¿Pero por qué me encojo cuando él me mira directamente a los ojos?
Y por otro lado está la hija de Shawke, Rhea. Vive en Toledo, en la planta 900, y está casada con el hijo de Kipling Freehouse, Paolo. Hay un gran número de matrimonios entre las familias de Louisville. Los hijos de los administradores no viven generalmente en el propio Louisville; Louisville está reservada tan sólo para los actuales gobernantes. Sus hijos, a menos que consigan situarse en el rango de los administradores, viven generalmente en París y Toledo, las dos ciudades inmediatamente inferiores a Louisville. Allí forman un enclave privilegiado, la antesala de la grandeza. Siegmund realiza muchas rondas nocturnas en París y Toledo. Y Rhea Shawke Freehouse es una de sus favoritas.
Es diez años mayor que Siegmund. Tiene las nerviosas y proporcionadas formas de su padre: un cuerpo delgado, ligeramente masculino, con senos pequeños, duras posaderas y alargados y sólidos músculos. Una tez oscura: ojos que brillan con una diversión no compartida; una elegante nariz afilada. Tiene tan sólo tres hijos. Siegmund se pregunta por qué su familia es tan pequeña. Es una mujer despierta, inteligente, bien informada. Es con mucho lo más bixesual que conoce Siegmund; se muestra con él apasionada como una tigresa, pero también le ha dicho el placer que experimenta haciendo el amor con otra mujer. Entre sus conquistas se halla la mujer de Siegmund, Mamelón, que, piensa, es en muchos aspectos la versión en más joven de Rhea. Quizá sea la combinación de todas esas cosas lo que hace a Rhea tan atractiva: combina de tal modo lo más interesante de Mamelón con lo más interesante de Nissim Shawke.
Siegmund es sexualmente precoz. Realizó sus primeras experiencias eróticas a los siete años, dos años antes de lo normal en la monurb. Cuando tenía nueve años estaba familiarizado con toda la mecánica del erotismo, y obtenía siempre las mejores calificaciones en la clase de relaciones físicas hasta el punto que fue autorizado a pasar al grupo de los once años. La pubertad le llegó a los diez años; a los doce se casó con Mamelón, que tenía un año más que él; poco después ella quedaba encinta y los Kluver abandonaban el dormitorio de Chicago para instalarse en un apartamento privado en Shanghai. Hasta entonces había visto el sexo como algo exclusivamente agradable en sí, pero últimamente se ha dado cuenta de que es también un medio de formación del carácter.
Es un asiduo rondador nocturno. Las mujeres jóvenes le aburren; prefiere a las que han rebasado los veinte, como Principessa Mattern y Micaela Quevedo de Shanghai. O Rhea Freehouse. Las mujeres de su experiencia suelen ser mejores en el lecho que las más adolescentes, por supuesto. Aunque esto no es lo principal para él. Un cuerpo no es mejor que otro cuerpo, y este tipo de persecución ha dejado de ser con mucho lo más importante para él; Mamelón puede darle todo el placer físico que necesita. Pero se da cuenta de que todas esas mujeres mayores que él le enseñan grandes cosas acerca del mundo en cada una de sus experiencias y de una forma implícita. De ellas extrae sutiles penetraciones acerca de la dinámica de la vida adulta, las crisis, conflictos, retribuciones, profundidad del carácter. Le gusta aprender. Está convencido de que su propia madurez es resultado de sus constantes relaciones sexuales con mujeres de la anterior generación.
Mamelón le dice que todo el mundo cree que sus rondas nocturnas tienen por objetivo Louisville. De hecho no es así. Nunca se ha atrevido a ello. Hay allá arriba mujeres que le tientan, mujeres de treinta y cuarenta años, algunas un poco más jóvenes, como la segunda esposa de Nissim Shawke, que tiene casi la misma edad que Rhea. Pero esta confianza en sí mismo que asombra a todos y que le reprochan y envidian desaparece apenas piensa en tomar a alguna de las esposas de los administradores. Considera ya bastante osadía aventurarse por encima de Shanghai, hacia las mujeres de Toledo o París. ¿Pero Louisville? Deslizarse en el lecho con la esposa de Shawke, y que entonces llegue el propio Shawke, sonriente, frío, y le salude, y le ofrezca un bol de excitante… Hola, Siegmund, ¿estás a gusto? No. Quizá dentro de cinco años, cuando él también viva en Louisville. Pero no ahora. De momento se contenta con Rhea Shawke Freehouse y algunas otras de su talla. No está mal para empezar.
En el elegante despacho de Nissim Shawke. Es el lugar más amplio de Louisville. Shawke no tiene escritorio; lleva sus asuntos, a su manera, desde una especie de hamaca antigravitatoria situada cerca del inmenso ventanal acristalado. Es media mañana. El sol está alto. Desde aquel lugar uno domina una impresionante vista de las vecinas monurbs. Siegmund, que ha recibido hace cinco minutos una citación de Shawke, entra. Desasosegado, sostiene la fría mirada de Shawke. Intentando no parecer demasiado humilde, demasiado obsequioso, demasiado a la defensiva, demasiado hostil.
—Acércate —ordena Shawke. Jugando su eterno juego. Siegmund cruza la inmensa estancia. Debe permanecer virtualmente nariz contra nariz con Shawke. Un remedio de intimidad; en lugar de obligar a Siegmund a mantenerse a distancia, como hace normalmente con sus subordinados, le obliga a estar tan cerca que le es imposible a Siegmund fijar sus ojos en los de Shawke. La imagen oscila; fijarla resulta doloroso. Es imposible enfocar la mirada, y los rasgos del viejo parecen distorsionados. Con una voz casual, apenas audible, Shawke dice—: ¿Quieres ocuparte de esto? —y le lanza a Siegmund un cubo de mensajes. Es, explica Shawke, una petición del consejo cívico de Chicago solicitando una liberalización de las restricciones en el coeficiente de sexos en la monurb—. Quieren mayor libertad para poder elegir el sexo de sus hijos —dice Shawke—. Pretenden que las actuales reglas violan innecesariamente las libertades individuales y son generalmente blasfemas. Puedes pasarlo luego para conocer los detalles. ¿Qué piensas de ello, Siegmund?
Siegmund repasa mentalmente la información teórica que posee en su cerebro sobre los coeficientes de sexos. No hay mucha cosa. Tendrá que hacer trabajar la intuición. ¿Qué tipo de consejo desea oír Shawke? Normalmente deseará que le confirme el dejar las cosas tal como están ahora. De acuerdo. Ahora, ¿cómo justificar las reglas de coeficiente de sexos, sin parecer intelectualmente pobre? Siegmund improvisa rápidamente. Una de sus mayores cualidades es penetrar fácilmente en la lógica de la administración.