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¿Durante cuánto tiempo se podrá mantener ese paisaje social? ¿Lo reemplazará el de los nuevos inmigrantes que lleguen del continente? En todo el mundo se persigue a los inmigrantes: ¿será este lugar una excepción? Tampoco se trata de alimentar falsos temores; los grandes edificios que se alzan hasta el cielo azul y casi tocan las nubes blancas no corren el riesgo de hundirse de pronto; la isla de Hong Kong no se transformará en un desierto. En ese preciso instante, mientras te mezclas con la multitud, te sientes terriblemente solo. Y siempre ha sido ese sentimiento de soledad el que te ha salvado. De todos modos, no eres Jesucristo, no tienes que sacrificarte por nadie, aunque también es cierto que tampoco resucitarás. Lo más importante para ti es poder vivir lo mejor posible en el presente.

Penetras de nuevo en las tinieblas que su voz te ha traído, como un sonámbulo que pasea sin rumbo, tambaleándose, a la vista de todos, y confundiéndose con esa masa de gente. Los recuerdos recientes se mezclan con los antiguos.

Llamas a Margarita, te diriges a ella en tu fuero interno: el hombre nuevo es un espantoso cuento de niños. Hoy ya no necesitas expiar más culpas ni errores, ya no necesitas reeducarte para llevar una nueva vida. Ese país de hombres honestos y limpios, esa sociedad nueva, no era nada más que un fraude; cuestionó a un individuo que estaba confuso e indeciso, pero lleno de vitalidad, que era incapaz de explicar sus actos y que, de golpe, perdió su razón de ser.

Lo que te gustaría decirle a Margarita es que ella tampoco tiene que purificarse, ni confesarse, y que no podrá volver a vivir su vida, tan sólo es ella misma, como tú eres tú mismo.

Una mujer te ha dado la vida, el paraíso está en la caverna de la mujer, madre o puta. Prefieres entrar en un caos oscuro a hacerte el hombre honesto, el hombre nuevo o el santo.

Bajo el viaducto donde estás, circula una fila ininterrumpida de coches. Es una vía muy concurrida habitualmente y que permite pasar de los grandes edificios de un lado a los mercados del otro, pero hoy, domingo, hay pocos viandantes. Apoyado en la barandilla, miras la gran avenida que pasa bajo el viaducto; un sueño enorme te invade. Todavía faltan dos representaciones de tu obra: a las dos de la tarde, dentro de poco más de una hora, y esta noche, a las siete. Después de la última representación, tienes que hacerte una fotografía con el grupo de actores. Luego cenaréis algo por ahí. Seguro que la noche será movida. Deberías dormir un poco, pero no tienes ganas de volver al hotel, todavía piensas en ella, en vuestro frenesí antes de separaros, en el olor de su cuerpo, en tu esperma que embadurna su pecho opulento.

Caminas por la calle, hay un cine, compras una entrada sin ni siquiera mirar qué película ponen, necesitas aislarte en un lugar oscuro para sumergirte en tus pensamientos sobre ella. Es una película de acción de Hong Kong, sin ningún interés; cierras los ojos, y los diálogos en cantones, que no comprendes muy bien, acaban por dormirte. Los asientos son amplios y confortables, puedes estirar las piernas. Por suerte, al final has conseguido la libertad de expresión, ya puedes escribir o decir lo que quieras, sin escrúpulos. Quizá deberías escribir sobre todo aquello, como dijo ella, volver al pasado. Deberías mirarte a ti mismo con cierta distancia, como un simple individuo, o como un animal dotado de conciencia, un animal acorralado en la jungla humana.

No puedes quejarte, aprovechas la vida. Por supuesto, has pagado el precio para, ello, pero nada es gratuito, excepto las mentiras y las tonterías. Deberías recurrir a la escritura para explicar tu experiencia, dejar algunas marcas de tu vida, como el esperma que has eyaculado; ¿no has disfrutado contaminando así este mundo? Este mundo te ha oprimido y tú te vengas así, nada más justo.

No sientes rencor. Margarita, ¿sientes tú rencor? Le preguntas si lo siente contra ti. Ella niega con la cabeza y se acuesta sobre tu pubis. Le acaricias el pelo suave y despeinado para incitarla a que se meta tu pene en la boca. Ella dice que es tu esclava, que te pertenece, eres su dueño. Siempre quieres que te den placer, eres menos generoso que ella.

Debes recuperar la calma, mirar ese mundo y a ti mismo con serenidad. El mundo es así y continuará igual. Un hombre solo es realmente poca cosa, lo único que puede hacer es expresarse, nada más.

Te despiertas, han encendido las luces de la sala y los espectadores se dispersan. Sales del cine, llamas a un taxi, vuelves al hotel, y la joven de la recepción te da la llave junto con dos mensajes que esperan contestación. Deben de ser para invitarte a algo. Esta noche no vas a poder comprometerte con nadie más, tienes que cenar con los actores y despedirte de ellos. Ya han limpiado la habitación y no hay rastro de sus ropas, ni sobre la cama ni por el suelo o sobre la mesa, como si nunca hubieras estado ahí con una mujer. Sientes una ligera decepción, te tiendes sobre la cama, las sábanas y las fundas de las almohadas huelen a limpio, el aire acondicionado ronronea dulcemente. Ni el menor rastro de ella ni de su olor. Te gustaría que una cámara de vídeo lo hubiera filmado todo para comprobar que ella realmente ha hecho el amor contigo, que no ha sido una ilusión.

Margarita, llamas a una mujer muy real, no es sólo una voz que viene de tu interior. Ella te ha hecho recordar tu pasado, que ha resurgido con mucha claridad ante tus ojos. Ahora ella se mezcla con tus recuerdos, tus recuerdos frescos o casi olvidados; deseas que vuelvan a aparecer.

En este instante ella está en el avión, y mañana el fin de semana habrá acabado; como te ha dicho, volverá a ser la amante de su jefe. ¿Hará el amor con él como lo ha hecho contigo? Esa puta masoquista, te has enamorado de ella, ya no puedes dejar de pensar en ella, sientes su humedad y su olor, eso te excita. Te gustaría saber si es verdad que la violaron cuando tenía trece años. Quizá sólo lo inventó para seducirte. Puede que se considerara a sí misma como una vil mercancía, o quisiera acompañarte en tus pensamientos, convertirse en tu compañera de corazón, para compartir tu soledad y su sufrimiento.

Quizá deberías escribir todos los recuerdos que ella ha removido en ti y la experiencia de tu vida. Pero ¿vale realmente la pena? No debes malgastar una vez más tu tiempo en algo que no merezca la pena, pero ¿qué vale realmente la pena? ¿Esa obra de teatro que han representado y que representarán de nuevo esta noche, esa obra prohibida en el continente vale la pena? ¿Han valido la pena todos los quebraderos de cabeza que te ha ocasionado? Si no la hubieras escrito, ¿no habrías vivido mejor? ¿Por qué sufrir para escribir?

¿Sólo puedes vivir expresándote? ¿Es realmente la única razón de tu existencia? ¿Sólo eres una máquina de escribir libros, empujado por un orgullo que estropea inútilmente tu vida? Quizás ella tenga razón, se refugia en los placeres de la carne rumiando su sufrimiento, pero, como no consigue librarse de él, se acaba hundiendo. ¿Para qué pedir justicia? Además, ¿dónde se hace justicia? No podrás enfrentarte a este mundo, sólo podrás refugiarte en la escritura, que será de lo único que puedas obtener algo de consuelo y de placer. Y serás como Margarita, que no ha podido resistir y te ha hecho partícipe de su sufrimiento para librarse mejor de él.

Tomas un baño caliente; luego te echas algo de agua fría encima para despertarte. Debes ir a ver la última representación de tu obra, volver a la realidad, comer, beber, charlar y reír, pronunciar en voz alta algunas palabras de aliento para los jóvenes actores y dejarles la difícil tarea de vivir como hombres.