Выбрать главу

—Gars —comentó el dragón con desprecio, al mismo tiempo que retiraba la garra con la que lo tenía enganchado—. Me he comido un montón. No son rival para mí, a no ser que haya nueve o diez reunidos. Pero a los gars no les gusta ir en grupo, por lo que no es problema.

—Pues ahora lo es. Cuando vi tu huevo, estaba rodeado por docenas de gars.

Escarlata lanzó un gruñido y lenguas de fuego asomaron entre sus colmillos.

—Docenas —repitió—. Si hay tantos, podrían hacerme caer, especialmente si llevara el huevo.

—Por eso me necesitas —afirmó Richard con una sonrisa—. Voy a pensar en un plan.

Zedd lanzó un chillido. Kahlan y Chase se volvieron de repente. La mujer frunció el ceño. Era la primera vez que el mago gritaba mientras trataba de localizar la piedra noche. El sol ya se había puesto, pero a la mortecina luz Kahlan vio que la faz del mago se veía casi tan blanca como sus cabellos.

—¡Zedd! ¿Qué pasa? —preguntó, zarandeándolo por los hombros.

El Anciano no respondió. La cabeza le cayó a un lado y la mirada le quedó como perdida. Apenas respiraba, aunque eso era normal; cada vez que en el pasado había buscado la piedra noche, había dejado de respirar. La mujer intercambió una mirada de preocupación con Chase. Kahlan notaba cómo Zedd temblaba y lo zarandeó de nuevo.

—¡Zedd! ¡Ya basta! ¡Vuelve!

El mago lanzó un grito ahogado y luego susurró algo. Kahlan acercó una oreja a los labios del anciano. Éste repitió el susurro.

—Zedd, no puedo hacerte eso —dijo la mujer, horrorizada.

—¿Qué ha dicho? —quiso saber Chase.

Cuando miró al guardián del Límite, Kahlan tenía los ojos muy abiertos y con expresión de temor.

—Ha dicho que lo toque con mi poder.

—¡Inframundo! —masculló Zedd—. Única manera.

—Zedd, ¿qué está pasando?

—Estoy atrapado —musitó el mago—. Tócame o estoy perdido. Deprisa.

—Será mejor que hagas lo que te dice —opinó Chase.

Pero a Kahlan la idea no le gustaba ni pizca.

—¡Zedd, no puedo hacerte eso!

—Es la única manera de liberarme. Deprisa.

—¡Hazlo! —vociferó Chase—. ¡No hay tiempo para discutir!

—Que los espíritus me perdonen —susurró la mujer, al mismo tiempo que cerraba los ojos.

Kahlan se sentía atrapada por el pánico; no tenía elección. Asustada por lo que iba a hacer, dejó que la calma y el silencio invadieran su mente. Sumida en esa calma, se relajó por completo. Entonces sintió cómo el poder iba creciendo, alimentándose de su propio aliento, hasta que se descargó en el mago. En el aire se notó un fuerte impacto; un trueno silencioso. Hojas de pino llovieron a su alrededor. Chase gruñó de dolor, pues se hallaba más cerca de lo que aconsejaba la prudencia. El bosque quedó en silencio. El mago seguía sin respirar.

Zedd dejó de temblar, bajó la mirada, parpadeó varias veces y, finalmente, alzó ambas manos para agarrar a Kahlan por los brazos. Entonces tomó una bocanada de aire.

—Gracias, querida —logró decir entre jadeos.

Kahlan se quedó muy sorprendida de que el poder, su magia, no pareciera haberle causado efecto. Pero debería. Se sentía a la vez aliviada y perpleja de que no hubiese sido así.

—Zedd, ¿te encuentras bien?

—Sí, gracias a ti. Pero si no hubieses estado aquí, o hubieses tardado un poco más, me hubiera quedado atrapado en el inframundo. Tu poder me ha traído de vuelta.

—¿Por qué no te ha cambiado?

Zedd se alisó la túnica, algo avergonzado por haber sido incapaz de salir por sí mismo del apuro.

—Es por quien soy. Y porque soy un mago de Primera Orden —añadió con orgullo—. He usado tu poder de Confesora como si fuera una cuerda de salvamento para hallar el camino de vuelta. Era como un faro de luz en la oscuridad. Lo seguí pero sin dejar que me tocara.

—¿Y qué hacías tú en el inframundo? —preguntó Chase, adelantándose a Kahlan.

Zedd lanzó una torva mirada al guardián del Límite y no respondió.

—Responde, Zedd —le apremió Kahlan, muy preocupada—. Esto no había pasado nunca antes. ¿Por qué fuiste arrastrado al inframundo?

—Cuando busco la piedra noche, una parte de mí se sumerge en ella. Así es como la localizo y sé dónde está.

—Pero la piedra noche sigue en D’Hara. Richard sigue en D’Hara —objetó Kahlan, que prefería no pensar en lo que el mago estaba diciendo—. Zedd… —La mujer le agarró la túnica.

El mago bajó la mirada al suelo.

—La piedra noche ya no está en D’Hara, sino en el inframundo. ¡Pero eso no significa que Richard no siga en D’Hara! —exclamó—. ¡No significa que le haya pasado algo! Es sólo la piedra noche la que está en el inframundo.

Con expresión crispada, Chase se dispuso a montar el campamento antes de que cayera la noche. Kahlan, paralizada por el terror, aún agarraba la túnica de Zedd.

—Zedd… por favor. ¿Puedes estar equivocado?

—No. La piedra noche está en el inframundo. Pero eso no significa que Richard también esté allí. No te dejes llevar por el temor.

Kahlan asintió, notando cómo las lágrimas le fluían por las mejillas.

—Zedd, Richard está bien. Tiene que estar bien. Después de tenerlo tanto tiempo prisionero, Rahl no va a matarlo ahora.

—Ni siquiera sabemos si Rahl lo tiene prisionero.

Kahlan lo sabía, pero no quería admitirlo en voz alta. Si Rahl no lo tenía cautivo, ¿qué estaba haciendo Richard en el Palacio del Pueblo?

—Zedd, las otras veces que localizaste la piedra noche dijiste que podías percibirlo, que seguía vivo. ¿Percibiste su presencia en el inframundo? —preguntó, casi sin poder articular las palabras, pues temía la respuesta.

El mago se quedó mirándola a los ojos largamente.

—No, no lo sentí —contestó al fin—. Pero tampoco sé si lo sentiría en caso de hallarse en el inframundo. —Cuando Kahlan se echó a llorar, el anciano la atrajo hacia él y apoyó la cabeza de la mujer en su hombro—. Pero creo que solamente estaba la piedra noche. Creo que Rahl estaba tratando de atraparme allí. Supongo que le quitó la piedra a Richard y la envió al inframundo para tenderme una trampa.

—Yo no me vuelvo. Seguiremos buscándolo —sollozó Kahlan.

—Pues claro, querida.

La Confesora notó un cálido lametón en el dorso de la mano. Sonriendo, acarició el pelaje del lobo.

—Lo encontraremos, ama Kahlan. No os preocupéis, lo encontraremos.

—Brophy tiene razón —dijo Chase, hablando por encima del hombro—. Estoy seguro de que, cuando lo hagamos, nos va a echar un sermón por haberlo ido a buscar.

—Lo importante es que la caja está a salvo —afirmó el mago—. Dentro de cinco días empieza el invierno, y Rahl el Oscuro morirá. Después de eso recuperaremos a Richard, si no antes.

—Os llevaré allí pronto, si es eso a lo que te refieres —rezongó Chase.

45

Muerto de miedo, Richard se aferró a las púas de los hombros de Escarlata cuando ésta se volvió hacia la izquierda. Para su asombro, Richard había aprendido que cuando el dragón se inclinaba en un giro, él no resbalaba por el costado sino que notaba cómo se pegaba al cuerpo del animal. La experiencia de volar era al mismo tiempo estimulante y aterradora, como pararse al borde de un impresionante precipicio con el suelo moviéndose bajo sus pies. La sensación del cuerpo del dragón elevándose en el aire bajo él le pintó una amplia sonrisa en el rostro. Cada vez que Escarlata batía el aire con sus poderosas alas, elevándose más y más, Richard sentía cómo los músculos del dragón se tensaban. Cuando el leviatán dobló las alas hacia atrás y se lanzó en picado, el viento hizo que se le saltaran las lágrimas. La vertiginosa caída dejó a Richard sin aliento. Tenía la impresión de que el estómago se le iba a salir por la boca. Todavía no podía creerse que montara un dragón.