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– Hace diez años aproximadamente. La tomaron antes de que regresara yo a la universidad para mi último año de estudios.

Ella volvió a mirar la fotografía.

– ¿El que está a tu lado es tu padre?

– Sí.

– Te pareces a él -le aseguró.

Garrett le sonrió preguntándose si el comentario sería un cumplido o no. El le indicó la mesa y Theresa se sentó frente a él.

Una vez que estuvo cómoda, le preguntó:

– ¿Dices que fuiste a la universidad?

Él la miró a los ojos.

– Sí. Fui a North Carolina University y estudié biología marina. Después de graduarme trabajé para el Instituto Marítimo Duke, como especialista en buceo, pero no se gana mucho dinero. Así que obtuve un certificado para enseñar y comencé a tener alumnos los fines de semana. La tienda vino después -enarcó una ceja-. ¿Y qué me dices de ti?

– Crecí en Omaha, Nebraska, y fui a la universidad en Brown. Llevo nueve años en el Times.

– ¿Te gusta ser articulista?

Ella lo meditó un momento.

– Es un buen empleo -respondió por fin-. Puedo recoger a Kevin después de la escuela y tengo la libertad de escribir lo que yo quiera. Además me pagan bastante bien, pero… -se detuvo-. Supongo que en este momento soy la típica madre soltera con demasiado trabajo, si sabes a lo que me refiero.

Él asintió y comentó con suavidad.

– La vida no siempre resulta como esperamos, ¿verdad?

– No, supongo que no -concordó ella y de nuevo las miradas se encontraron. La expresión de Garrett hizo que ella se preguntara si él acababa de decirle algo que casi nunca mencionaba a nadie más. Le sonrió y se inclinó hacia él.

– ¿Ya quieres comer? Traje algunas viandas en la canasta.

– Cuando quieras. ¿Prefieres comer aquí o afuera?

– Afuera, definitivamente.

Tomaron sus latas de gaseosas y salieron de la cabina. Garrett le indicó que se adelantara.

– Dame un minuto para echar el ancla -le dijo- así podremos comer sin tener que revisar el bote a cada minuto.

Theresa se sentó y abrió la canasta que había llevado. En el horizonte, el Sol se hundía tras un banco de cúmulos. Sacó un par de sándwiches envueltos en papel celofán y un par de recipientes desechables que contenían ensalada de papa y col recién hecha.

Miró a Garrett mientras bajaba las velas de espaldas a ella y volvió a notar lo fuerte que era. Los músculos de los hombros se veían más grandes, ensanchados por lo breve de la cintura. Theresa no podía creer que en realidad estuviera navegando con él, cuando sólo dos días antes se encontraba en Boston. Toda aquella situación le parecía irreal.

Una vez que el bote se detuvo por completo, Garrett arrojó el ancla. Luego se sentó al lado de Theresa.

– Está todo bien? -preguntó ella. Él asintió

– Sólo pensaba que si el viento sigue aumentando tendremos que virar por avante más a menudo en nuestro camino de regreso.

Theresa puso en un plato un poco de ensalada de papa y col al lado de un sándwich y se lo entregó, consciente del hecho de que él estaba sentado más cerca que antes.

– ¿Entonces tardaremos más en regresar?

– Un poco, pero no habrá problema a menos que el viento se detenga por completo. En el mar por lo general eso no sucede.

– ¿Por qué?

Él sonrió divertido.

– Bueno, porque las diferencias de temperatura provocan el viento: esto ocurre si el aire caliente deja su sitio al aire frío. Para que el viento deje de soplar se necesita que la temperatura sea exactamente igual a la temperatura del agua por varios kilómetros. Aquí el aire por lo general es cálido durante el día, pero tan pronto como el Sol comienza a ocultarse, la temperatura baja con rapidez. Es por eso que el atardecer es el mejor momento para salir a navegar, cuando la temperatura está cambiando constantemente.

– Y, ¿qué sucede si no hay viento?

– Las velas ya no se hinchan y la nave se detiene. Se queda uno, sin fuerza para moverse.

– Y, ¿qué se hace entonces?

– Nada, en realidad. Sólo puede uno sentarse a esperar.

– Suena placentero.

– Lo es -repentinamente incómodo, alejó la vista de la penetrante mirada de Theresa-. Bueno, pero háblame de ti. ¿Dices que estuviste casada?

Ella asintió.

– Durante ocho años. Pero David, así se llama, pareció perder el interés en la relación. Acabó teniendo una aventura. Simplemente no pude soportarlo.

– Yo tampoco podría -aseguró Garrett con suavidad-, pero eso no lo hace más fácil.

– No -guardó silencio y tomó un sorbo de su bebida-, pero es un buen padre para Kevin. Es lo único que me interesa de él ahora.

Una enorme ola pasó por debajo del casco y Garrett volvió la cabeza para asegurarse de que el ancla se mantenía firme. Cuando volvió a mirarla, Theresa le dijo:

– Bueno, es tu turno. Háblame de ti.

Garrett le habló sobre su infancia en Wilmington como hijo único. Le dijo que su madre había muerto cuando él contaba con sólo doce años. Le narró sus experiencias cuando abrió la tienda y cómo eran sus días habituales. Curiosamente no le contó nada acerca de Catherine.

Mientras charlaban, el cielo se oscureció y la niebla comenzó a rodearlos. Mientras el velero se mecía ligeramente sobre las olas, una especie de intimidad descendió sobre ellos.

Al llegar a una pausa en la conversación, Garrett se retrepó en el asiento y se pasó las manos por el cabello. Cerró los ojos y pareció estar saboreando un momento de silencio sólo suyo.

La última vez que navegaron juntos, Catherine sorprendió a Garrett con una cena acompañada con vino y a la luz de las velas en la que charlaron tranquilamente por horas. El mar estaba en calma y el suave subir y bajar de las olas los reconfortaba como si tratara de un viejo amigo.

Esa noche, después de hacer el amor, Catherine estaba acostada al lado de Garrett y le acariciaba el pecho suavemente con los dedos sin decir nada.

– ¿En qué piensas? -preguntó él por fin.

– Sólo en que no creí posible amar a alguien tanto como te amo a ti -susurró ella.

– Tampoco yo lo creía -respondió él con suavidad-. No sé lo que haría si me faltaras.

– ¿Puedes prometerme algo?

– Lo que quieras.

– Si algo me llegara a pasar, prométeme que buscarás a alguien para que esté a tu lado.

– No creo que pueda amar a nadie más que a ti.

– Sólo prométemelo, ¿sí?

Él tardó un momento en responder.

– Muy bien. Si eso te hace sentir mejor, te lo prometo. Catherine se apretó contra él.

– Soy muy feliz, Garrett.

Cuando el recuerdo se desvaneció por fin, Garrett se aclaré la garganta

– Bien, me parece que ya es hora de emprender el viaje de regreso -dijo.

Minutos después el velero se encontraba de nuevo en camino. Garrett permaneció en el timón, manteniendo al Happenstance en rumbo. Theresa estaba de pie cerca de él, con la mano en la barandilla. Ninguno de los dos habló durante un largo rato y Garrett Blake comenzó a preguntarse por qué se sentía tan confundido.

Las luces de los edificios situados al borde de la costa parpadeaban en la niebla que poco a poco se hacía más espesa. Conforme el Happenstance se aproximaba a la orilla, Theresa se dio cuenta de pronto que era poco probable que se vieran de nuevo. En unos cuantos minutos estarían de regreso en los muelles y se despedirían.

Llegaron hasta la caleta y dieron vuelta hacia el puerto. Garrett mantuvo izadas las velas casi hasta el mismo lugar en que las había desplegado cuando partieron; luego las arrió con el mismo ahínco con el que guió la nave durante toda la velada. El motor cobró vida de nuevo y en unos cuantos minutos pasaron entre los botes que habían estado atracados toda la tarde. Al llegar al muelle, mientras Garrett descendía de un salto para asegurar al Happenstance con una soga, Theresa permaneció de pie en la cubierta.

Theresa se dirigió hacia la popa del bote para recoger la canasta y su chaqueta, pero se detuvo. Lo pensó un instante y tomó canasta, pero en lugar de recoger su chaqueta, la empujó para que quedara oculta a medias bajo el cojín del asiento. Se dirigió hasta el costado del bote y Garrett le tendió una mano. De nuevo sintió la fuerza de aquella mano cuando la sujetó al dar el paso para bajar al muelle.

Se miraron por un momento, como si se preguntaran qué pasaría después; luego Garrett se acercó al velero.

– Como tengo que dejarlo cerrado y voy a tardar algunos minutos. ¿Puedo acompañarte a tu auto primero?

– Claro -respondió ella y comenzaron a caminar juntos por el muelle. Cuando llegaron al auto, Garrett la miró mientras ella quitaba el seguro de la puerta y la abría.