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– «No voy a sacrificarme. No voy a sacrificarme» -Agitó la bolsa para ver el resto de las hojas-. La misma frase en todas las hojas, por delante y por detrás. Cursiva, y la caligrafía parece de mujer. -Le devolvió las notas a Will, mirándole con desaprobación-. Así que nuestro chico malo es un maestro cabreado o un gurú de la autoayuda. -Dirigiéndose a Charlie, preguntó-: ¿Qué más has encontrado?

– Pornografía. Cadenas. Esposas. Artilugios sexuales.

– Eso son pruebas. Necesito pistas.

Will tomó el relevo.

– Creo que la segunda víctima estuvo sujeta a la parte de abajo de la cama. Encontré esto en la cuerda. -Sacó una bolsita de pruebas del bolsillo de su chaqueta. Dentro había un fragmento de un diente con parte de su raíz-. Es un incisivo. La víctima que está en el hospital tiene la dentadura completa.

Amanda parecía más interesada en estudiar a Will que en el diente.

– ¿Estás seguro de eso?

– Tuve su cara justo delante de mí mientras intentaba obtener algo de información -respondió-. Le castañeteaban los dientes.

Amanda pareció satisfecha con la explicación.

– ¿Qué te hace pensar que ese diente fue arrancado hace poco? Y no me digas que es una corazonada, Will, porque tengo aquí a la policía del condado de Rockdale en pleno, empapados y muertos de frío, y están deseando lincharte por haberles mandado a cazar gamusinos en mitad de la noche.

– La cuerda fue cortada desde debajo de la cama -le explicó-. La primera víctima, Anna, estuvo atada encima; la segunda estaba debajo. Anna no pudo haber cortado la cuerda.

– ¿Estás de acuerdo con eso? -preguntó Amanda a Charlie.

Todavía bajo los efectos del shock, Charlie se tomó su tiempo para responder a la pregunta.

– La mitad de los trozos de cuerda cortados estaban debajo de la cama, así que tiene sentido que fueran cortados desde allí. Si lo hubieran hecho desde arriba los trozos habrían caído al suelo, junto a la cama, o en el mismo colchón, pero no debajo.

Amanda seguía dudando.

– Continúa -le dijo a Will.

– También había trozos de cuerda atados a los cerrojos situados debajo del somier. Alguien los cortó. Esa persona debió de escapar con la cuerda todavía atada a sus tobillos y, al menos, a una de sus muñecas. Anna no tenía cuerdas.

– A lo mejor se las quitaron en la ambulancia -señaló Amanda-. ¿ADN? ¿Fluidos?

– Por todas partes. Deberíamos tener los resultados en cuarenta y ocho horas. Pero a menos que el tipo esté fichado…

– contestó Charlie.

Miró a Will de soslayo. Todos sabían que intentar identificar a un asesino por una muestra de ADN era dar palos de ciego. A menos que su secuestrador hubiera cometido algún delito previo y la policía hubiese tomado muestras de su ADN para incluirla en las bases de datos no había manera de identificarlo.

– ¿Y qué tenemos en el apartado de desperdicios? -preguntó Amanda a Charlie.

Al principio no entendió la pregunta, pero luego respondió:

– No hay botes ni latas vacíos; imagino que se los llevó. Hay un cubo en un rincón que se ha usado como váter pero, bajo mi punto de vista, la víctima (o víctimas) estuvieron maniatadas la mayor parte del tiempo y no tuvieron más remedio que hacérselo encima. Lo que no puedo decirle es si esto apunta a que había una o dos personas. Depende de cuándo fueran secuestradas, de hasta qué punto estuvieran deshidratadas… ese tipo de cosas.

– ¿Has encontrado algo más reciente debajo de la cama?

– Sí -respondió Charlie, como si le sorprendiera su respuesta-. Lo cierto es que he encontrado una zona que da positivo en orina. Por el sitio donde está, yo diría que concuerda con la posibilidad de que hubiera alguien debajo de la cama, tumbado boca arriba.

– ¿No tardaría más el líquido en evaporarse bajo tierra? -presionó Amanda.

– No necesariamente. Los ácidos de la orina reaccionarían con el pH del suelo. Dependiendo de los minerales que lo compongan…

Amanda le interrumpió.

– No hace falta que me des una clase, Charlie, limítate a darme datos que pueda utilizar.

Charlie miró a Will como si quisiera disculparse.

– No sé si ha habido dos víctimas al mismo tiempo. Desde luego, no hay duda de que hubo alguien debajo de la cama, pero puede ser que el secuestrador moviera a la mujer de un lado a otro. Los fluidos corporales también podrían haberse filtrado desde arriba. -Se volvió hacia Will-. Tú has estado ahí abajo. Ya has visto de lo que es capaz ese tipo. -Palideció de nuevo-. Es horrible. Es espantoso.

Amanda continuó, tan comprensiva como de costumbre.

– Arriba los corazones, Charlie. Vuelve a bajar ahí y tráeme alguna prueba que me sirva para encontrar a ese hijo de puta. -Le dio unas palmaditas en la espalda para que se pusiera en marcha y se dirigió a Will-: Ven conmigo. Tenemos que encontrar al detective pigmeo ese al que has cabreado tanto y dorarle un poco la píldora para que no le vaya a llorar a Lyle Peterson.

Peterson era el jefe superior de la policía del condado de Rockdale, y Amanda no tenía muy buenas relaciones con él. Por ley solo el jefe superior de policía, el alcalde o el fiscal del distrito podían pedir al DIG que se hiciera cargo de un caso. Will se preguntaba qué hilos habría movido Amanda y hasta qué punto habría cabreado a Peterson.

– Bien -comenzó, y extendió los brazos para poder saltar un tronco caído en el suelo sin perder el equilibrio-. Te has redimido un poco al ofrecerte voluntario para bajar a inspeccionar la cueva, pero si vuelves a hacer algo tan estúpido te pongo a vigilar a los chaperos en el baño del aeropuerto el resto de tu vida, ¿estamos?

Will asintió.

– Sí, señora.

– Tu víctima no tiene buena pinta -le dijo, pasando por delante de un grupo de policías que habían hecho una pausa para fumarse un cigarrillo. Todos miraron con hostilidad a Will-. Ha habido complicaciones. He hablado con el cirujano, Sanderson, y no es muy optimista. Por cierto, me confirmó lo de la dentadura: está intacta.

Típico de Amanda, le obligaba a ganárselo todo a pulso. Will no se lo tomaba como un insulto, sino como un indicio de que podía tenerla de su lado.

– Los cortes en la planta del pie eran recientes -dijo Will-. Sus pies no sangraban cuando estuvo en la cueva.

– Cuéntamelo todo desde el principio.

Ya le había contado lo principal por teléfono, pero le volvió a explicar que había tropezado con la tabla de contrachapado, la había retirado y había bajado a la cueva. A continuación, le relató con todo detalle lo que había visto allí abajo, poniendo mucho interés en recrear la atmósfera que había percibido pero sin confesarle que se había quedado más petrificado aún que Charlie Reed.

– La cara inferior de las tablas estaba llena de arañazos. La segunda víctima… debía de tener las manos libres para poder arañarlas. El secuestrador no le habría dejado las manos libres estando sola, porque de ese modo podía liberarse y huir.

– ¿De verdad crees que tenía a una encima de la cama y a otra debajo?

– Creo que eso es exactamente lo que pasó.

– Si las dos estaban atadas y una de ellas logró hacerse con un cuchillo, tendría sentido que lo hubiera guardado la que estaba debajo de la cama mientras esperaban a que el secuestrador las dejara solas.

Will no dijo nada. Amanda podía ser sarcástica, mezquina y directamente mala, pero también era justa, a su manera, y sabía que por más que se burlara de las corazonadas de su subordinado, con el tiempo había llegado a confiar en ellas. Y además, la conocía demasiado bien como para esperar nada ni remotamente parecido a un elogio.

Habían llegado a la carretera donde Will había dejado aparcado el Mini horas antes. Amanecía deprisa, y la luz azulada iba adquiriendo un tono sepia. Decenas de coches patrulla de la policía de Rockdale mantenían la zona bloqueada. Había muchos hombres pululando por allí, pero sin las prisas de antes. La prensa también andaba merodeando por el lugar, y Will vio un par de helicópteros de los informativos sobrevolando la zona. Aún estaba demasiado oscuro para que las cámaras pudieran grabar, pero probablemente eso no les impedía retransmitir al detalle los movimientos que veían sobre el terreno, o al menos lo que ellos creían ver. La veracidad no era precisamente parte de la ecuación cuando tenías que rellenar veinticuatro horas de noticias.