—Exactamente.
Charlie buscó la mirada de Harvey. Ya estaban listos. Harvey hizo un gesto de asentimiento que autorizaba al equipo para comenzar. Manuel escuchaba y observaba el indicador.
—Empezamos —dijo el técnico en sonido.
Mark se puso delante de la cámara.
—Entrevista a Sharps, primera toma —dijo haciendo sonar la claqueta.
Sharps se sobresaltó, como todas las personas que se someten por primera vez a una entrevista filmada. Charlie enfocó la cámara en Sharps. Ya filmaría a Harvey haciendo las preguntas más tarde, cuando Sharps no estuviera presente.
—Dígame, doctor Sharps, ¿el cometa Hamner-Brown será visible a simple vista?
—No lo sé. —Bosquejó algo inverosímil en el dorso de la salida impresa de IBM que tenía ante sí. El dibujo podría representar un par de monstruos de Loch Ness apareándose—. Dentro de un mes sabremos mucho más. Ya sabemos que se acercará tanto al sol como Venus, pero... —Se interrumpió y miró a la cámara—. ¿A qué nivel quiere que le hable?
—Al que usted quiera —dijo Harvey—. Haga que yo lo entienda y luego decidiremos cómo podemos decírselo al público.
Sharps se encogió de hombros.
—Muy bien. Tenemos el sistema solar ahí. —Señaló con la mano hacia la pared. Cerca de la pizarra colgaba un gran mapa de los planetas y sus órbitas—. Los planetas y los satélites, siempre donde tienen que estar. Cada uno de ellos realiza una complicada danza alrededor de otro. Cada planeta, cada satélite, incluso cada roca pequeña en el cinturón de asteroides, baila al son de la melodía newtoniana de la gravedad. Mercurio ha perdido un poco el paso y tenemos que revisar el espacio para hacerlo entrar en el esquema.
—¿Cómo es eso? —preguntó Harvey. El mismo hubiera preferido ocuparse de la poesía, pero qué diablos...
—La órbita de Mercurio cambia un poco cada año. No mucho, pero más de lo que Newton diría que debe cambiar. Un hombre llamado Einstein encontró una buena explicación, y de paso se las ingenió para hacer del universo un lugar más extraño de lo que era antes.
—Oh, supongo que no necesitamos la relatividad para comprender los cometas...
—No, no, pero la órbita de un cometa está determinada por algo más que la gravedad. Es sorprendente, ¿verdad?
—Sí. ¿Vamos a tener que revisar el universo de nuevo?
—¿Qué? No, es algo más sencillo. Mire... —Sharps se puso en pie de un salto y se dirigió a la pizarra. Buscó la tiza, murmurando.
—Tenga —dijo Mark, alargándole un trozo de tiza que se había sacado del bolsillo.
—Gracias. —Sharps dibujó un globo blanco y luego una curva parabólica—. Este es el cometa. Ahora pongamos los planetas. —Dibujó dos círculos—. La Tierra y Venus.
—Creía que los planetas se movían en órbitas elípticas —dijo Harvey.
—Así es, en efecto, pero a cualquier escala que dibuje no es posible ver la diferencia. Ahora observe la órbita del cometa. Ambos brazos de la curva parecen iguales, entran y salen. Es una parábola de libro de texto, ¿de acuerdo?
—Sí.
—Pero así es el aspecto real del cometa cuando cae alejándose del sol. Un núcleo denso, un coma, o manto que rodea al núcleo, de polvo fino y gas. —Dibujó de nuevo—. Y un penacho de gas y polvo que brilla mientras se aparta del sol, por delante del cometa, hacia afuera. La cola. Una gran cola, a veces de centenares de millones de kilómetros, pero que casi es un vacío. Tiene que serlo, puesto que si fuera compacta habría suficiente materia en el cometa para llenar todo ese espacio.
—Claro.
—De acuerdo. Volvamos a los libros de texto. El material que bulle sale de la cabeza del cometa y pasa a la cabellera. Es un gas tenue, formado por partículas diminutas, tan pequeñas que la luz del sol puede apartarlas. La presión de la luz del sol las aleja, de modo que la cola siempre está en la dirección opuesta al sol. ¿De acuerdo? La cola sigue al cometa al entrar en él y va por delante al salir. Pero... el material hierve de manera desigual. Cuando el cometa cae por primera vez en el sistema solar es una masa sólida. Al menos eso es lo que creemos, porque nadie lo sabe realmente. Tenemos varios modelos que concuerdan con las observaciones. A mí me gusta el modelo de la bola de nieve sucia. El cometa está formado por rocas y polvo, que forman una bola con hielos y gases helados, un poco de agua helada, metano, dióxido de carbono, hielo seco, cianógeno y nitrógeno, toda clase de material. Hay bolsas de estos gases que revientan y estallan en un sitio u otro. Es como la propulsión a chorro, y eso es lo que cambia la órbita. —Sharps siguió dibujando con la tiza, ya reducida a la mínima expresión. Guando terminó, el brazo entrante tenía unos trazos que representaban movimiento, y el brazo saliente estaba difuminado y se parecía a la cola de un cometa—. Así que no sabemos lo cerca que está de la Tierra.
—Ya lo veo. Y tampoco sabrá el tamaño que tendrá la cola.
—Exacto. Pero parece que éste es un nuevo cometa. Tal vez nunca ha viajado antes hasta acercarse al sol. No es como el cometa Halley, que viene cada setenta años y cada vez es menor. Los cometas mueren un poco cada vez que pasan cerca del sol. Pierden para siempre todo ese material de la cola, de modo que cada vez la cola es más pequeña, hasta que finalmente no queda nada más que el núcleo, formado por un montón de rocas, que ocasiona lluvias de meteoros. Algunas de nuestras mejores estrellas fugaces son trozos de antiguos cometas que caen hacia la Tierra.
—Pero éste es nuevo...
—Cierto, así que podría tener una cola espectacular.
—Creo recordar que ya se dijo eso acerca del Kahoutek.
—Y yo creo recordar que se equivocaron. ¿No hubo incluso un intento de vender medallas conmemorativas que mostrarían al Kahoutek exactamente cuando apareciera? Ya ve usted que no hay forma de saberlo. Pero me parece que el Hamner-Brown será realmente espectacular. Y debería pasar muy cerca de la Tierra.
Sharps trazó un punto dentro del curso difuminado de salida del cometa.
—Aquí es donde estaremos. Desde luego, no veremos mucho hasta que el cometa pase por encima de la Tierra, pues basta entonces tendremos que mirar directamente al sol para verlo, y será difícil de observar. Pero una vez haya pasado, será todo un espectáculo. Ha habido cometas con colas que ocupaban la mitad del cielo y podían verse a la luz del día. En este siglo tenemos que ver un gran cometa.
—Oiga, doctor —dijo Mark—. Usted ha puesto a la Tierra en medio del camino de esa cosa. ¿Podría chocar con nosotros?
Harvey se volvió y lanzó una furiosa mirada a Mark.
Sharps se había echado a reír.
—Las probabilidades de que eso no suceda son de una cifra astronómica contra uno. Usted ve la Tierra como un punto en la pizarra. En realidad, si dibujara esto a escala usted no podría ver la Tierra en el dibujo, ni tampoco el núcleo del cometa. ¿Qué probabilidades hay de que dos puntos minúsculos se encuentren? —Miró a la pizarra con el ceño fruncido—. Naturalmente, es probable que la cola nos alcance. Podría cubrirnos durante semanas.
—¿Qué ocurriría en ese caso? —preguntó Harvey.
—Ya nos alcanzó la cola del cometa Halley —replicó Mark—. No hizo daño a nadie. Unas bonitas luces y...
Esta vez la mirada de Harvey bastó para que se interrumpiera.
—Su amigo tiene razón —dijo Sharps.
«Ya lo sabía», pensó Harvey, molesto.
—Doctor Sharps, ¿por qué todos los astrónomos están tan entusiasmados con el cometa Hamner-Brown? —inquirió Harvey.
—Hombre, podemos aprender mucho de los cometas. Cosas como el origen del sistema solar. Son más antiguos que la Tierra y están formados de materia primaria. Este cometa puede haber estado más allá de Plutón durante miles de millones de años. La teoría más reciente afirma que el sistema solar se condensó de una nube de polvo y gas, un torbellino en el medio interestelar. La mayor parte de la materia se desintegró cuando el sol empezó a arder, pero todavía hay cierta cantidad en el cometa. Podemos analizar la cola, tal como hicimos con el Kahoutek, el cual no constituyó una decepción para los astrónomos. Utilizamos instrumentos de los que antes no habíamos dispuesto, como el Skylab, y muchas otras cosas.