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Mattern y su huésped inspeccionan la planta de fertilizantes, donde tiene lugar la reconversión de las materias fecales. Gortman hace numerosas preguntas. Parece enormemente interesado. Mattern está contento; los detalles prácticos de la vida de la monurb le parecen a él muy significativos, pero temía que un extranjero procedente de Venus, de un lugar donde los hombres viven en casas individuales y se pasean a cielo abierto, pudiera ver la monurb como algo repugnante u odioso.

Siguen su visita. Mattern habla de aire acondicionado, del sistema de descensores y ascensores, y de otros temas de interés.

—Es realmente maravilloso —dice Gortman—. Nunca hubiera imaginado cómo podía sobrevivir un pequeño plantea con setenta y cinco mil millones de habitantes, pero ustedes han hecho posible esta… esta…

—¿Utopía? —sugiere Mattern.

—Sí, eso es exactamente lo que quería decir —afirma Gortman.

La producción de energía y la recuperación de los desechos no son realmente las especialidades de Mattern. Conoce como trabajan, pero tan sólo porque le apasiona todo lo que se refiere al funcionamiento de la Monurb. Su auténtico campo de estudios es la sociocomputación, y es por eso precisamente por lo que se le ha pedido que muestre al visitante cómo está organizada la estructura social del gigantesco edificio. Ahora están subiendo a los niveles residenciales.

—Esto es Reykjavik —anuncia Mattern—. Su población está compuesta principalmente por el personal de mantenimiento. Intentamos tanto como podemos evitar la estratificación por status, pero cada ciudad posee su población dominante: ingenieros , universitarios, artistas, ya sabe. Mi Shanghai es eminentemente académica. Cada profesión es exclusivista. —Atraviesan el vestíbulo. Mattern se siente extraño en aquel nivel inferior, y habla sin cesar para ocultar su nerviosismo. Describe cómo cada ciudad en el interior de la monurb desarrolla su argot característico, su forma de vestir su folklore y sus héroes.

—¿Hay mucho contacto entre las ciudades? —pregunta Gortman.

—Intentamos fomentar el contacto. Competiciones deportivas, intercambios de estudiantes, reuniones mixtas regulares. Dentro de unos límites razonables, por supuesto. La gente de los niveles de clase obrera tiene poco contacto con la de los niveles universitarios. Esto no satisfaría a nadie, ¿no? Pero hemos conseguido alcanzar un razonable intercambio entre las ciudades de un nivel intelectual equivalente. Creemos que eso vivifica.

—¿No cree que ayudaría a ese proceso de intercambios el fomentar las rondas nocturnas entre las ciudades?

Mattern frunce el ceño.

—Preferimos mantenemos en el seno de nuestros grupos más próximos para eso. Las relaciones sexuales ocasionales con gente de otras ciudades son una señal de vileza.

—Ya entiendo.

Entran en una amplia estancia.—Esto es un dormitorio para recién casados —dice Mattern—. Existen cada cinco o seis niveles. Cuando los adolescentes forman pareja, abandonan sus hogares familiares y vienen a vivir aquí. Una vez tienen su primer hijo les es asignado un hogar personal.

Asombrado, Gortman pregunta:

—Pero, ¿cómo se las arreglan ustedes para alojarlos a todos? Imagino que todas las estancias del edificio están ocupadas, y no es posible que se produzcan más fallecimientos que nacimientos, así que, ¿cómo…?

—Los fallecimientos crean vacantes, por supuesto. Si el compañero o compañera de alguien muere y sus hijos ya son adultos, este alguien se traslada a un dormitorio para adultos, y así crea una nueva unidad para el establecimiento de otra familia. Pero tiene usted razón al decir que la mayor parte de nuestra gente joven no encuentra acomodo en el edificio, sobre todo teniendo en cuenta que se crea un dos por ciento de nuevas familias al año, y las defunciones son muy inferiores a esto. Pero se construyen nuevas monurbs, y tan pronto como están terminadas el exceso de recién casados de los dormitorios es enviado a ellas. Por sorteo. Es duro dejar un entorno conocido e ir a un nuevo lugar, dicen los elegidos, pero hay compensaciones para aquellos que forman el primer grupo de habitantes de un nuevo edificio. Uno adquiere su status automáticamente. Y así nos hallamos en constante expansión, enviando a nuestros jóvenes a otros lugares, creando nuevas combinaciones de unidades sociales… algo enormemente fascinante, ¿no cree? ¿Ha leído usted mi artículo «Metamorfosis estructural en la Población de las Monurbs»?

—Me temo que no he tenido este placer —responde Gortman—. Me encantaría leerlo. —Echa una mirada a su alrededor. Una docena de parejas están copulando en una plataforma cercana—. Parecen tan jóvenes —dice.

—La pubertad llega pronto entre nosotros. Las chicas se casan generalmente a los doce años, los chicos a los trece. El primer hijo suele llegar al año, dios bendiga.

—¿Y nadie intenta controlar su fertilidad?

¿Controlar la fertilidad? —Mattern se muestra sorprendido ante tamaña obscenidad. Algunas parejas dejan de copular y levantan los ojos, asombrados. Alguien deja escapar una risita—. Le ruego que no vuelva a usar de nuevo esa expresión —dice Mattern—. Particularmente si hay niños cerca. Nosotros… esto… no pensamos nunca en términos de control.—Pero…

—Nosotros mantenemos que la vida es sagrada. Crear nueva vida es una bendición. Uno de nuestros deberes ante dios es reproducirnos. — Mattern sonríe, temiendo haber sonado demasiado duro—. Ser humano es enfrentarse a las dificultades con el ejercicio de la inteligencia, ¿no? Y una de las dificultades es la multiplicación de los habitantes en un mundo que ha sabido vencer las enfermedades y eliminar las guerras. Podríamos limitar los nacimientos, supongo, pero eso sería una pobre, mezquina, antihumana escapatoria. En su lugar, nos hemos enfrentado a la superpoblación y hemos triunfado, ¿no cree? Y continuamos así, multiplicándonos gozosamente, con nuestra población creciendo a un ritmo de tres mil millones por año, y proporcionamos sitio para todos, y alimentos para todos. Unos pocos mueren, y muchos otros nacen, y nuestro planeta se llena, y dios es bendecido, y la vida es próspera y hermosa, y como puede usted ver todos somos felices. Hemos madurado más allá de la necesidad infantil de levantar barreras de aislamiento entre hombre y hombre. ¿Para qué salir afuera? ¿Para qué añorar los bosques y desiertos? La Monurb 116 contiene suficientes universos para nosotros. Las predicciones de los profetas del desastre se han revelado falsas. ¿Puede usted acaso negar que somos felices aquí? Venga conmigo. Vamos a visitar ahora una escuela.

La escuela elegida por Mattern se halla en un distrito de clase trabajadora de Praga, en la planta 108. Cree que interesará especialmente a Gortman, puesto que la población de Praga detenta el índice reproductivo más alto de toda la Monada Urbana 116, y allí no son raras las familias de doce o quince miembros. Mientras se acercan a la entrada de la escuela, Mattern y Gortman oyen las agudas vocecillas cantando las bendiciones de dios. Mattern se une a los cantantes; es un himno que él mismo había cantando cuando tenía su edad y soñaba en la gran familia que tendría algún día.

Y ahora planta la bendita semilla Que florecerá en el seno de Mami; Y ahora llega un pequeño hermanito…

Entonces se produce una desagradable e inesperada interrupción. Una mujer se precipita por el corredor hacia Mattern y Gortman. Es joven, va desaliñada, lleva tan sólo una tenue túnica gris; su cabello está alborotado; se halla en avanzado estado de gestación.

—¡Socorro! —grita agudamente—. ¡Mi esposo se ha vuelto neuro! —Se arroja, temblorosa, en brazos de Gortman. El visitante la mira desconcertado.