Una oportunidad seria se presentó ella solita en forma de llamada.
– ¿Señor Bolitar? Soy Ronny Angle, de Rack Enterprises. ¿Nos conoce?
– Tienen unos cuantos bares de topless, ¿no?
– Preferimos que se nos conozca como clubs exóticos de lujo.
– Y yo prefiero que se me conozca como semental bien dotado -respondió Myron-. ¿Qué puedo hacer por usted, señor Angle?
– Ronny, por favor. ¿Le importa que lo tutee?
– Pues llámame Myron.
– Estupendo, Myron. Rack Enterprises está iniciando una nueva aventura empresarial.
– Ahá.
– Probablemente habrás leído algo sobre el tema. Una cadena de cafeterías llamada La, La, Latte.
– ¿Lo dice en serio?
– ¿Perdón?
– Bueno, creo que sí he leído algo sobre el tema, pero pensé que se trataba de una broma.
– No es ninguna broma, señor Bolitar.
– ¿De modo que pensáis abrir una cadena de cafeterías topless? -Preferimos ser conocidos como experiencias de café erótico.
– Entiendo. Pero vuestras, esto…, baristas, irán en topless, ¿conecto?
– Así es.
Myron reflexionó sobre el asunto.
– Eso hace que cuando les pides leche haya cierta confusión, ¿no crees?
– Eres muy gracioso, Myron.
– Gracias, Ronny.
– Pensamos abrir salpicando todo lo lejos que podamos.
– ¿Es eso otra broma de tipo láctico?
– No, Myron, pero eres un tío muy gracioso.
– Gracias, Ronny.
– Déjame ir al grano, ¿vale? Nos gusta Suzze T. -Se refería a Suzze Tamirion, una tenista del circuito profesional de tenis-. Hemos visto su foto en el número de los trajes de baño del Sports Illustrated y,bueno, nos dejó impresionados. Nos gustaría que hiciera un carneo en nuestra gran inauguración.
Myron se frotó el tabique nasal con el índice y el pulgar:
– Cuando dices carneo…
– Una breve intervención.
– ¿Cómo de breve?
– No más de cinco minutos.
– No me refiero a la duración, me refiero al vestuario.
– Precisaríamos un desnudo frontal completo.
– Vale, gracias por pensar en nosotros, Ronny, pero no creo que Suzze esté interesada.
– Ofrecemos doscientos mil dólares.
Myron se incorporó. Le habría resultado fácil colgar el teléfono, pero por esa pasta tenía la responsabilidad de perseguir el tema:
– ¿Y si lleva un pequeño top?
– No.
– ¿Y un bikini?
– No.
– Un bikini pequeñito, itsy-bitsy, teeny-weeny…
– ¿Y amarillo, como en la canción?
– Exacto -dijo Myron-, como en la canción.
– Voy a decírtelo todo lo claro de lo que soy capaz -dijo Ronny-. Queremos que los pezones sean visibles.
– ¿Pezones visibles?
– Eso es innegociable.
– Por así decirlo.
Myron prometió que le llamaría en unos días y colgaron. Negociar la visibilidad de los pezones, menudo negocio.
Esperanza entró sin llamar, con los ojos brillantes y muy abiertos.
– Tienes a Lamar Richardson por la línea uno -dijo.
– ¿Al mismísimo Lamar?
Asintió con la cabeza.
– ¿No es ni un pariente, ni un mánager personal, ni su astrólogo favorito?
– El mismísimo Lamar -repitió Esperanza.
Ambos asintieron con la cabeza: la cosa pintaba bien.
Myron cogió el teléfono:
– Hola.
– ¿Podemos reunimos? -dijo Lamar.
– Por supuesto -respondió Myron.
– ¿Cuándo?
– Cuando tú quieras.
– ¿Cuándo estás libre?
– Cuando tú quieras -insistió Myron.
– Ahora mismo estoy en Detroit.
– Cogeré el próximo avión que salga para allá.
– ¿Así de fácil? -dijo Lamar.
– Sí.
– ¿No deberías fingir que estás muy atareado?
– ¿Estás intentando ligar conmigo, Lamar?
Lamar se rió:
– No, creo que no.
– Pues entonces me ahorraré toda esa fase de hacerme el duro. Esperanza y yo queremos ficharte para la agencia MB SportsReps. Haremos un buen trabajo, serás una prioridad y no tenemos intención de jugar contigo.
Myron miró sonriente a Esperanza: ¿no era el mejor?
Lamar dijo que pensaba ir a Manhattan a finales de semana y que le gustaría reunirse con ellos entonces. Acordaron una hora. Myron colgó. Él y Esperanza se quedaron allí sentados y se miraron, sonriendo.
– Tenemos una oportunidad -dijo ella.
– Sí.
– Bueno, ¿y qué estrategia seguimos?
– He pensado que lo impresionaré con mi mente astuta -bromeó Myron.
– Ya -dijo Esperanza-, y tal vez yo debería llevar un escote bien pronunciado.
– Con eso ya contaba.
– Impresionarle con nuestro cerebro y nuestra belleza.
– Sí -dijo Myron-, pero ¿quién se encarga de qué?
Cuando Myron volvió al Dakota, Win salía con su bolsa de deporte de piel y Terese ya no estaba.
– Ha dejado una nota -explicó Win mientras se la entregaba.
He tenido que volver antes de lo previsto. Te llamaré.
Terese
Myron volvió a leer la nota, pero eso no la cambió. La dobló y la guardó.
– ¿Vas a clase con Master Kwon? -le preguntó Myron. Master Kwon era su profesor de artes marciales.
Win asintió:
– Últimamente me pregunta a menudo por ti.
– ¿Y qué le has dicho?
– Que has tenido un bajón.
Gracias.
Win hizo una leve reverencia y recogió su bolsa de deporte:
– ¿Te puedo hacer una sugerencia?
– Dispara.
– Llevas mucho tiempo sin pisar el tatami.
– Ya lo sé.
– Estás sufriendo mucho estrés -añadió Win-. Necesitas una escapada. Necesitas un poco de concentración, equilibrio, un poco de estructura.
– Supongo que ahora no pensarás llamarme Pequeño Saltamontes.
– No, hoy todavía no. Pero ven conmigo.
Myron se encogió de hombros.
– Está bien, voy a recoger mis cosas.
Cuando estaban cruzando por la puerta llamó Esperanza. Le dijo que estaban a punto de marcharse.
– ¿Dónde?
– A la clase de Master Kwon.
– Os veo allí.
– ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
– Tengo información sobre Davis Taylor.
– ¿Y?
– Y es más que un poco extraña. ¿Va Win contigo?
– Sí.
– Pregúntale si sabe algo de la familia de Raymond Lex.
Silencio.
– Raymond Lex está muerto, Esperanza.
– Vamos, Myron, he dicho de su familia.
– ¿Tiene eso algo que ver con Davis Taylor?
– Será más fácil que te lo explique en persona. Os veo allí dentro de una hora -concretó, antes de colgar.
Uno de los conserjes ya había ido a buscar el Jaguar de Win, que los esperaba en Central Park West. La zona rica. Myron se acomodó en la lujosa butaca de piel, Win pisó el acelerador. Era muy diestro con el pedal del gas; el freno le daba muchos más problemas.
– ¿Conoces a la familia de Raymond Lex?
– Habían sido clientes -dijo Win.
– ¿Bromeas?
– Oh, sí, ya sabes lo payaso que soy.