Es obvio que existe una energía que interviene en la proyección mental, una energía dirigida por las intenciones de nuestra mente. Si cambiamos estas intenciones de una recopilación de información a una curación, modificaremos lo que la energía va a llevar al cabo.
¿De qué manera vinculamos nuestras intenciones con esta energía de tal forma que realice lo que nosotros deseamos? La intención por sí misma, en su forma pura, se parece a la voluntad. Como dije en el capítulo que trata sobre el control de los hábitos, la voluntad aislada no tiene mucha utilidad. Así como primero detectamos anormalidades por medio de la visualización, después visualizamos las condiciones que deseamos establecer libres de las anormalidades. Esta es la curación psíquica. Es tan sencillo como eso.
Para la mayor parte de las curaciones que usted llevará al cabo no será necesario que domine la técnica de rehabilitación. Se puede convertir en un curador igualmente eficaz sencillamente por medio del uso de su pantalla mental, como lo hace en los casos de resolución de problemas! De hecho, fe! se encuentra en las etapas iniciales de meditación y visualización, aún así puede lograr algunos resultados efectivos.
Muchas de las posibilidades que ofrece la vida están en una balanza delicada. Un ligero empujoncito y usted puede hacer que esta balanza se incline en su favor. En ocasiones, desde luego, la balanza ya está inclinada y se requiere de un psíquico más diestro (cosa que usted podría llegar a ser para lograr que se cambie a su favor). Si espera hasta que sea tan eficaz en el uso de Control Mental como le gustaría ser antes de empezar a realizar curaciones psíquicas, estará desperdiciando oportunidades inapreciables de ayuda a quien la necesita.
Yo empecé mi labor de curación mucho antes de haber desarrollado Control Mental, y de hecho mucho antes de tener una metodología organizada para la curación. Puse a prueba un método tras otro, con resultados variables. Lo importante es que no esperé, y tuvo lugar un número significativo de curaciones… las suficientes, de hecho, para que yo adquiriera un cierto renombre como curador en mi área de la frontera con México. Muchos pensaban que yo poseía dones especiales o poderes poco comunes; pero sencillamente había leído y experimentado hasta que aprendí a usar lo que aprendí.
Una de mis primeras curaciones demuestra cuan diferentes eran entonces mis métodos. En 1959 oí hablar del sacerdote de una parroquia cercana a Laredo que había padecido durante quince años de una dolorosa hinchazón en las rodillas. Con frecuencia tenía que guardar cama. El dolor y el tener que guardar cama no eran lo único que preocupaba al sacerdote; estaba imposibilitado para hincarse en los momentos en los que así lo exigía la celebración de la misa. El arzobispo le había otorgado una dispensa; pero no había dispensa alguna que pudiera liberar al pobre hombre de la preocupación de que no estaba cumpliendo con un ritual sagrado.
Fui a visitarlo.
– Creo que le puedo ayudar -le dije-. No soy doctor, pero a lo largo de los últimos doce años he estado trabajando
en el área de la parapsicología y hemos obtenido resultados muy semejantes a los de la curación por la fe, con la que usted está familiarizado.
Tan pronto como mencioné las palabras "resultados muy semejantes a los de la curación por la fe", el sacerdote se empezó a preocupar más por mí que por él mismo. ¿Parapsicología?
– Nunca he oído hablar de semejante ciencia. Confío en que no se estará metiendo en algo que nuestra Santa Iglesia desaprobaría.
Le expliqué lo mejor que me fue posible, algunos de los principios de la parapsicología que yo había aprendido, y la manera como se pueden activar las curaciones. Nada de lo que dije parecía concordar con la teología de este hombre. Me prometió investigar más a fondo y tal vez llamarme en poco tiempo. La mirada de compasión que había en su rostro y el matiz de incredulidad de su voz me quitaron toda esperanza de que volviera yo a saber de él. Yo sabía, sin embargo, que él oraría para que se me protegiera de peligros tan graves en su mente que empequeñecían incluso sus propios problemas.
Pero sí volví a tener noticias del sacerdote un mes más tarde y una vez más me encontré sentado al lado de su lecho.
– José, como usted sabe, el Señor nos conduce por caminos extraños. Unos cuantos días después de su visita recibí una circular que contenía la reseña de un libro escrito por uno de los hermanos de nuestra orden. Encontré un capítulo completo dedicado a esta parapsicología de la que hablábamos el otro día. Ahora la comprendo un poco mejor y estoy dispuesto a permitir que ponga a prueba su labor conmigo.
Me senté con él durante más de una hora y hablé acerca de mis lecturas y de parte del trabajo que había llevado a cabo. Mientras más tiempo permanecía con él, más me agradaba aquel hombre. Finalmente se cansó y llegó el momento de que yo partiera.
– Bueno, está bien -dijo-, ¿cuándo empezaremos el tratamiento?
– Padre, el tratamiento ya ha empezado.
– Pero no comprendo.
– Esto es algo mental, padre, y mientras nosotros hablábamos yo llevé al cabo la labor inicial.
Efectué el resto del trabajo en casa aquella noche. A la mañana siguiente el sacerdote me llamó por teléfono y con sorpresa y alegría en la voz me informó que había tenido lugar un enorme alivio en el transcurso de la noche.
Tres días después de mi visita él podía caminar e hincarse, y nunca más ha vuelto a padecer molestias en sus rodillas. ¿Un milagro? No, un fenómeno puramente natural. Aquí tiene la forma en la que lo logré.
A lo largo de la plática de más de una hora, ambos nos encontramos alerta y relajados dos condiciones útiles para la curación. Los temas sobre los cuales hablamos aumentaron su confianza en la parapsicología. En el trabajo psíquico la confianza es tan importante como lo es la fe en la religión. Entre tanto yo empecé a visualizarlo mejor de su salud y aprendí a apreciarlo cada vez más, cosa que resulta igualmente importante. El amor es una fuerza tremenda; yo quería que también estuviera de nuestra parte.
Llevé al cabo una cosa más como preparación para lo que haría posteriormente, aquella noche. Para ayudarme a visualizarlo más tarde, estudié detenidamente mientras hablábamos al sacerdote: su rostro, la impresión que me produjo su apretón de manos, sus distintas expresiones y ademanes característicos, el sonido de su voz, la sensación total de estar en su presencia. Esta fue la "labor inicial".
Varias horas más tarde, cuando el sacerdote estaba dormido y yo estaba de regreso en casa, llevé al cabo el resto del trabajo. Lo que hice era totalmente diferente de lo que hago en la actualidad. Había descubierto que las energías psíquicas se transfieren con mayor eficacia cuando está de por medio la supervivencia como lo mencioné en el capítulo anterior. En lugar de ponerme a nivel, como lo haría hoy día, aguanté la respiración mientras imaginaba que el sacerdote gozaba de perfecta salud. Transcurrieron largos minutos, hasta que mi cuerpo clamó por respirar. A pesar de ello me aferré a mi imagen del sacerdote perfectamente sano. Entre tanto mi cerebro, en una especie de alarido psíquico, gritó y la energía del alarido transportó la imagen cuidadosamente guardada de perfecta salud, exactamente hasta el sitio al que se suponía que debería llegar.
Finalmente respiré, convencido de que la labor estaba terminada, y así fue. El método que imparto y que utilizo hoy día es mucho más sencillo para el operador, y es igualmente efectivo. Simplemente aprenda usted a usar su pantalla mental en forma vívida y con confianza. Permítame que le proporcione un bosquejo del procedimiento, paso a paso.
1. Resulta de utilidad, aunque no es necesario, que usted conozca la condición de la persona a la que está a punto de curar. Puede indagar esto en forma psíquica u objetiva; no tiene importancia.