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– Bill, ¿crees que es prudente hacer esto en directo? ¿Y si ese tipo es un fiasco? Estaremos acabados.

– Cassie -respondió él-, me gustaría que conocieras a Will Piper. Acabo de conversar con él durante un rato y puedo asegurarte que no es ningún fiasco.

– Solo quisiera recordarles -terció Zeckendorf- que le he aconsejado a Will que no responda a preguntas sobre el asesinato de los Lipinski o sobre las circunstancias en que resultó herido. Hay una investigación criminal en curso que no podemos comprometer.

Nancy se hizo a un lado cuando Cassie entró en la habitación. La presentadora se fue directa hacia la cama de Will y lo miró fijamente a los ojos.

– Bueno. Me han dicho que no es usted un fiasco.

– Me han llamado de muchas maneras, señora, pero esa no es una de ellas.

– Hacía muchos años que nadie me llamaba señora. ¿Es usted del sur, señor Piper?

– Del noroeste de Florida. La Riviera de los Palurdos.

– Bien. Es un placer conocerle en estas circunstancias tan extraordinarias. Estaremos en el aire dentro de diez minutos, así que tenemos que ir preparándonos. Quiero que esté relajado y que se comporte con naturalidad. Me han dicho que es posible que esta sea la entrevista con más audiencia de todos los tiempos. El mundo quiere conocer esta historia. ¿Está listo, señor Piper?

– No hasta que me llame Will.

– De acuerdo, Will. Vamos allá.

El director hizo con un gesto de la mano la cuenta atrás hasta uno y apuntó con el dedo a Cassie, que alzó la vista y empezó a leer en el teleprompter.

– Buenas noches, señoras y señores. Soy Cassie Neville, y hoy el programa 60 Minutes les ofrecerá una entrevista histórica y exclusiva desde esta habitación de hospital en Nueva York, donde el hombre que está en boca de todo el mundo nos dará su punto de vista sobre la que creo sinceramente que es la noticia más extraordinaria de nuestro tiempo: la revelación de que existe una Biblioteca misteriosa que predice el nacimiento y la muerte de todos los hombres, mujeres y niños del planeta. -Añadió una frase de su cosecha-. Me dan escalofríos solo de decirlo. Por si fuera poco, también se nos ha revelado que el gobierno de Estados Unidos ha mantenido en secreto desde 1947 la existencia de esta Biblioteca, que está oculta en Área 51, en Nevada, donde se utiliza para investigaciones clasificadas. Y esta noche me acompaña el hombre que ha hecho estas revelaciones, el ex agente del FBI, Will Piper, que no está aquí a título oficial; es más, ha sido un fugitivo que ha tenido que huir y esconderse de fuerzas del gobierno que han intentado silenciarlo. Pues bien, ya no es un fugitivo. Esta noche está conmigo para contarles su increíble historia. Buenas noches, Will.

Los nervios de Cassie empezaron a disiparse tras los primeros minutos de la entrevista. Will estaba tranquilo, se expresaba con fluidez y claridad y resultaba tan creíble que tanto ella como la audiencia estaban pendientes de cada palabra. Sus ojos azules y su rostro apuesto seducían totalmente a la cámara. En los planos que mostraban las reacciones de Cassie saltaba a la vista que la había cautivado.

Una vez establecidos los hechos, ella quería conocer su opinión sobre la Biblioteca, como si él fuera un tipo corriente, el vivo representante del hombre de a pie.

– Mi hermano John falleció el año pasado de forma inesperada a causa de un aneurisma -dijo Cassie, con una lágrima asomándole a los ojos-. ¿Alguien lo sabía, o podría haberlo sabido de antemano?

– Sí, tengo entendido que sí -respondió Will.

– Eso hace que me sienta enfadada -dijo ella.

– No es para menos.

– ¿Cree que su familia o él mismo deberían haber sido informados?

– Eso no me corresponde a mí decirlo. No soy una autoridad en cuestiones morales, pero creo que si alguien del gobierno dispone de esa información, debería facilitársela a quien se la pida.

– ¿Y si las personas no quieren saberlo?

– Yo no le daría a nadie esa información contra su voluntad.

– ¿Se buscó usted a sí mismo?

– Sí -contestó-. Estaré vivo al menos hasta 2027.

– ¿Y si en lugar de eso hubiera averiguado que iba a morir la próxima semana, o el mes que viene, o dentro de un año?

– Estoy seguro de que cada persona reaccionaría de un modo distinto, pero creo que yo personalmente me lo tomaría con calma y viviría al máximo cada día que me quedara. A lo mejor hasta resultarían ser los mejores días de mi vida.

Esta respuesta hizo sonreír a Cassie, que asintió en señal de aprobación.

– 2027. Usted ha dicho que los libros llegan hasta el año 2027.

– Así es. Hasta el 9 de febrero de ese año.

– ¿Por qué no van más allá?

– Yo diría que eso nadie lo sabe.

– Se hace referencia a algún suceso apocalíptico, ¿no es cierto?

– Estoy convencido de que la gente necesita verlo de ese modo -dijo Will con serenidad-. Pero es algo bastante vago, así que creo que no hay motivo para ponerse histérico.

– Esperemos que no. También ha dicho que se sabe muy poco de las personas que escribieron esos libros.

Will sacudió la cabeza.

– Está claro que poseían un poder extraordinario. Todo lo demás serían conjeturas por mi parte. Habrá hombres y mujeres mucho más capacitados que yo para opinar sobre eso. No soy más que un agente federal jubilado.

Neville adelantó la mandíbula, gesto con el que se había hecho famosa.

– ¿Es usted un hombre religioso?

– Me criaron como baptista, pero no soy lo que se dice muy religioso.

– ¿Puedo preguntarle si cree en Dios?

– Algunos días más que otros, supongo.

– ¿Ha influido la Biblioteca en sus creencias?

– Me ha enseñado que hay cosas en el mundo que no comprendemos. Supongo que eso no es tan extraño.

– ¿Cuál fue su reacción cuando se enteró de la existencia de la Biblioteca?

– Seguramente la misma que la de la mayoría de la gente. Me quedé de piedra. Lo sigo estando.

– Hábleme de Mark Shackleton, el empleado del gobierno que robó la base de datos y resultó herido de gravedad en un tiroteo.

– Lo conocí en la universidad. Yo estaba presente cuando le dispararon. Me parecía un tipo triste, patético incluso.

– ¿Qué lo movió a cometer el fraude del caso Juicio Final?

– Creo que fue la codicia. Decía que quería una vida mejor.

– La codicia.

– Sí. Era un hombre muy listo. Habría podido salirse con la suya.

– Si usted no hubiera descubierto el pastel.

– No lo hice solo. Mi compañera, la agente especial Nancy Lipinski, me ayudó. -La buscó con la mirada detrás de una de las cámaras y le sonrió-. Ahora es mi esposa.

– Una mujer afortunada -comentó Cassie con coquetería-. El gobierno de Estados Unidos no quiere que tengamos conocimiento de la Biblioteca.

– Sí, creo que eso es bastante evidente.

– Y había personas del gobierno dispuestas a matar para proteger el secreto.

– Ha muerto gente.

– Usted era un objetivo.

– Lo era.

– ¿Es por eso por lo que ha salido a la palestra y ha comunicado la historia a la prensa?

Will se inclinó todo lo que pudo.

– Oiga, soy un patriota. Estuve en el FBI. Creo en la ley y el orden y en nuestro sistema judicial. El gobierno no puede ser juez, jurado y verdugo por mucho que esté protegiendo información clasificada. Tengo suficientes razones para creer que iban a silenciarme a mí, a mi familia y a mis amigos si no hacía algo para evitarlo. Han matado a gente mientras intentaban acabar conmigo. Prefiero dejar mi destino en manos de mis conciudadanos.