Выбрать главу

Ella siguió cantando tranquilamente hasta que Carl terminó de hablar.

– Ven, Carl -pidió, llevándolo hasta su reino de los cielos de color rosa.

Lo dejó frente al escritorio de Rose, donde había una copia de la interpretación de Tryggve del mensaje de la botella.

– Mira. En las primeras líneas estamos todos de acuerdo.

SOCORRO

– El 16 de fevrero de 1996 nos sequestraron nos llevaron de la parada de autovus de Lautropvang en Ballerup – El hombre mide 1,8. tiene el pelo corto

– ¿De acuerdo?

Carl asintió en silencio.

– Después Tryggve propone lo siguiente:

Tiene ojos oscuros pero azules – Tiene una cicatriz en la… derrecha

– Sí, pero seguimos sin saber dónde tiene la cicatriz -intervino Carl-. Tryggve no se había fijado en eso, y tampoco habló con Poul sobre ello. Era el tipo de cosas en que reparaba Poul, dijo Tryggve. Los pequeños defectos de los demás hacían desaparecer quizá los suyos. Pero sigue.

Yrsa asintió con la cabeza.

conduce una furgoneta asul Papá y mamá le conocen – Freddy y algo con una B- Nos ha amenazado si van a la poli nos matara-

– Sí, todo suena bastante probable.

Carl miró al techo. Había allí arriba otro moscón repulsivo riéndose de él. Lo miró con atención. ¿Llevaba una salpicadura de tippex en un ala? Sacudió la cabeza, confuso. Pues sí, la llevaba. Era la mosca a la que había arrojado el frasco de tippex. ¿Dónde diablos había estado escondida?

– Estamos de acuerdo en que Tryggve estuvo presente durante los hechos, y en que estaba consciente -continuó Yrsa, infatigable-. Esta parte del mensaje versa sobre los rasgos del hombre, y, si lo unimos a la descripción hecha por Tryggve, tendremos una descripción bastante buena. Ahora solo nos falta ver el dibujo que han hecho los suecos.

Señaló las líneas del final.

– No sé qué pensar de las siguientes frases del mensaje. La cuestión es si realmente pone lo que creemos. Léelo en voz alta, Carl.

– ¿En voz alta? Léelo tú misma.

¿Qué se había pensado? ¿Que era un artista a las órdenes del rey?

Ella le palmeó el hombro y, para rematar la faena, le dio un pellizco en el brazo.

– Venga, Carl. Así captarás mejor el contenido.

Carl sacudió la cabeza, resignado, y se aclaró la garganta. Aquella bruja estaba loca.

Nos apretó un trapo en la cara primero a mí y luego a mi hermano Fuimos en coche casi 1 hora y estamos junto al agua Hay molinos de viento cerca Aquí uele mal – Daros prisa Mi ermano es Tryggve -13 años y yo soy Poul 18 años

POULHOLT

Yrsa aplaudió la interpretación en silencio, con las puntas de los dedos.

– Magnífico, Carl. Sí, ya sé que Tryggve está seguro de casi todo, pero lo de los molinos ¿no podría ser otra cosa? También alguna de las otras palabras. Imagínate si esos puntos esconden más de lo que podemos adivinar.

– Poul y Tryggve no hablaban en absoluto sobre el ruido, claro que tampoco podían hacerlo con la boca tapada con cinta adhesiva; pero Tryggve recordaba que, de vez en cuando, oían un sonido grave, ronroneante -explicó Carl-. Además, Tryggve dijo que Poul era hábil para esas cosas técnicas y para los sonidos. Pero, en resumidas cuentas, el ruido puede ser de cualquier cosa.

Carl vio ante sí a Tryggve cuando, después de llorar y en silencio, leyó por segunda vez el mensaje de la botella a la luz de la mañana sueca.

– El mensaje impresionó mucho a Tryggve. Dijo varias veces que todo lo escrito era típico de su hermano mayor. Que había una falta absoluta de puntuación, a excepción de algún guion, y que Poul siempre escribía igual que hablaba. Que leer el mensaje era como oírselo decir a él.

Carl dejó escapar la imagen de Tryggve. Cuando se hubiera recuperado de la experiencia tenían que traerlo a Copenhague.

Yrsa arrugó el entrecejo.

– Por cierto, ¿le preguntaste a Tryggve si durante los días que pasaron en la caseta hubo viento? ¿Habéis mirado tú o Assad en el almanaque? ¿Habéis preguntado en el Instituto Meteorológico?

– ¿A mediados de febrero? Desde luego que habría viento. Y no hace falta mucho para que los generadores se pongan en marcha.

– De todas formas, ¿habéis preguntado?

– Esa pregunta trasládasela a Pasgård, Yrsa. Es él quien investiga lo de los molinos de viento. En este momento tengo otro trabajo para ti.

Yrsa se sentó en el borde de la mesa.

– Ya sé qué vas a decirme. Que ahora tendré que ser yo quien hable con los grupos de apoyo a los renegados de las sectas religiosas, ¿verdad?

Echó mano del bolso y sacó una bolsa de patatas fritas. Y antes de que Carl pudiera responder, la bolsa estaba abierta y su contenido parcialmente devorado.

Desconcertante de narices.

En cuanto entró en su despacho miró la página web del Instituto Meteorológico y observó que solo había archivos a partir de 1997. Entonces llamó por teléfono, se presentó y formuló una pregunta sencilla, esperando recibir una respuesta igual de sencilla.

– ¿Pueden decirme qué tiempo hizo los días posteriores al 16 de febrero de 1996? -preguntó.

Pasados unos segundos llegó la respuesta.

– El 18 de febrero de 1996 se abatió sobre Dinamarca una fuerte tormenta de nieve que dejó el país casi paralizado durante tres o cuatro días. Incluso cerraron la frontera con Alemania por la violencia del embate -dijo la mujer al otro lado de la línea.

– ¿De verdad? ¿También el norte de Selandia?

– Todo el país, aunque fue peor en el sur. En el norte, pese a todo, las carreteras estuvieron transitables en amplias zonas.

¿Por qué coño no habían preguntado antes por la meteorología?

– Así que ¿dice que hubo mucho viento?

– Ya lo creo que hubo viento.

– ¿Qué pasa con los molinos de viento en esas circunstancias?

La mujer estuvo callada un rato.

– ¿Me pregunta si el viento era demasiado fuerte como para generar energía eólica?

– Eh… sí, supongo que me refería a eso. ¿Cree que los generadores estarían parados aquellos días?

– Sí. No soy experta en aerogeneradores, pero sí. Por supuesto que se detuvieron los aerogeneradores aquellos días. De lo contrario se habrían descoyuntado.

Carl sacó un cigarrillo del paquete y dio las gracias. Entonces, ¿qué diablos era lo que oían los chicos desde la caseta de botes? Parte de ello se debería a la tormenta de nieve, claro. Estaban helados dentro de la caseta, pero no podían ver el exterior, así que era una posibilidad. Porque ¿sabían ellos que había tormenta?

Carl buscó el número de móvil de Pasgård y lo tecleó.

– Sí -respondió el hombre. Sonó de lo más desagradable, a pesar de ser una sola palabra. El tipo parecía ser especialista en eso.

– Soy Carl Mørck. ¿Has mirado qué tiempo hizo durante los días en que los chicos estuvieron secuestrados?

– Todavía no. Lo haré ahora.

– No hace falta. Hubo una tormenta de nieve en los tres últimos días de los cinco que estuvieron en cautiverio.

– No me digas.

¿No me digas? Era la típica observación de Pasgård.

– Olvida los molinos de viento, Pasgård. Soplaba demasiado viento.

– Ya, pero hablas de tres de los cinco días. ¿Y los dos primeros?

– Tryggve me dijo que hubo un ronroneo durante los cinco días. Tal vez menos durante los tres últimos. Eso podría explicarse por la tormenta, que amortiguaría el sonido.

– Sí, tal vez.

– Pensaba que debías saberlo.

Carl rio para sus adentros. Seguro que Pasgård estaba mordiéndose los huevos por no haber sido el primero en descubrirlo.

– Tienes que buscar otra fuente sonora que no sean los molinos de viento -continuó-. Pero que sea un ronroneo. Por cierto, ¿qué hay de la escama de pez? ¿Has encontrado algo?