La siguiente vez que Robert Singh vio la Goliath, la nave estaba otra vez en Deimos, después de otros cinco años de servicio sin novedad. Y su capitán estaba a punto de jubilarse…
— Piénsalo, Bob — dijo—: el trabajo más sencillo de todo el Sistema Solar. No hay cálculos ni correcciones de navegación por los que haya que preocuparse. Te limitas a sentarte ahí y admirar el paisaje. El único problema que tienes es el cuidado y la alimentación de unos veinte científicos locos.
Era tentador. Aunque había ocupado muchos puestos de responsabilidad, Robert Singh nunca había estado al mando de una nave, y ya era buen momento para que lo hiciera antes de jubilarse. Cierto, apenas había pasado su sexagésimo cumpleaños, pero era asombroso lo rápidamente que ahora parecían transcurrir las décadas.
— Lo consultaré con mi familia — contestó—. Mientras pueda regresar a Marte un par de veces por año.
Sí, era una propuesta atrayente. Tendría que sopesarla cuidadosamente. .
Robert Singh nunca le concedió más que unos instantes de meditación al motivo subyacente a la construcción originaria de la Goliath. En verdad, casi había olvidado el porqué de que a la nave se la hubiera equipado con una planta impulsora absurdamente poderosa.
Por supuesto, él nunca iba a tener que utilizar más que una pequeña fracción, pero era agradable contar con esa potencia en reserva.
13
Los sargazos del espacio
— Párense en el Sol — le dijo una vez Mendoza a una clase de estudiantes ligeramente estupefactos, poco después del anuncio del Premio Nobel que había ganado— y miren directamente a Júpiter, a setecientos cincuenta millones de kilómetros de distancia. Después, abran los brazos formando un ángulo de sesenta grados con cada costado… ¿Saben qué van a estar señalando?
No esperaba una respuesta, y no hizo silencio para recibirla:
— No podrán ver cosa alguna ahí, pero estarán señalando dos de los sitios más fascinantes del Sistema Solar…
«En 1772, el gran matemático francés Lagrange descubrió que los campos gravitatorios del Sol y de Júpiter podían combinarse para producir un fenómeno muy interesante. Dispuestos en la órbita de Júpiter, sesenta grados adelante y sesenta grados detrás, hay dos puntos estables: un cuerpo colocado en cualquiera de ellos permanecerá a la misma distancia del Sol y de Júpiter, los tres formando un enorme triángulo equilátero.
«La existencia de asteroides no era conocida cuando Lagrange vivía, así que es probable que nunca supusiera que un día se produciría una demostración práctica de su teoría. Pasaron más de cien años, ciento treinta y cuatro, para ser exactos, antes que se descubriera a Aquiles. Un año más tarde se encontró a Patroclo no mucho más lejos, y después a Héctor, pero en el punto que estaba sesenta grados adelante de Júpiter. Hoy conocemos más de diez mil de estos asteroides troyanos, así llamados porque a las primeras docenas se les dio el nombre de los héroes de la Guerra contra Troya. Naturalmente, esa idea debió abandonarse hace años; ahora simplemente tienen número. El último catálogo que vi había alcanzado los once mil quinientos y siguen viniendo, aunque con mucha lentitud. Tenemos la convicción de que, en estos momentos, el censo está completo en un noventa y cinco por ciento. Cualesquiera troyanos que resten no pueden tener más que un centenar de metros de un extremo a otro.
«Ahora tengo que confesar que les estuve mintiendo: virtualmente ninguno de los troyanos está en los dos Puntos Troyanos. Vagan de un lado para otro y de arriba hacia abajo, dentro de un arco de treinta grados o más. El principal culpable de esto es Saturno: su campo gravitatorio arruina el neto patrón Sol-Júpiter. Así que piensen en los asteroides troyanos como formando dos nubes enormes, con su centro ubicado de cada lado de Júpiter, a aproximadamente sesenta grados. Por alguna razón que todavía es desconocida, ¿alguno de ustedes quiere hacer una buena tesis para el doctorado? hay el triple de troyanos adelante de Júpiter que los que hay detrás.
«¿Alguna vez oyeron hablar del Mar de los Sargazos, allá en la vieja Tierra? Supuse que no: bueno, es una región del Atlántico, que es el océano situado al este de la MEN, en el que los objetos que flotan a la deriva: algas, barcos abandonados, se acumulan debido a las corrientes circulantes. Me agrada pensar en los Puntos Troyanos como en sargazos gemelos del espacio: son las regiones más densamente pobladas del Sistema Solar, aunque ustedes no se darían cuenta de eso si estuvieran allí en la realidad. Si se pararan en uno de los troyanos, serían muy afortunados si pudieran ver otro a simple vista.
«¿Por qué son importantes los troyanos? Me satisface mucho que me pregunten eso.
«Si se deja por completo de lado el interés que tienen para la ciencia, son armas de gran importancia en el arsenal de Jove: de vez en cuando, los campos gravitatorios unidos de Saturno, Urano y Neptuno arrancan uno de su sitio, que sale vagando en dirección del Sol y, en ocasiones, se estrella contra nosotros (así es cómo se formó la Cuenca de Hellas) o, inclusive, contra la Tierra.
«Esta clase de hechos estuvo ocurriendo constantemente en los primeros tiempos del Sistema Solar, cuando los escombros que quedaron de la construcción de los planetas todavía estaban flotando por ahí. La mayor parte de ellos ha desaparecido (¡por suerte para nosotros!). Pero todavía quedan muchos, y no todos en las Nubes Troyanas. Hay asteroides vagabundos que se extienden hasta Neptuno. Cualquiera podría ser un peligro potencial.
«Ahora, hasta este siglo, nada, pero absolutamente nada hubo que la especie humana pudiera hacer respecto de este peligro, y a la mayoría de la gente, aun si estaba al tanto de él, no le importaba un comino: pensaba que había problemas más importantes por los que preocuparse y, claro está, tenía razón.
«Pero el hombre sabio toma un seguro, aun contra los sucesos de máxima improbabilidad, siempre y cuando la prima no sea demasiado elevada: la vigilancia GUARDIÁN ESPACIAL ha estado funcionando, con un presupuesto muy modesto, durante casi medio siglo. Ahora sabemos que existe una elevada probabilidad de que en la Tierra, la Luna o Marte se produzca, por lo menos un impacto catastrófico durante los mil años venideros.
«¿Debemos limitarnos a sentarnos y esperar que tenga lugar? ¡Por supuesto que no! Ahora que tenemos la tecnología para protegernos podemos, por lo menos, hacer planes que se puedan poner en acción si… no, ¡cuando…! hay un peligro inminente. Con algo de suerte deberemos contar con un preaviso de varios meses.
«Ahora tengo un buen motivo para ir a la Tierra (eso todavía es un secreto absoluto); ¡quiero darles una gran sorpresa!: estoy proponiendo un plan de largo alcance para enfrentar el problema. Para empezar, estoy sugiriendo que a GUARDIÁN ESPACIAL se le dé responsabilidad operativa, de modo que pueda empezar a ser merecedor de su nombre. Me gustaría ver un par de naves rápidas y poderosas en patrulla permanente… y los Puntos Troyanos serían un buen sitio para ubicarlas. Podrían hacer valiosas investigaciones mientras estuvieran ahí, y podrían ir a cualquier parte del Sistema Solar en menos que canta un gallo.
«Ese es el cuento que les voy a relatar a todos los gusanos de Tierra con los que me encuentre. Deséenme suerte.
El aficionado
Hacia fines del siglo XXI había muy pocas ciencias en las que un aficionado pudiera albergar la esperanza de hacer importantes descubrimientos, pero la astronomía, como había ocurrido siempre, seguía siendo una de ellas.
Cierto: ningún aficionado, no importaba cuán opulento fuera, podía tener la esperanza de rivalizar con el equipo de empleo habitual por parte de los grandes observatorios de la Tierra, de la Luna y de los que estaban en órbita. Pero los profesionales se especializaban en estrechos campos de estudio, y el Universo es tan enorme que nunca podían mirar más que una diminuta fracción de él por vez. Todavía quedaba mucho para que lo explorasen fanáticos llenos de energía e información. No era preciso poseer un telescopio muy grande para encontrar algo que nadie más hubiera visto, si se sabía cómo emprender la búsqueda.