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– Espera un momento -dijo Decker visiblemente contrariado-. A ver si lo entiendo. El otro theatano del que me hablas… ¿quién es…? ¿Satán? ¿Me estás diciendo que Satán era todo buenas intenciones cuando tentó a Adán y Eva para que comieran la manzana?

– Bueno -contestó Christopher-, supongo que, para empezar, debería aclarar que, de hecho, el nombre del otro theatano es Lucifer, que significa «portador de la luz». «Satán» no es más que el resultado de la mala pronunciación de «theatano»; hay muchas lenguas que carecen del sonido th y, con el tiempo, «Satán» se ha convertido en la pronunciación más aceptada. Al principio, Yahvé se negó a llamar a Lucifer por su nombre y se refería a él simplemente como theatano, puesto que él se consideraba superior a los theatanos, su raza de nacimiento. En cuanto a lo de si Lucifer los tentó o simplemente les informó sobre la verdad, eso depende mucho de cómo se mire.

La expresión de Decker era el reflejo mismo del desconcierto.

– Christopher, ¿estás seguro de lo que dices? ¿No te estarás equivocando?

Christopher meneó la cabeza.

– No cabe error alguno, Decker. Estos tres últimos días, mientras mi cuerpo yacía muerto, he estado en presencia de Yahvé en espíritu. He hablado con él, cara a cara. He descubierto que la voz y la risa helada e inhumana que escuchaba en el sueño de la caja eran la risa y la voz de Yahvé.

»El salto evolutivo definitivo de Yahvé sí que lo hizo más poderoso que los demás theatanos, pero de muchas maneras representa una vuelta al pasado, con toda su avaricia, su orgullo y su envidia. Él mismo lo reconocería en uno de los mandamientos que le entregó a Moisés: «No tendrás otros dioses frente a Mí […] pues Yo, Yahveh, tu Dios, soy un 'El [22] celoso». [23]

»Pero no importa, Decker. Aunque no hubiese hablado personalmente con él. La propia Biblia condena a Yahvé. Está repleta de ejemplos de la opresión y crueldad con las que ha tratado al mundo. No hay más que echar un vistazo al texto algo más adelante del capítulo sobre el jardín del Edén y la amenaza de matar a las personas sólo por comer el fruto. Por ejemplo, en el capítulo undécimo del Génesis, donde se narra la historia de la torre de Babel.

Robert Milner abrió su maletín, sacó la Biblia que había traído con este único propósito y se la pasó a Decker, quien encontró rápidamente la referencia.

– A partir del versículo quinto -dijo Christopher, y Decker se situó-. Dice así:

Yahveh bajó para ver la ciudad y la torre que habían construido los hijos del hombre, y díjose Yahveh: «He aquí que forman un solo pueblo y poseen todos ellos una misma lengua, y éste es el comienzo de su actuación; ahora ya no les será irrealizable cuanto maquinen hacer. Ea, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, a fin de que nadie entienda el habla de su compañero. [24]

Christopher citó el texto a la perfección, sin necesidad de mirar a la Biblia abierta sobre el hombro de Decker.

– Cuando Yahvé descubrió que las personas cooperaban, que trabajaban juntas para erigir la torre de Babel -explicó Christopher-, intervino para acabar con aquella avenencia. Ahora, como entonces, ha percibido la armonía que se ha alcanzado gracias a Naciones Unidas, por eso intenta destruir todo esfuerzo de cooperación, igual que lo hizo en Babel.

»Yahvé no temía la construcción de la torre, no. Lo que le inquietaba era que los pueblos de la Tierra se unieran en el esfuerzo. En la unión está la fuerza; y Yahvé teme esa fuerza, porque sabe que cuando las personas pasan a depender las unas de las otras, dejan de necesitarle a él. Dios se alimenta de la discordia y el sufrimiento. Es más, siembra de ellos la tierra allá donde va. El odio farisaico que promueve y que tantas persecuciones religiosas y guerras ha hostigado en el pasado es el combustible con el que corrompe el espíritu humano. Dios no desea paz en la Tierra ni buena voluntad entre los hombres. ¡Lo demuestra la propia Biblia!

Christopher dio un trago antes de continuar.

– Muy bien, echa ahora un vistazo al capítulo cuarto del Éxodo. Yahvé le acaba de pedir a Moisés que viaje a Egipto y le pida al faraón que libere al pueblo de Israel. Pero atento a lo que de verdad importa -dijo Christopher, para remachar el clavo-, Yahvé dice: «Pero Yo endureceré su corazón y no soltará al pueblo». [25]

»Y, luego, para empeorar las cosas, le dice a Moisés: "Entonces dirás al faraón: 'Así ha dicho Yahveh: Israel es mi hijo primogénito; y te he dicho: ¡suelta a mi hijo para que me sirva!, y te has negado a dejarle partir; he aquí que Yo voy a matar a tu hijo primogénito'". [26]

»Decker, ¿te das cuenta de que estamos hablando del mal con mayúscula, del Mal en estado puro? -preguntó Christopher-. Yahvé envió a Moisés a que advirtiera al faraón, después de endurecer su corazón para que hiciera caso omiso de la advertencia. Y, luego, para rematar, Yahvé culpa al faraón por negarse y asesina a su hijo.

»¡Toda la historia no es más que un juego para Yahvé! Y, claro, el faraón no fue el único en sufrir. Todo Egipto padeció las plagas que Yahvé hizo descender, una a una, sobre el pueblo confiado. Hoy el mundo sufre, de nuevo, otra andanada de plagas malditas de Yahvé.

»De no haber hablado con él, seguiría sin creer que en el universo pueda existir semejante maldad; al contrario, buscaría una explicación o pensaría que se había vuelto loco. Pero he hablado con él. -Christopher sacudió la cabeza y suspiró con renuencia-. Si lees los versículos que siguen -continuó finalmente-, verás a qué me refiero. Después de enviar a Moisés a Egipto, para hablar con el faraón, ¡Yahvé decidió matarlo por hacer, precisamente, lo que él le había pedido! [27] Por fortuna, la esposa de Moisés comprendió la naturaleza cruel y sanguinaria de Yahvé, de modo que hirió a su hijo con un cuchillo y embadurnó con la sangre los pies de Moisés, para que Yahvé no lo matara. [28] Ya sé que suena absurdo, ¡pero ésa es precisamente la cuestión! Y está escrito en la Biblia, donde todos podemos leerlo.

»Y, hablando de ser sanguinarios, ¿no has leído nunca los macabros detalles de cómo Yahvé ordenó a los sacerdotes judíos que debían sacrificar a los animales para las ofrendas? [29] No bastaba con exigir el sacrificio de animales, sino que además ordenó que a las pobres bestias se las degollase y se las dejase morir lentamente.

»¡Y no son sólo los animales! En el capítulo undécimo del libro de los Jueces, el pasaje que empieza en el versículo 29 y acaba en el 39 relata cómo Yahvé obliga a un hombre llamado Jefté a cumplir su voto tras haber derrotado a los amonitas, exigiéndole que sacrifique a su único vástago, que no es más que una niña pequeña.

»Échale ahora un vistazo al capítulo vigésimo segundo del libro de los Números. En él se narra la historia del rey Moab, que envía varios mensajeros en busca del profeta Balaam y cuando lo encuentran, éste se niega a acompañarlos si no es con el consentimiento de Yahvé. Lee a partir de ahí -le dijo Christopher, señalándole el lugar en la página.

Decker encontró la referencia y empezó a leer:

– «Durante la noche, 'Elohim [30] llegóse a Balaam y le dijo: "Ya que esos hombres han venido a llamarte, levántate, vete con ellos, pero sólo has de hacer lo que yo te dijere".» [31]

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[22] Dios. (N. de la T.)

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[23] Éxodo 20,3,5

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[24] Génesis 11,5-7.

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[25] Éxodo 4,21,

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[26] Éxodo 4,22-23.

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[27] Éxodo 4,24.

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[28] Éxodo 4, 25.

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[29] Véase, por ejemplo, Levítico 1, 5-17.

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[30] Dios. (N. de la T.)

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[31] Números 22, 20.