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– Empaparlas en vinagre…

– O en coñac -terció Emily

– Y luego las introducen “donde ya sabes” -terminó Hermione.

– Y… hum… ¿para qué sirve eso? -inquirió Sammie, esperando que el “donde ya sabes” fuera lo que ella creía que era.

Un delicado eructo escapó de los labios de Emily

– Impide que el “ya sabes qué” llegue a “ya sabes dónde” y termine fabricando un bebé.

– . Tengo entendido que eso es bastante común -comentó Lucille-, pero yo también he oído que existe un aparato que los hombres pueden ponerse en su “ya sabes qué” y que impide que el “ya sabes qué” llegue a “ya sabes dónde”. -Se dio aire con la mano y se aflojó el pañuelo de encaje-. ¡Por Dios, sí que hace calor aquí!

– Bueno, pues yo he oído hablar -dijo Emily- de un método que requiere que el hombre se retire de “ya sabes dónde” antes de “ya sabes qué”.

El grupo se quedó en silencio por unos segundos, hasta que Hermione rompió a reír.

– ¡Santo cielo, Emily, no estoy segura de querer saber eso!

También Emily se echo a reír sin querer y enseguida se tapó la boca con la mano. Su risa fue contagiosa, y en pocos segundos las cuatro estaban dobladas por la cintura, partiéndose de risa.

– Bueno, por lo que a mi respecta, no soñaría siquiera con emplear ninguno de esos métodos -dijo Lucille secándose las lágrimas con el borde del vestido-. Tengo muchos deseos de ser madre.

– Yo también -dijo Hermione-. Aunque la idea de dar a luz me da bastante miedo. Una de nosotras debería tener un bebé, para que pueda contarnos a las demás qué se siente. Emily, voto por que la primera sea tú.

– ¿Yo? -Emily miró ceñuda a su hermana- ¿Y por qué no tú?

Hermione se volvió hacia Lucille.

– Tú e eres la que lleva casada más tiempo, Lucille. Debes ser tú la primera en tener un bebé.

– Muy bien. Ya que insistís, daré a luz antes de que termine el año.

– Oh, pero eso es imposible -se burló Emily-. Hacen falta nueve meses, y ya estamos en julio.

Lucille se limitó a enarcar las cejas al tiempo que esbozaba una ancha sonrisa. Sammie lo comprendió y lanzó una exclamación:

– No es imposible -dijo mirando a Lucille con asombro- si ya está encinta.

Hubo un silencio de asombro por unos instantes, y acto seguido estalló un verdadero revuelo cuando todas se pusieron a chillar al unísono, riendo, llorando, abrazándose y hablando a la vez.

– ¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?

– ¿Cómo te encuentras?

– ¡No tienes aspecto de estar embarazada!

– ¿Lo sabe mamá?

Lucille rió

– ¡Cielos, un poco más despacio! Lo sé desde hace unas semanas, pero quería decírselo a Richard antes que a nadie, y hasta ayer mismo no regresó de visitar a su madre.

– ¿Por eso no fuiste con él? -apunto Hermie.

Lucille asintió.

– Sospechábamos que podía estar encinta y no queríamos correr el riesgo que entraña un viaje tan largo. El médico lo confirmó mientras Richard se encontraba ausente. Por lo demás, me siento de maravilla y mi estado se hará evidente a lo largo de las próximas semanas. Hoy mismo le he dado la noticia a mamá, pero le hice prometer no contároslo, porque quería hacerlo yo misma.

Siguió otra ronda de abrazos. Después, Sammie se reclinó en su asiento y escuchó cómo Emily y Hermione bombardeaban con preguntas a Lucille.

Experimentó una punzada de anhelo y se rodeó con los brazos ¿Cómo sería llevar dentro el hijo del hombre al que una amaba, en el interior del cuerpo, sentirlo crecer? Un hijo que habrían creado juntos. A juzgar por la expresión radiante de Lucille, debía de ser una sensación maravillosa, muy hermosa.

Tener un hijo. Qué maravilloso que para Lucille fuera la mejor noticia del mundo. Qué triste que para ella representara un desastre total.

Por un instante anheló tener un esposo al que amar y un hijo, pero desechó aquel sueño imposible ocultándolo en lo más recóndito de su alma. Sus alternativas eran convertirse en una seca solterona o intentar vivir una aventura apasionada, y ahora que sabía cómo evitar el embarazo, nada la detendría.

Excepto lord Wesley.

Pero seguro que lograría convencerlo.

¿Verdad?

Sí, informándole de manera lógica de todas las razones por las que ambos deberían comenzar una relación, y junto con los datos que había sonsacado a sus hermanas, seguro que lograría convencerlo.

Pero, sólo por si acaso, supuso que no le haría ningún daño practicar las miradas de coqueteo en el espejo.

11

Del London Times,

La Brigada contra el Ladrón de Novias comunica que, con el fin de abarcar un territorio más amplio, piensa permitir que se incorpore a sus filas todo hombre que tenga una hija en edad de casarse. Quienes deseen unirse a la brigada deberán realizar una aportación monetaria a la recompensa que se ofrece por la captura del Ladrón de Novias.

Todos los plantes de Sammie en relación con lord Wesley quedaron frustrados a la mañana siguientes. Nada más terminar su desayuno en solitario -se le habían pegado las sábanas, algo nada propio en ella y que atribuyó a los excesos cometidos la noche anterior con sus hermanas-, entregó Hubert como una exhalación. El alboroto del muchacho le despertó un infame dolor de cabeza, y se apretó las sienes con los dedos en un débil intento de mitigarlo.

Antes de que pudiera suplicarle que anduviera de puntillas, su hermano le tendió un sobre sellado y le dijo sin resuello:

– Acaba de llegar esto para ti. Se lo dio a Cyril en los establos un muchacho al que no había visto nunca.

– ¿De veras? -Su nombre aparecía pulcramente escrito en una letra que le resultó desconocida-. ¿De quién es?

– No lo sé, pero tal vez sea de él.

Sammie se quedó inmóvil.

– ¿Quién?

– Lord Wesley. ¿No sería estupendo que esto fuera una invitación para usar de nuevo su Herschel?

La esperanza que vio brillar en los ojos de su hermano la conmovió. Dejó la nota sobre la mesa, le tomó de las manos y le dio un apretón. Luego, escogiendo las palabras con cuidado, le dijo:

– No deberías hacerte la ilusión de que vaya a invitarnos otra vez, Hubert. Aunque fue muy amable…

– Oh, pero a mí me dijo que podía volver cuando quisiera.

– ¿En serio? ¿Cuándo?

– En el momento de marcharnos, mientras tú subías al carruaje. Dijo que lamentaba mucho que tuviéramos que irnos tan pronto, sobre todo porque yo no había terminado de tomar notas. Dijo que regresara a terminarlas cuando quisiera -Se le encendieron las mejillas-. Estoy deseando hacerlo, pero no me atrevo sin que él especifique el día y la hora.

A Sammie se le hizo un nudo en la garganta, y se lo tragó.

– Eso ha sido muy generoso por parte de lord Wesley.

– Es un gran caballero -convino Hubert, cuya respiración se había recuperado-. Incluso con su título y su posición, se mostró… -Encogió sus estrechos hombros y desvió la mirada.

– Amable con nosotros -dijo Sammie con suavidad.

Se miraron a los ojos, y entonces se entendieron sin decir nada, dos personas más acostumbradas al ridículo que a la aceptación. La nuez de Hubert se movió en su cuello.

– Sí, creo que por eso me cabe bien… además de porque tenga un Herschel. Porque fue amable contigo.

Querido Hubert. Cielos ¿podría querer a aquel muchacho más de lo que lo quería ya? Volvió a apretarle las manos y le sonrió.

– Qué coincidencia. A mí me cabe bien porque fue amable contigo.

Una sonrisa iluminó la cara del chico.

– Bueno, todo el mundo dice que tú y yo nos parecemos -Señaló la carta con la cabeza- ¿Vas a leerla?

– Por supuesto

Cogió la misiva mientras Hubert tomaba asiento y untaba con mermelada de fresa una gruesa rebanada de pan, a modo de segundo desayuno. Tras romper el lacre, extrajo dos pliegos de vitela de color marfil.