– ¿Os lo podéis creer? -preguntó retóricamente.
– Pues no es muy distinto de lo que hicieron Juan y Cohen para desatar el desastre que se nos viene encima -contestó Christopher.
– Entonces, ¿pueden evitarlo? -preguntó Decker señalando a los cantores, repentinamente animado por tan inesperado rayo de esperanza.
Christopher negó con la cabeza.
– No. Juan y Cohen son demasiado fuertes, y aquí nuestros amigos cantores son todavía demasiado débiles. Pero es importante que lo intenten. Ahora son como niños. La sabiduría de la infancia les permite adivinar lo que debe hacerse, pero carecen de la fuerza necesaria para conseguirlo, y, sin embargo, siguen intentándolo. Sobre ellos se erigirá la Nueva Era.
Observatorio de Sacramento Peak, Nuevo México
Transcurrida otra media hora, la silueta del primer asteroide comenzó a tomar una forma más nítida ente los televidentes y quienes trabajaban en los observatorios. A poco más de sesenta y nueve mil kilómetros de distancia, ya podía distinguirse con claridad la superficie salpicada de pequeños cráteres. Su extraña silueta, semejante a la de un habano algo torcido y arrugado, y su envergadura, de casi veinte kilómetros, hacían que tanto en tamaño como en forma guardara bastante parecido al asteroide Eros. Rotaba sobre un eje situado aproximadamente a una tercera parte de su longitud por cada extremo, por lo que parecía tambalearse en lugar de girar. El segundo asteroide, situado ahora a una distancia de la Tierra similar a la de la Luna, era mucho más esférico y de unos dos kilómetros y medio de diámetro.
En la pantalla, la imagen cambiaba cada poco tiempo. Unas veces se centraba en uno u otro de los asteroides, y otras se dividía en dos para mostrar a ambos simultáneamente. Los asteroides estaban ya tan próximos a la Tierra que cada cambio de perspectiva revelaba una nueva e impresionante visión de los visitantes interplanetarios.
Los astrónomos del Observatorio de Sacramento Peak se encontraban ya inmersos en los últimos preparativos necesarios para realizar sus experimentos y tareas de observación. Sólo ocho miembros de la plantilla, compuesta por treinta y cinco investigadores científicos y veintidós asistentes, estudiantes de doctorado, iban a permanecer en sus puestos en el Hilltop Dome, desde donde Mary Ludford era testigo del acontecimiento. Los periodistas se repartieron en pequeños grupos por los diferentes observatorios para cubrir cada instante de tan histórico momento. Mary hubiese preferido participar activamente en las tareas de investigación, pero no estaba suficientemente familiarizada con las peculiaridades de los equipos de Sacramento Peak. Por otra parte, el acoso de la prensa apenas la habría dejado tiempo para hacer algo de provecho.
Periodistas de medio mundo cubrían un aspecto u otro de la noticia, así que no había momento en el que alguno de ellos no estuviera haciéndole preguntas, tomando notas de sus reacciones a la evolución del suceso o merodeando a su alrededor por si se le ocurría decir o hacer algo que pudiera ser noticia. En aquel preciso instante sólo la acompañaban un periodista y un cámara, y como parecía que Mary no iba a decir o hacer nada de relevancia por el momento, el reportero le hacía preguntas sobre lo que en ese momento ocurría a su alrededor. Ella nunca había utilizado un equipo exactamente igual al de Sacramento Peak, pero sabía lo suficiente como para responder a sus consultas.
Cuando por fin no tuvo más que preguntar, el periodista se sentó en una banqueta a observar la aproximación de los asteroides en la pantalla gigante. Pasados unos cinco minutos volvió a la carga.
– ¿Por qué se desvía la imagen? -preguntó mientras observaba la imagen partida de los dos asteroides.
Mary miró hacia la pantalla.
– ¿A qué se refiere? -preguntó al no observar alteración alguna.
– La imagen del primer asteroide, la de la izquierda de la pantalla, se está desviando lentamente hacia la derecha.
Mary observó con detenimiento la pantalla durante un momento. Creyó percibirlo también, pero la deriva era tan tenue que no estaba del todo segura.
– Tal vez parezca que se esté desviando debido a la rotación del asteroide -sugirió.
– No, en serio -insistió él-. Hace unos minutos estaba más a la izquierda de la pantalla. Es evidente que se está desviando hacia la derecha.
Mary intentó recordar si la imagen había cambiado en los últimos minutos. Lo cierto era que sí que le parecía que antes la imagen había estado algo más centrada en la pantalla.
– Es probable que esta imagen la estemos recibiendo desde un observatorio diferente al de hace unos minutos. El asteroide no está tan centrado en el campo de visión de este telescopio como en el anterior.
– No, no puede ser por eso -insistió el periodista-. Llevo rato observando. Las imágenes por satélite siguen procediendo del Observatorio Dominion de Astrofísica de Canadá. -Consultó sus notas y dio unos golpecitos con el bolígrafo sobre el lugar donde así lo había anotado antes de añadir-: No ha cambiado en los últimos veinte minutos.
Mary miró el monitor, que indicaba el origen de la señal por satélite desde la que se obtenía la imagen. No estaba muy segura, pero el periodista podía estar en lo cierto. Aunque tampoco es que importara demasiado; ahora ya era más que evidente que el primer asteroide estaba desviándose lenta pero constantemente hacia la derecha.
– Iré a preguntar -dijo.
Mary se acercó al doctor Alvin Taylor, jefe del equipo científico de la John W. Evans Solar Facility, del Observatorio de Sacramento. Se había pedido a los periodistas que se mantuvieran alejados del equipo y de la zona de trabajo para no entorpecer la labor de los investigadores, normas que Mary consideró no la incluían a ella.
– Disculpe -le dijo al doctor Taylor, que en ese momento acababa de hablar con una de las investigadoras del equipo.
– ¿Sí? -contestó el doctor Taylor al tiempo que la otra científica descolgaba un auricular y empezaba a marcar un número de teléfono.
– Verá, estábamos ahora mismo fijándonos en la imagen del 2031 KD -empezó, refiriéndose al primer asteroide-, y parece que se desvía lentamente hacia la derecha de la pantalla.
– Sí, ya nos hemos dado cuenta -contestó Taylor-. La doctora Lane está telefoneando al Observatorio Dominion de Astrofísica para ver qué ocurre -añadió, e hizo un gesto señalando hacia la mujer que estaba al teléfono.
Mary y el doctor Taylor permanecieron en silencio mientras prestaban oído a la conversación e intentaban adivinar de qué se hablaba, pero la brevedad de la llamada no les permitió sacar nada en claro.
– Sí. De acuerdo. Buena suerte -escucharon que decía la doctora Lane antes de dar por finalizada la conversación.
– Son conscientes del problema -le dijo la doctora Lane al doctor Taylor tan pronto hubo colgado-. Creen que se trata de un error acumulativo causado por su sistema de posicionamiento por segmentos. Están intentando corregirlo.
El Observatorio Dominion de Astrofísica, emplazado en una boscosa colina justo al norte de Victoria, en el extremo sur de la isla de Vancouver, en el Estado de la Columbia Británica, destacaba en el campo del estudio de las estrellas variables, las estrellas Beta Cep, las órbitas de estrellas dobles y el estudio de la distribución periódica de los elementos químicos. Los asteroides no eran ni mucho menos su especialidad, pero al igual que muchos otros observatorios, el Dominion había dejado de lado sus tareas habituales para participar en aquella oportunidad sin precedentes. Había sido designado observatorio principal para este tramo de cobertura debido a su emplazamiento septentrional y a la reciente puesta en marcha en sus instalaciones de un telescopio de espejo fragmentado (SMT) [10] de 7,6 metros. Con un diámetro una vez y medio mayor y una potencia de absorción de luz dos veces y un cuarto mayor que el antaño célebre telescopio de doscientas pulgadas de Mount Palomar, el SMT del Dominion empleaba un mosaico de espejos hexagonales que desde el punto de vista óptico funcionaba de forma parecida a un espejo monolítico. A fin de obtener una imagen coherente, cada segmento debía ser reposicionado continuamente con respecto al resto de espejos que conformaban el mosaico. Ello se conseguía mediante una serie de sensores y actuadores de posición emplazados en los soportes de los espejos, que mantenían un enfoque común con el resto de segmentos. Estos sensores y actuadores parecían ser el origen del problema.