– ¿Y qué hay de tu brazo y de tu ojo?¿Se curarán? -preguntó Decker.
– Sí -contestó Christopher-, pero no sanaré mis heridas hasta que no haya sanado las del resto del mundo. Hasta entonces serán para la humanidad un símbolo de lo que debe lograrse antes de que ninguno de nosotros pueda descansar en paz.
La expresión de su rostro revelaba la furiosa velocidad a la que corrían sus pensamientos.
– Necesito tu ayuda -dijo, de pronto, mirando a Decker.
Decker arqueó las cejas como diciendo: «¿Qué puede hacer un simple mortal como yo?». Después de todo, el hombre -si es que se le podía llamar así- que tenía ante sí acababa de regresar de entre los muertos, y ¿le pedía ayuda a él?
– La tarea que nos aguarda -continuó Christopher- requiere un acto de voluntad decisivo, la voluntad de todos los hombres y mujeres del planeta. Además de su apoyo y cooperación, necesitamos su compromiso. Y sólo se puede conseguir informando correctamente a la gente sobre lo que está en juego y lo que se arriesga. El problema -dijo Christopher- es que la verdad es tan fantástica, tan diferente a lo que la gente ha creído toda su vida, ¡que ni siquiera espero que tú la creas!
– Bueno, visto lo visto -le interrumpió Decker-, creo que me creeré cualquier cosa que me cuentes.
– No estés tan seguro -le advirtió Christopher-. Lo que te voy a contar dará al traste con algunas de tus costumbres y de tus creencias más arraigadas. Hace añicos los cimientos mismos de la civilización, tal y como los entiende la gente. Pero debes intentar comprender y creer, Decker, para poder luego ayudarme a comunicárselo al resto del mundo.
»Ésa es la razón de que estés aquí. Sé que te gusta pensar que tienes un don para estar en el sitio adecuado, en el momento oportuno, pero no estás aquí sólo por pura casualidad. Lo sé. Es el destino, estaba escrito. Tú, y sólo tú, has sido testigo de esta historia desde el principio, desde antes de que yo naciera, incluso. Ahora es el momento de que revele la verdad al mundo. Y necesito que me ayudes a buscar las palabras justas para que entiendan lo que estoy a punto de contarte.
– Sabes que haré cuanto esté en mi mano -le aseguró Decker.
– Gracias, Decker. Pero antes de explicarte lo que nos espera, te diré que hay otra razón para tu presencia aquí. No puedo explicar cómo ocurrió -hay fuerzas en el universo que superan cualquier explicación-, pero tú juegas un papel primordial en todo esto. Decker, ésta no es la única vida que has vivido, no sé cuántas más habrá, pero sé que hubo una más, por lo menos. Hace dos mil años, tú y yo éramos casi como hermanos. Tú fuiste uno de mis seguidores, uno de mis discípulos.
Decker parpadeó antes de abrir los ojos como platos y arquear las cejas, en un gesto de sorpresa y un intento, a la vez, de no perder contacto visual con Christopher. Luego, hundió ligeramente la cabeza e intentó tragar saliva. Robert Milner esbozó una gran sonrisa, pero Decker no lo vio.
– Tú estuviste conmigo en Israel y, como yo, fuiste traicionado. Ahora comprendo por qué me resultó lo más natural acudir a ti cuando murieron mis tíos, Marta y Harry. Estábamos destinados a pasar juntos esta vida, igual que en el pasado.
»Mi querido e íntimo amigo, ¡tú fuiste mi discípulo Judas Iscariote! A ti también te traicionó Juan -Yochanan bar Zebadee [16]-, para su propio provecho. [17] -Christopher posó la mano en el hombro de Decker y apretó con firmeza-. Y ahora, los dos juntos, debemos hacerle frente y poner fin a su maldad.
Christopher relajó la mano.
– Pero tu pasado no es tan importante como tu destino. Decker, no fue una casualidad que no encajaras del todo con la gente del Lucius Trust ni con ninguno de los demás grupos Nueva Era que hay en la ONU. Sé que a veces te has sentido fuera de lugar con personas como el subsecretario Milner, Gaia Love y otros líderes de la Nueva Era. Pero eres mucho más importante para el movimiento, para el advenimiento de la Nueva Era, de hecho, que lo que imaginas. Eres el puente necesario para que todo esto resulte comprensible a las gentes de la tierra.
– Decker -dijo Robert Milner tomando el testigo de Christopher-, es mucho lo que se ha hecho ya de cara a este momento. La labor del Lucius Trust no es más que la punta de un inmenso iceberg. Forma parte de una red mundial de grupos similares que, desde hace unas décadas, se han dedicado a preparar al mundo para la llegada de la Nueva Era. Al igual que el Lucius Trust, estos grupos han organizado seminarios y también clases donde se enseñaba meditación, canalización, visualización, autoactualización, imaginación positiva y demás, todo con el fin de preparar al mundo para lo que ha de llegar. Algunos han escrito y publicado libros, artículos en revistas de gran tirada y también libros de texto para las escuelas públicas. Otros han escrito guiones cinematográficos o han compuesto obras musicales, que han servido como canales de transmisión para parte del mensaje. Muchos de los movimientos políticos y religiosos más populares tienen en su seno hombres y mujeres comprometidos con nuestra causa. Es más, dudo que se puedan encontrar muchos ámbitos de la vida a los que no haya llegado la influencia de la Nueva Era. Aunque en muy pequeña medida, el Lucius Trust ha intentado funcionar como centro neurálgico para muchos de esos grupos, pero el movimiento es demasiado importante, demasiado diverso, para englobarse bajo un único organismo.
»Todo esto no se debe a ninguna conspiración. No hay una mente privilegiada y calculadora detrás. Al contrario, se trata más bien de un germen, de una convergencia natural del pensamiento, de la alineación mental entre muchas personas del planeta. No es que toda esa gente sepa, exactamente, lo que está por llegar, disponen de muy poca información, pero sí que han comprendido que acaba una era y que otra está a punto de empezar. Comprenden cuáles son los objetivos generales.
Entonces Christopher le preguntó a Decker:
– ¿Te acuerdas de por qué me puso Christopher de nombre el tío Harry?
Había pasado mucho tiempo desde que el profesor Goodman se lo explicó, pero Decker se acordaba perfectamente.
– Dijo que te había llamado así en honor a Cristóbal Colón, porque esperaba que tú, como él, condujeras a la humanidad hacia un nuevo mundo.
– Exactamente -dijo Christopher-. Y es precisamente para eso para lo que estoy aquí. Pero, como ocurría en tiempos de Colón, ¡todavía hay muchos que creen que la Tierra es plana!
»Debemos iluminarlos. Como decía Bob, muchos han entrado ya en contacto con nuestros amigos del movimiento Nueva Era. Pero todavía hay algunos que ni siquiera han oído hablar de la Nueva Era, y mucho menos han tenido contacto con la dimensión espiritual. Es a éstos a los que quiero llegar con tu ayuda. Ésa es la razón precisamente de que no se te haya permitido entrar en el terreno espiritual; así te sientes más próximo a esas personas y las entiendes mejor.
»En el pasado, hubo dos ocasiones en las que tuviste la oportunidad de entrar en la dimensión espiritual. Una fue después de morir tu familia, cuando estuviste tres días en estado catatónico. Oíste voces que te llamaban y luego a otra que dijo: "¡No! Éste es mío". Y entonces las voces cesaron. Pensaste que te estabas volviendo loco.
Decker nunca le había contado a nadie esa historia, ni siquiera a Christopher.
– La segunda vez fue cuando fuiste al Lucius Trust con Jackie Hansen, y aunque en esa ocasión no oíste las voces con claridad, estaban allí. Si se te hubiese permitido dar el paso a la dimensión espiritual, seguro que ya estarías muy cerca de alcanzar la madurez de espíritu. Pero has sido elegido con un propósito. Tus palabras deben llegar a los millones de personas que nunca han experimentado esa dimensión.