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No me dieron tiempo a pensar mucho en el asunto porque comenzó un gran ajetreo en la sala. La gente hablaba animadamente produciendo mucho ruido, al tiempo que colocaban grandes fuentes de comida y distintos tipos de bebidas en la mesa. Mi padre me llevaba de un grupo a otro, y me presentaron a tantas personas que pronto me fue imposible recordar nombres y títulos.

—¿No deberías presentarme a los padres de Victoria? —dije, al ver al Constructor de Puentes Lerouex parado junto a una directora, que supuse sería su esposa.

—No... eso viene después. —Me condujo hacia otro grupo, y seguí estrechando manos.

Me hubiera gustado saber dónde estaba Victoria. Ahora que ya había pasado la ceremonia gremial, supuse que debía anunciarse nuestro compromiso. A esta altura deseaba ansiosamente encontrarla. Eso se debía en parte a la curiosidad, pero también porque ella era alguien que ya conocía. Me sentía superado numéricamente por personas mayores y más experimentadas que yo, y Victoria era de mi edad y había vivido en el mismo internado, conocía a la misma gente que yo. En esta sala llena de gremialistas, me habría hecho recordar gratamente el mundo que acababa de dejar atrás. Había dado el gran paso hacia la mayoría de edad, y ya era suficiente para un solo día.

Pasaron las horas. Yo no había comido desde que Bruch me despertara, y al ver la comida, recordé lo hambriento que estaba. Ya no prestaba mucha atención al aspecto social de la ceremonia. Eran demasiadas cosas a un mismo tiempo. Durante otra media hora seguí detrás de mi padre, conversando con las personas que me presentaba, pero lo que realmente me hubiera gustado habría sido tener un poco de tiempo para mí mismo, para meditar sobre todo lo que había aprendido.

En un determinado momento mi padre me dejó hablando con un grupo de gente de la administración de sintéticos (el grupo responsable —me enteré— de la producción de las diferentes comidas sintéticas y materiales orgánicos que se utilizaban en la ciudad), y se acercó a Lerouex. Vi que intercambiaban unas palabras, y que luego Lerouex asentía.

Mi padre regresó de inmediato y me llevó a un costado.

—Espera aquí, Helward —dijo—. Voy a anunciar tu compromiso. Cuando Victoria entre en la sala, ven conmigo.

Se alejó rápidamente a hablar con Clausewitz. El Navegante volvió a ocupar su asiento en el estrado.

—¡Gremialistas y directores! —exclamó Clausewitz, en medio del bullicio de las conversaciones—. Tenemos que anunciar otra celebración. El nuevo aprendiz se comprometerá con la hija del Constructor de Puentes Lerouex. Investigador del Futuro Mann, ¿desea decir unas palabras?

Mi padre fue hasta el frente de la sala y se paró junto al escenario. Hablando muy rápidamente, hizo un breve discurso sobre mí. Encima de todo lo ocurrido esa mañana, esto me hizo pasar una nueva vergüenza. Mi padre y yo nunca habíamos sido tan amigos como dejaban entrever sus palabras. Quería hacerlo callar, irme de la habitación hasta que hubiese terminado, pero era evidente que yo seguía siendo el centro de interés. Me pregunté si los gremialistas tendrían idea de cómo me estaban alienando de su sentido de la ceremonia y la circunstancia.

Para mi alivio, mi padre terminó su exposición pero permaneció junto al estrado. Desde otra parte de la sala Lerouex informó que deseaba presentar a su hija. Se abrió una puerta y entró Victoria, acompañada por su madre.

Tal como mi padre me había indicado, me acerqué a él, que me estrechó la mano. Lerouex besó a Victoria. Mi padre también la besó y le hizo entrega de un anillo. Hubo otro discurso. Eventualmente, me la presentaron a mí. No tuvimos oportunidad de hablar.

Continuaron los festejos.

CAPÍTULO DOS

Me dieron una llave del internado, me dijeron que podía seguir usando mi pieza hasta que me encontraran ubicación en la sede del gremio, y me recordaron una vez más el juramento. Me fui derecho a dormir.

Temprano me despertó uno de los gremialistas que había conocido el día anterior. Su nombre era Futuro Denton. Esperó hasta que me vestí con mi nuevo uniforme de aprendiz, y luego salió conmigo del internado. No tomamos el mismo camino por el cual me había llevado Bruch el día anterior, sino que subimos unas escaleras. Reinaba el silencio en la ciudad. Al pasar por un reloj vi que realmente era muy temprano. Las tres y media de la madrugada. Los pasillos estaban vacíos, y apagadas casi todas las luces del techo.

Llegamos a una escalera caracol, en cuya parte superior había una pesada puerta de acero. Futuro Denton sacó una linterna de su bolsillo y la encendió. La puerta tenía dos cerraduras, y mientras las abría, me indicó que debía pasar delante de él.

Salí a un frío y una oscuridad tan intensos que me produjeron un temblor físico. Denton cerró la puerta y volvió a cerrarla con llave, iluminó los alrededores con su linterna y así noté que estábamos parados en una pequeña plataforma, rodeada por una baranda de unos noventa centímetros de alto. Nos acercamos a la baranda. Denton apagó la linterna. La oscuridad era total.

—¿Dónde estamos? —pregunté.

—No hable. Espere... y manténgase alerta. No podía ver absolutamente nada. Mis ojos, acostumbrados aún a la relativa luminosidad de los corredores, me hacían ver formas de colores que se movían a mi alrededor, pero en un instante se quedaron quietas. La oscuridad no era mi mayor preocupación; el aire helado golpeando sobre mi cuerpo me congelaba, y empecé a tiritar. Sentía en las manos el acero de la baranda como una lanza de hielo. Flexioné los dedos tratando de minimizar el malestar. No podía soltarme, sin embargo. En esa oscuridad absoluta, la baranda era mi único asidero con algo familiar. Jamás me había sentido tan separado de lo que conocía, jamás había tenido que enfrentar semejante impacto de cosas desconocidas. Todo mi cuerpo estaba tenso como preparándose para una repentina detonación o una conmoción física, pero nada de eso ocurrió. A mi alrededor todo era frío, oscuro y arrolladoramente silencioso, salvo el ruido del viento en mis oídos.

A medida que pasaron los minutos y se fueron acostumbrando mis ojos, distinguí formas indefinidas en las inmediaciones. Alcanzaba a ver a Futuro Denton a mi lado, su alta figura negra cubierta por la túnica, perfilada contra la oscuridad menos intensa de lo que lo rodeaba. Debajo de la plataforma donde estábamos parados pude detectar una inmensa estructura irregular, color negro, sobre el fondo negro de por sí.

Alrededor de todo esto, la impenetrable tiniebla. No tenía ningún punto de referencia, nada contra lo cual pudiese distinguir formas o perfiles. Era aterrador, pero de un modo que me impactaba emocionalmente, ya que no me sentía en absoluto amenazado físicamente. En algunas oportunidades yo había soñado un lugar así, y luego me había despertado experimentando aún las impresiones de un panorama de este tipo. Esto no era un sueño. El frío penetrante no podía ser imaginado, como tampoco podían serlo las sorprendentes sensaciones nuevas de espacio y dimensión. Sólo sabía que ésta era mi primera aventura fuera de la ciudad, y que no se asemejaba en nada a lo que alguna vez pudiera haber supuesto.

Cuando fui totalmente consciente de ello, el efecto del frío y de la oscuridad para poder orientarme dejó de tener tanta importancia. Me hallaba afuera... ¡Esto es lo que había estado esperando!

Ya no necesitaba que Denton me llamara a silencio. No podía decir nada, y aunque lo hubiese intentado, las palabras habrían muerto en mi garganta o se las habría llevado el viento. Lo único que podía hacer era mirar, y mirando no veía nada más que el hondo, misterioso promontorio de tierra bajo la noche nubosa.