– Todavía no puedo creerlo -dijo Sebastian más tarde, acomodados en el sofá de Matty-. Toda la tensión que hemos pasado para que el tipo nos dijera que redoblaría el pedido del año pasado de la gama completa de Las Hadas del Bosque. Me habría gustado verlo más positivo respecto a las tarjetas personalizadas basadas en tu abecedario.
– En todo caso, me pareció muy prometedor que preguntara si era posible hacer una línea diversa de artículos de producción programada.
– Tienes razón, solamente lo deseaba por ti -dijo al tiempo que le acariciaba la cabeza, apoyada en su hombro.
– Es posible que en sus grandes tiendas primero exhiban los artículos de producción programada a modo de tanteo. Por otra parte, la reproducción de las tarjetas originales fue una estupenda idea de Blanche. Hizo un buen trabajo, Sebastian.
– Con tu ayuda.
– No te preocupes, te mandaré una nota con mis honorarios -dijo sonriendo-. A este paso estarás en Nueva York antes de que te des cuenta -añadió, a sabiendas de que era un tema que debían encarar.
– No tengo prisa.
– Tu vida está allí, Sebastian. El rescate de Coronet siempre fue una diversión menor.
– Todavía he de encontrar un comprador para la empresa. No será tan fácil. Pero está bien; me da tiempo para convencerte de que deberías ir a Nueva York conmigo. Mi piso está bien adaptado para una silla de ruedas.
Matty frunció el ceño mientras intentaba recordar lo que él le había contado de su casa.
– ¿Y qué hay de la escalera en espiral para subir al dormitorio?
– Pondremos un ascensor.
– Pero…
Él la hizo callar con un beso tan prolongado que ella olvidó lo que iba a decir. Y cuando lo recordó, su blusa ya estaba en el suelo
– No…
– ¿No quieres que te quite la ropa?
– Sí, pero…
– Entonces todo lo demás puede esperar. Tienes meses para descubrir todas las razones que te impiden marcharte de Londres. Y yo dispongo de meses para descartarlas.
– No, Sebastian, tienes que escuchar.
– Y lo haré. Pero no ahora. Todo lo que quiero es oírte decir «Sí» -dijo mientras la besaba apasionadamente.
Mientras Sebastian observaba a Guy jugar con su hijastro en el jardín, intentó analizar lo que sentía. Lo único que nunca había deseado era un hijo. Pero en ese momento supo que eso era irrelevante. Lo que más importaba era la mujer. Todo el resto quedaba en manos de Dios.
Tendría que hablar con Matty al respecto, pero primero había tenido que aclarar sus propios sentimientos. Ya era tiempo de decirle muchas cosas. Pero ella no estaba allí.
Toby lo vio primero y luego Guy alzó la vista.
– ¡Seb! Si buscas a Matty, has llegado con una hora de retraso.
– ¿Sabes cuándo volverá?
– Me atrevería a decir que llegará bastante tarde. Cuando la vi cargar el coche me dijo que pasarías la jornada reunido con un posible comprador. ¿Cómo te ha ido?
– No ha habido reunión. Decidí que prefería pasar junto a mi chica este sábado tan bonito. ¿Dices que ha cargado el coche?
– Sí, con el material de dibujo. Sabes que hace pequeños retratos de niños, como el de Toby que viste en mi oficina. Realmente buenos. Parece que Bea la llamó para pedirle que los hiciera durante la fiesta.
A Sebastian se le heló la sangre. Matty había ido a la fiesta del verano en la casa familiar. Era un evento anual con el fin de recaudar fondos para cubrir las necesidades de la localidad.
– Pídele a Fran que la localice en su móvil, por favor. Y dile que intente hacerla volver.
– No hay la menor posibilidad. Incluso antes de que fuera ilegal, ella nunca conecta el teléfono móvil cuando va en su coche.
No. Desde luego que no.
Capítulo 12
LOUISE y Penny están en la casa con nuestros padres. Llévame hasta la entrada y cumpliremos con las formalidades.
– ¿Formalidades?
– Penny y Louise quieren conocerte -dijo Bea, y al ver la expresión de Matty, le dirigió una sonrisa tranquilizadora-. No te asustes. Te prometo que no son tan malas como Sebastian las pinta. Luego te mostraré dónde te hemos instalado. Ha sido una amabilidad por tu parte, no sabes lo difícil que es encontrar nuevas atracciones para los niños todos los años. Sé que vas a tener mucho éxito, aunque no tienes que trabajar todo el tiempo. Llámame por el móvil si necesitas algo o si hace falta que te rescate de los curiosos.
– ¿Curiosos?
– Todo el mundo quiere conocerte. Quieren echar una mirada a la chica del hijo y heredero.
– Pero ellos ignoran mi existencia.
– Has estado aquí con Sebastian. En el campo, los forasteros no pasan inadvertidos, y la gente de la localidad no tarda en sacar conclusiones. ¡Papá! -gritó Bea de pronto al tiempo que se asomaba por la ventanilla.
El hombre que se acercaba desde la casa solariega era alto y distinguido, sorprendentemente parecido a Sebastian. Estaba claro que era el padre.
– Papá, ésta es Matty, una amiga de Sebastian.
– Encantado de conocerte, querida. ¿Ha venido Grafton contigo?
– No -respondió Bea-. Matty ha venido sola. En este momento la iba a llevar a conocer al resto de la familia.
– Penny ha bajado al lago a hacer la guardia -informó el padre-. Siempre algún idiota se cae al agua. Louise se encuentra en el puesto de primeros auxilios y tu madre está con el actor que va a inaugurar la fiesta.
Cuando se hubo marchado, Matty miró a Bea.
– ¿Quién es Grafton?
Bea se encogió de hombros.
– Papá es un tanto anticuado. Siempre llama a Seb por su título y mi hermanito se sube por las paredes.
– ¿Has hablado de un título?
– ¿No te lo ha dicho?
– Parece que no. Pero no te preocupes, lo hará -respondió Matty, con una de sus características sonrisas.
La carretera estaba atestada de vehículos con gente que intentaba escapar a la playa durante el fin de semana.
Cuando Sebastian finalmente llegó a la fiesta supo que sería demasiado tarde para hacer algo más que recoger los fragmentos. Había que intentar convencer a Matty de que el asunto no tenía importancia.
Ya había perdido a una mujer a causa de un título nobiliario que él no deseaba. Debió habérselo contado cuando le habló de Helena. Había tenido la intención de contárselo, pero cuando estaba a punto de hacerlo ese día, apareció Josh junto al coche.
Sabía que con Matty las cosas funcionaban diciendo la verdad. Toda la verdad.
Sebastian la vio mucho antes de que ella lo viera a él. Matty estaba haciendo el boceto de una niña rubia. Mientras su mano trabajaba rápidamente, no dejaba de charlar con ella y la pequeña reía encantada. Y al entregar la pintura acabada a la feliz madre fue cuando lo vio.
– En media hora más voy a tomar un descanso -le dijo mientras otro pequeño se sentaba en el taburete-. ¿Por qué no consigues unos bocadillos y hacemos un pequeño picnic? -sugirió con una suave sonrisa que engañó a los curiosos, pero no a Sebastian.
– Estaré en el lago.
Sebastian se sentó en un banco no lejos de un par de niños que jugaban a la orilla del agua.
Tras lo que le pareció una eternidad, Matty detuvo la silla junto a él.
– Te he contado todo -empezó de inmediato, con suma frialdad-. Cosas mías que ni siquiera Fran las sabe. A nadie le conté el detalle del teléfono móvil en el momento del accidente… -Matty se detuvo y lo miró con los ojos cargados de lágrimas iracundas.
– Matty…
– Te abrí mi corazón.
De repente, Sebastian supo cómo hacer para que lo escuchara.
– ¿Por qué?
– ¿Por qué, qué?
– ¿Por qué me lo contaste? -preguntó secamente, porque sabía que la amabilidad no daría resultado en ese momento-. ¿Qué había en mí que te impulsó a desnudarme tu alma? Dímelo.