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Sí, todo había salido bien la para señorita Briggeham, y él estaba preparado para dejar de preocuparse por ella… hasta que ésta manifestó sus ridículas intenciones. Eric se sacudió mentalmente ¿Qué podría llegar a hacer? Nada. Simplemente había hecho una afirmación, tal como hacían muchas mujeres. Sólo que en vez de declarar que le encantaría poseer un diamante de veinte quilates, la señorita Briggeham deseaba ayudar al Ladrón de Novias. No eran más que palabras pronunciadas en el calor del momento, y no significaban nada.

Exactamente. Ahora podía dejar de pensar en ella, en aquellos enormes ojos que reflejaban una fascinante mezcla de inteligencia, inocencia, seriedad, malicia y vulnerabilidad. El hecho de que aquellos ojos lo hubieran mirado con frío desdén en vez de calor lo inquietaba de un modo inexplicable… pero lo olvidaría.

Del mismo modo que olvidaría aquellos labios cautivadores y aquella figura llena de curvas, más propias de una espléndida cortesana que de una jovencita de campo.

Al salir de la galería, acertó a verla dirigiéndose hacia el vestíbulo, con su madre a la zaga.

Con todo, acaso viera una vez más a la señorita Briggeham, sólo para cerciorarse de que no había querido decir nada con aquel comentario. Sí, era una idea excelente. Tomaría nota de hacerle una visita la semana próxima.

Quizás incluso mañana mismo.

6

La mañana siguientes a la fiesta de la señora Nordfield, Sammie estaba sentada frente a su escritorio, hojeando las páginas color marfil de su diario íntimo, el lugar donde vivían todas sus fantasías secretas. Se detuvo en una entrada que llevaba fecha de tres meses antes.

Era el hombre más guapo que había visto nunca, aunque su belleza tenía poco que ver con sus apuestos rasgos y su físico varonil. Había en sus ojos una amabilidad, una generosidad de espíritu que me atraían, junto con el hecho de que él pasaba por alto defectos que otros no perdonaban. Y en efecto, afirmaba que aquellos rasgos que los demás consideraban peculiares a él le resultaban entrañables. Me miraba como si fuera la mujer más bella que hubiera visto nunca. Sus ojos resplandecían de amor, un amor que me reconfortaba, pero en su mirada había algo más…, un oscuro deseo que me provocó un escalofrío.

Me tocó el rostro con delicadez y al hacerlo le temblaron las manos, igual que las mías. Entonces fue bajando la cabeza lentamente hasta que su boca quedó a escasos centímetros de la mía.

– Eres todo lo que siempre he querido -susurró contra mis labios, y sentí su suave aliento en mi piel. Sin duda estaba oyendo el retumbar de mi corazón, porque parecía a punto de estallarme en el pecho.

Su boca rozó levemente mis labios, y mi pulso se disparó como si tuviera alas. Después me estrechó entre sus fuertes brazos y apoyó mi cabeza bajo su barbilla.

– Te amo, Samantha. Quiero que viajemos por el mundo y compartamos emocionantes aventuras juntos.

Aspiré su maravilloso aroma y asentí con la cabeza. Había encontrado al hombre de mi vida.

Sammie exhaló un profundo suspiro y cerró el diario con suavidad. ¿De verdad era tan ingenua sólo tres meses atrás? Naturalmente, tres meses antes nunca se había interesado por ella un caballero. Sin embargo, ahora comprendía cuán tontas y profundamente irreales eran sus fantasías.

Por lo que había podido ver hasta el momento, un hombre así, como el que ella había creado en las páginas de su diario, simplemente no existía. Si bien eran sumamente corteses, al menos en apariencia, ninguno de los caballeros que ahora le concedían sus atenciones le resultaba atractivo; ninguno deseaba hablar de temas con contenido, y no pasaba inadvertida la mirada vidriosa de sus ojos cuando ella intentaba hacerlo. Y aunque le trajeran ponche y conversaran con ella, parecía como si les resultara transparente, hasta que desviaban la conversación hacia el tema del Ladrón de Novias; entonces su atención se centraba en ella como si fuera un espécimen colocado bajo un microscopio.

Pero ninguno de ellos se interesaba por su persona, por lo que pensaba o sentía; ninguno parecía compartir su pasión por la ventura ni su sed de conocimientos. Y si las compartían, desde luego no deseaban hablar de tales temas con ella. Su mente siempre le decía eso, aunque en lo más recóndito de su corazón albergaba una chispa de esperanza…

Sólo en aquellas páginas de vitela se atrevía a desvelar sus anhelos secretos; sueños necios y tontos que jamás se harían realidad, pero aun así no podía impedir que acudieran a su mente. Y a su corazón. De manera que en lugar de combatir dichos anhelos, los ponía por escrito y desahogaba todos sus sueños incumplidos de amor y aventura, y los leía una y otra vez en las noches solitarias en que el sueño la eludía.

Su madre y sus hermanas se quedarían estupefactas si superan que su mente lógica y práctica fantaseaba de semejante modo, y ponía cuidado en que no se enterasen. No podría soportar ver pintado en sus bellos rostros un bienintencionado pero no deseado sentimiento de lástima al saber que la “pobre Sammie” jamás llegaría a ver cumplidos sus queridos sueños, y que nunca encontraría a un hombre que abarcara todas sus fantasías femeninas…, un hombre que amase la aventura, la naturaleza, los animales, la ciencia.

Que la amase a ella.

Sí, habiendo crecido al lado de tres hermanas bellísimas sabía muy bien cuán fútiles eran sus anhelos. Los hombres admiraban la belleza por encima de todo. Y si una mujer no había sido agraciada con un rostro encantador, por lo menos debía poseer algún talento femenino como la conversación, sentido de la moda, capacidad para la música y el baile o una voz bonita al cantar.

No, no existía ningún hombre en el mundo que pudiese pasar por alto sus evidentes defectos. Pero sí existía en su mente, y en su diario, y continuaría escribiendo sobre él en aquellas páginas. Y soñando…

Todavía con aquellos pensamientos vagando por su mente, por un instante tuvo una visión del Ladrón de Novias que le causó un tibio hormigueo. Aquél sí era un hombre capaz de inspirar fantasía de aventura. Por primera vez en su vida, leyó con avidez las páginas de sociedad del Times en busca de comentarios sobre él. Resultaba bastante inquietante el que un grupo de hombres hubiera formado la Brigada contra el Ladrón de Novias. Ahora que se ofrecía por él una auténtica fortuna, el peligro que corría el Ladrón había aumentado de manera significativa. ¿Habría rescatado a alguna mujer más? ¿Se encontraría a salvo? Todas las noches, antes de acostarse, rezaba por su seguridad y suplicaba a Dios que cuidara de él.

Había sido discreta en las respuestas que daba a las preguntas que le formuló todo el mundo, desde el magistrado hasta los vecinos, en parte porque no quería decir nada que pudiera poner en peligro al Ladrón, pero también porque su corazón no podía compartir con nadie los maravillosos y fascinantes detalles del breve rato que habían pasado juntos.

El Ladrón de Novias. Sí, no había duda de que él personificaba muchas de las cualidades que poseía el hombre de sus fantasías. No olvidaría jamás el escaso tiempo que había pasado con él, la alegría y la emoción de atravesar velozmente el bosque a oscuras con un hombre que parecía más mítico que real.

Sin embargo era de carne y hueso, y sugería preguntas que la intrigaban. ¿Cómo sería debajo de aquella máscara? ¿Dónde vivía? Su imaginación evocó una fortaleza escondida, y a punto estuvo de echarse a reír ante ideas tan extravagantes. Por supuesto que no lo sabría nunca, pero lo que sí sabía era que se trataba de un hombre admirable, un hombre de sólidas convicciones y fibra moral. Desde luego no era un “bandido” como tantas personas pretendían, personas como lord Wesley.