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Se dio una ducha y se vistió con una blusa blanca de manga corta, pantaloncillos cortos de dril y un par de sandalias blancas. Quería tener un aspecto informal. Cuando estuvo lista para salir buscó la guía telefónica, la hojeó y garabateó en un papel la dirección de Island Diving. Después de respirar profundo dos veces, comenzó a caminar por el pasillo.

Se detuvo primero en una tienda, donde compró un mapa de Wilmington. A Kure Beach, Carolina Beach y Wrightsville Beach se llegaba por unos puentes que cruzaban desde la ciudad, y ahí era donde la mayor parte del tránsito parecía dirigirse. Después de llegar al camino que buscaba, Theresa detuvo el auto alquilado y buscó la tienda.

Island Diving estaba en un viejo edificio de madera descolorido por el aire húmedo, el salitre y la brisa marina; un costado de la tienda daba al canal navegable que corría a lo largo de la costa. El anuncio pintado a mano, colgaba de dos enmohecidas cadenas de metal y las ventanas tenían el aspecto empolvado que dejan miles de tormentas.

Theresa bajó del auto, se quitó el cabello del rostro y se dirigió la entrada. Se detuvo antes de abrir la puerta para aspirar profundo y reunir valor. Luego entró.

Caminó por la tienda, se metió entre los pasillos y observó a los diversos clientes tomar y volver a colocar artículos en las repisas. Fue hasta la pared posterior, donde encontró una serie de recortes de diarios y de artículos de revistas enmarcados que colgaban sobre los estantes. Después de un vistazo rápido se inclinó hacia el frente para verlos más de cerca y de pronto se dio cuenta de que había encontrado la respuesta a la primera pregunta que tenía acerca del misterioso Garrett Blake.

Por fin sabía cómo era.

El primer artículo hablaba de buceo y el pie de foto decía simplemente: GARRETT BLAKE, DE ISLAND DIVING, PREPARA A SU CLASE PARA SU PRIMERA INMERSIÓN EN EL MAR.

En la fotografía un hombre ajustaba las cintas que sostenían el tanque a la espalda de un estudiante. Garrett daba la impresión de tener un poco más de treinta años, el rostro enjuto y el cabello corto y castaño que parecía haberse aclarado un poco por las horas pasadas bajo el Sol. Era aproximadamente cinco centímetros más alto que el estudiante y la camiseta sin mangas que llevaba puesta, dejaba ver los músculos fuertes y torneados de los brazos. La fotografía no era muy nítida, así que no pudo determinar con exactitud el color de los ojos.

El segundo artículo era acerca del Happenstance. Incluía ocho fotografías del bote desde diversos ángulos, por dentro y por fuera; todas detallaban su restauración. Theresa se enteró de que el bote estaba hecho por completo de madera, y que lo habían armado en Lisboa, Portugal, en 1927. Tenía una historia larga y llena de datos asombrosos, incluyendo que fue usado durante la Segunda Guerra Mundial para estudiar las guarniciones alemanas que se encontraban en las costas francesas. Con el paso del tiempo, el bote llegó hasta Nantucket, donde fue adquirido por un empresario local. Cuando Garrett Blake lo compró cuatro años atrás, necesitaba muchas reparaciones, y el artículo decía que él y Catherine, su esposa, lo habían restaurado.

Catherine…

Theresa buscó y halló la fecha del artículo: abril de 1992. No se mencionaba que Catherine hubiera muerto y, como una de las cartas que Theresa tenía había sido encontrada en Norfolk tres años antes, eso significaba que tal vez Catherine había muerto en el transcurso de 1993.

– ¿Puedo servirla en algo?

Theresa se volvió de manera instintiva hacia la voz a sus espaldas. Un joven le sonreía y de pronto se alegró de haber visto la fotografía momentos antes. Aquel hombre, evidentemente, no era Garrett Blake.

– Es magnífico, ¿no le parece? -comentó el hombre.

– ¿Quién? -preguntó Theresa.

– El Happenstance. Garrett, el dueño de esta tienda, lo reconstruyó. Es un velero maravilloso ahora que está terminado.

– ¿Está aquí? Me refiero a Garrett.

– No. Está en los muelles. No volverá sino hasta más tarde. ¿Puedo ayudarla en algo?

– No, en realidad sólo estaba mirando.

– Muy bien, pero si puedo ayudarla, sólo dígamelo.

– Eso haré -le aseguró, y el joven regresó al mostrador que se encontraba al frente de la tienda. Theresa pasó los siguientes tres minutos fingiendo que miraba los diferentes artículos en los anaqueles y luego salió tras despedirse del joven.

Pero en lugar de dirigirse a su auto, se encaminó hacia el puerto.

Theresa encontró fácilmente la embarcación porque la gran mayoría de los botes eran blancos, mientras que el Happenstance tenía el color natural de la madera. Sin embargo, al aproximarse se dio cuenta de que no parecía haber nadie cerca. Luego de mirar si Garrett andaba por ahí, buscó el nombre en la parte posterior de la embarcación. Se trataba, en efecto, del Happenstance. Hizo a un lado el cabello que el viento le había hecho caer sobre el rostro y se dedicó a admirar el bote unos momentos. Era hermoso, elegante y tenía un acabado brillante. Era más original que los veleros atracados a su lado y entendió por qué en el diario se había elegido escribir un artículo sobre él. En cierta forma le parecía una versión en miniatura de los barcos de piratas que había visto en las películas.

Caminó durante algunos minutos, observándolo con detenimiento desde diferentes ángulos.

Por fin decidió que regresaría a Island Diving un poco más tarde. Era evidente que el hombre de la tienda estaba equivocado. Después de echar un último vistazo al velero, se volvió para marcharse.

Un hombre se hallaba de pie a menos de un metro de ella.

Era Garrett…

Sudaba por el calor de la mañana y su camiseta estaba húmeda en algunos lugares. Le había arrancado las mangas, por lo que dejaba al descubierto los músculos torneados de sus brazos y antebrazos. Llevaba unos pantaloncillos cortos caqui y zapatos deportivos de los que se usan sin calcetines para navegar en botes de vela, y se veía como alguien que pasa la mayor parte del tiempo, si no es que todo, cerca del mar.

Él la miró mientras ella daba un involuntario paso atrás.

– ¿Puedo ayudarla en algo? -preguntó él.

Por un momento lo único que pudo hacer fue observarlo. A pesar de haber mirado antes su fotografía, se veía mejor de lo que había esperado, aunque no estaba segura de cuál era la razón. Alto, de hombros anchos, no era extremadamente atractivo, pero había algo seductor en él, algo muy masculino en su manera de plantarse frente a ella.

Ella se movió hacia el Happenstance.

– Sólo estaba admirando su bote. Es muy hermoso.

– Gracias -dijo él con amabilidad-. ¿Ya nos conocemos?

Theresa negó lentamente con la cabeza.

– Creo que no.

– Entonces, ¿cómo supo que el bote era mío?

Ella respondió con alivio:

– ¡Ah! Vi su fotografía en la tienda, en los artículos que están en la pared. El joven dependiente dijo que usted estaría aquí y pensé que si era así podría venir a verlo por mí misma.

– ¿Él le dijo que yo iba a estar aquí?

Ella guardó silencio mientras se esforzaba por recordar las palabras exactas.

– En realidad me dijo que usted se encontraba en los muelles. Yo simplemente supuse que se refería a este lugar.

Él asintió.

– Estaba en el otro bote, el que usamos para bucear.

Un pequeño bote de pesca hizo sonar su sirena y Garrett se volvió y saludó al hombre que iba de pie en la cubierta. Una vez que se hubo marchado, Garrett se volvió a verla de nuevo y le sorprendió notar lo hermosa que era. En un impulso bajó la mirada y tomó el pañuelo rojo que llevaba en el bolsillo trasero. Se limpió el sudor de la frente.

– Hizo un excelente trabajo de restauración -aseguró Theresa.

Él esbozó una sonrisa mientras guardaba el pañuelo.

– Gracias. Es usted muy amable.

Theresa miró primero el Happenstance mientras Garrett hablaba, y luego lo miró a él.

– Sé que no es asunto mío -dijo como quien no quiere la cosa-, pero, ¿le molestaría si le hago algunas preguntas sobre él?

Por la expresión del rostro se dio cuenta de que no era la primera vez que le pedían que hablara acerca del velero.

– ¿Qué le gustaría saber?

Ella hizo su mejor esfuerzo para que pareciera una conversación ligera y casual.

– Bueno, ¿de ver dad se encontraba en tan malas condiciones cuando lo adquirió, como sugiere el artículo?

– En realidad estaba mucho peor -él se acercó y señaló los diversos puntos del bote conforme los mencionaba-. Gran parte de la madera se hallaba podrida cerca de la proa; le entraba agua por los costados… era un milagro que aún se mantuviera a flote. Terminamos reemplazando una buena parte del casco y tuvimos que lijar el resto por completo y luego sellarlo y barnizarlo de nuevo. Y eso sólo en el exterior. El interior requirió de muchísimo más tiempo.