha cautivado a millones de corazones los últimos meses, tiene intención de visitar a DuMarqué. En cuanto llegue lo haremos saber. Colin.»Sin siquiera despedirse, Colin dio media vuelta en su silla para encarar la cámara y la imagen de Roach se esfumó. Colin prometió mantenernos informados sobre el asunto a lo largo del día y a continuación su rostro cambió completamente para contarnos que un panda llamado Muffy acababa de nacer en el zoo de Londres. Estuve a punto de vestirme para ir a comprar los periódicos, pero me dio pereza encontrarme con Tommy en todas las portadas, de modo que puse música y cerré los ojos para alejarme de los problemas que me acuciaban, al menos por un rato.

Lee Hocknell boqueó como un pez fuera del agua sin saber qué decir. Su sorpresa era absurda, pues cualquiera habría imaginado que tras oír las noticias de lo sucedido iría al hospital. Aun cuantío había tenido muchos sobrinos a lo largo de mi vida, Tommy era el único que seguía vivo. Lee iba vestido bastante a la moda y observé que había cambiado considerablemente desde la última y única vez que lo había visto. Llevaba el pelo medio rapado y con algunas coletas, una indudable mejora en comparación con las melenas hippies que lucía en el funeral de su padre.

– Señor Zéla -me saludó finalmente cuando le solté el brazo y le dirigí una mirada de furia-. No lo he visto…

– ¿Qué demonios estás haciendo aquí? -insistí aproximándome más a él-. ¿Cuándo has venido? ¿Cómo te has enterado?

Dio un paso atrás, como si el modo en que se había enterado de la sobredosis de Tommy fuera lo más evidente del mundo, y enseguida supe por qué.

– Fui yo quien lo trajo aquí -replicó-. Estábamos en una discoteca, ¿sabe?, y de pronto Tommy empezó a comportarse de forma muy extraña y se vino abajo. Pensé que había muerto. Llamé a una ambulancia y lo traje al hospital. Por el camino despertó, así que pensé que se repondría rápido, pero ahora me dicen que está en coma. ¿Es verdad?

– Sí -musité, preguntándome qué demonios estaría haciendo Lee Hocknell en compañía de mi sobrino en una discoteca. Al echar un vistazo alrededor divisé un rincón tranquilo cerca de la recepción, y me dirigí con paso firme hacia él. Una vez allí miré a Lee con la expresión más amenazadora de que fui capaz conminándolo a que tomara asiento a mi lado, y añadí-.

En primer lugar, me gustaría saber qué estabas haciendo con Tommy. No sabía que os conocíais.

Bajó la mirada al suelo y suspiró. Por un instante me pareció un niño pequeño pillado en falta que intentase salir del apuro con una mentirijilla. Cuando volvió a mirarme a la cara, se mordió el labio inferior, visiblemente nervioso. Fuera lo que fuese lo que había ocurrido, estaba claro que la situación se les había ido de las manos.

– Lo llamé por teléfono para hablar del guión. Pensé que me entendería mejor con él que con usted. Dejé mi nombre en el estudio y me dijeron que me devolvería la llamada en cuanto pudiese. Y así fue.

– Claro, cómo no iba a llamarte -comenté con severidad-. Ambos habíamos recibido tus cartas y el guión.

– Sí -murmuró, rehuyendo mi mirada-. En cualquier caso, hablé con Tommy por teléfono y le dije que quería verlo. No las tenía todas consigo, y propuso que quedáramos con usted también. Enseguida le advertí que no estaba intentando hacerles chantaje ni obligarlos a nada. Sólo quería hablar con él, que me diera algún consejo. Como usted mismo me dijo, Tommy conoce el mundo televisivo a fondo, y pensé que podría ayudarme. -Suspiró y vaciló antes de continuar, como si deseara sinceramente que nada de todo aquello hubiera ocurrido-. Tommy accedió a encontrarse conmigo, de modo que quedamos ayer por la noche para tomar una copa, y de repente los acontecimientos se precipitaron. Aunque la verdad es que nos entendimos perfectamente -añadió mientras se le iluminaba la cara; de pronto el chantajista se había esfumado para dejar paso a un admirador incondicional de las estrellas de la tele-. Nos tronchamos de risa. Nos parecemos mucho, ¿sabe?