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Naidu se sentó y accedió con su contraseña a las bases de datos del observatorio.

– De acuerdo, este es el cálculo de la órbita del 137108 realizado a partir de la última observación, en julio de 2008. Ahora mismo, ha dejado atrás Júpiter y se dirige hacia el centro del Sistema Solar con un período orbital de 1,76 años. Esta es la última simulación; deja que la adelante hasta agosto de 2027. Como puedes ver, en ese momento llega a estar a 400.000 kilómetros de la Tierra.

– Necesito los datos nuevos, Govi.

– A eso voy. -Hizo clic varias veces para abrir las hojas de cálculo marcadas con fecha y hora de la noche anterior-. Bien, ambos telescopios obtuvieron imágenes nítidas. Deja que combine las bases de datos de Hawai y Palomar. Me llevará solo un minuto.

Sus dedos teclearon a toda prisa mientras fusionaba los dos conjuntos de observaciones.

– Déjame ver -dijo Gershon cuando terminó.

Naidu hizo clic en la aplicación de cálculo orbital y adelantó la simulación hasta 2027.

– ¿Lo ves? No ha cambiado. Sigue alcanzando el punto más cercano en agosto, a una distancia de casi medio millón de kilómetros. El 9 de febrero está mucho más lejos todavía.

Gershon parecía satisfecho.

– Así que ya está. Podemos tachar el 137108 de la lista negra.

Naidu no se levantó. Estaba accediendo a la base de datos de Lawrence Berkeley.

– He pensado que tal vez te harían más preguntas, así que he programado una serie de situaciones hipotéticas en el superordenador del NERSCC.

– ¿Qué clase de situaciones hipotéticas?

– Colisiones entre asteroides.

Gershon soltó un gruñido de aprobación. El joven tenía razón, seguramente le harían esa pregunta. Había unos cinco mil asteroides en el cinturón entre Marte y Júpiter, y de vez en cuando chocaban entre sí, lo que modificaba su órbita.

– ¿Qué modelo has utilizado?

Naidu sacó pecho y describió con orgullo el modelo estadístico que había desarrollado para sacar el máximo provecho del enorme poderío informático del NERSCC y examinar cientos de miles de colisiones posibles entre el 137108 y otros asteroides.

– Hay un montón de variables relacionadas con el segundo cuerpo -dijo Gershon con un silbido de admiración-. Masa, velocidad, ángulo de contacto, dinámica orbital en el punto de colisión…

Naidu asintió.

– Cada choque potencial puede cambiar todos los parámetros del 137108. En algunos casos la variación sería pequeña, pero aun así se traduciría en diferencias significativas en el afelio, el perihelio, el período orbital, la longitud del nodo ascendente, la inclinación, el argumento del perihelio, etcétera.

– Bueno, muéstrame. ¿Qué has descubierto?

– Como solo disponía de ocho horas para usar el superordenador, he limitado el modelo a cerca de quinientos asteroides cuyas características orbitales hacen que sea más probable una colisión con el 137108. Solo una de seiscientas mil simulaciones ha arrojado un resultado interesante. -Naidu inició un programa de simulación gráfica y comenzó a comentar las imágenes-. Este indica una colisión entre los asteroides 137108 y 4581 Asclepius, un objeto de la clase Apolo bastante pequeño, de solo unos trescientos metros de diámetro. Pasó a menos de 700.000 kilómetros de la Tierra en 1989. Si se hubiera estrellado contra nosotros, no habría pasado gran cosa. -Se rió con desdén-. ¡Solo el equivalente a una explosión como la de Hiroshima cada segundo durante cincuenta días! Esta simulación presupone que el 4581 es desviado de su órbita al topar con otra roca, y colisiona con el 137108 cerca de Júpiter en marzo de 2016. Esto es lo que ocurrirá si eso pasa.

Naidu ejecutó el simulador orbital a partir del momento presente. En la pantalla, un punto verde que representaba el 137108 describía una órbita elíptica excéntrica por el Sistema Solar y se acercaba a la Tierra cada dos años aproximadamente, antes de salir disparado hasta más allá de Júpiter para después dirigirse de nuevo hacia el Sol.

Cuando la simulación llegó al año 2022, Naidu la ralentizó para poder observarla con más detenimiento. Se apreciaban dos órbitas independientes, la de la Tierra y la del asteroide; un punto verde y uno rojo que se desplazaban por el Sistema Solar. En cierto momento de enero de 2026, Naidu ralentizó aún más la simulación, que ahora iba a paso de tortuga.

Gershon se inclinó sobre el hombro de su alumno.

– La verdad es que cuesta determinar visualmente si su nueva órbita empeora o mejora las cosas.

Naidu se quedó callado.

El reloj avanzaba despacio, y a mediados de 2026, el asteroide 137108 viraba hacia el Sol. La órbita terrestre acercaba lentamente el planeta hacia una intersección con la trayectoria del asteroide.

Octubre de 2026.

Noviembre de 2026.

Diciembre de 2026.

Enero de 2027.

Los puntos rojo y verde se aproximaban.

Febrero de 2027.

La simulación se detuvo el 9 de febrero.

Una ventana emergente apareció en la pantalla:

Probabilidad de impacto: 100% ****Turín 10**** Turín 10****Turín 10****

Gershon ahogó un grito.

– El tamaño del asteroide, ¿cambia tras el impacto con el 4581?

Naidu bajó el puntero hasta una tabla, hizo doble clic en una celda y señaló con el dedo.

– Sigue siendo enorme. Arrasaría con todo.-Cerró la conexión remota con su terminal-. No es más que una hipótesis, pero he pensado que debías verlo. No estamos hablando de probabilidades muy altas.

Gershon miró por la ventana. Era un día tormentoso de otoño, y fuertes ráfagas arrancaban las últimas hojas de sus ramas. Sentía la necesidad de notar el viento en la cara y de caminar por el césped haciendo crujir los montones de hojas secas.

Le tocó con delicadeza el hombro de su alumno.

– Estoy seguro de que tienes razón, Govi. Oye, voy a salir a pasear un poco.

Capítulo 41

Dos semanas después,

Caracas, Venezuela

El terremoto se produjo a las 11.05. El seísmo de magnitud 7,8 tuvo su epicentro veinte kilómetros al este de Caracas, sobre la falla de El Pilar. En el momento en que sobrevino el primer temblor de tierra, hacía un día soleado y ventoso, y unas pocas nubes surcaban veloces el cielo azul brumoso. Cuarenta segundos después, el sol quedó oculto tras columnas de polvo de hormigón que se elevaban sobre los restos achatados de bloques de pisos, torres de oficinas, dependencias municipales y escuelas. Después, varias roturas en las tuberías de gas ocasionaron incendios que, avivados por el viento, se propagaron con furia por el barrio histórico de Altamira y el complejo urbanístico Parque Central.

El ochenta por ciento de las doscientas veinte mil muertes acaeció durante los segundos que siguieron al primer terremoto; hombres, mujeres y niños perecieron aplastados sin piedad bajo el acero, el vidrio y el cemento. La mayoría de los que quedaron atrapados entre los escombros murieron víctimas de una lenta deshidratación. A otros los matarían las fuertes réplicas y los incendios que asolaron la ciudad durante las setenta y dos horas siguientes.

Los datos telemétricos recibidos encendieron todas las luces de alarma de la Red Sismográfica Mundial como si fuera un árbol de Navidad. El centro de monitorización del Departamento de Estudios Geológicos de Estados Unidos, en el Laboratorio Sismológico de Albuquerque, clasificó enseguida el terremoto de Caracas como Movimiento Sísmico de Gran Intensidad y, siguiendo el protocolo, efectuó llamadas por líneas de comunicación directa al Departamento de Seguridad Nacional, el Pentágono, el Departamento de Estado y la Casa Blanca.

En el anillo C, en lo más profundo de las entrañas del Pentágono, el secretario de Marina se enteró de lo ocurrido por boca de un simple ayudante del subsecretario de Defensa. Lester lo escuchó, soltó un gruñido de asentimiento y colgó. Llevaba dos años dedicando todos sus esfuerzos a planificar ese día, y no era así como se suponía que debía acabar todo.