– Continúa -dijo Christopher.
– «Levantóse Balaam por la mañana, aparejó su asna y partió con los magnates de Moab. Pero encendióse la cólera de 'Elohim, cuando él marchaba, y el Ángel de Yahveh se plantó en el camino en actitud de contrario a él.» [32]
– Ahora salta al versículo 33 y verás que Yahvé le había pedido al ángel que matara a Balaam. ¿Y por qué? ¡Pues por hacer exactamente lo que Yahvé le había dicho que hiciera! ¡Y luego Yahvé tiene la audacia increíble de declarar nada menos que en el capítulo siguiente: «No es 'El hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse»! [33] Pero como demuestran las historias de Moisés y de Balaam, ¡Yahvé cambia de opinión cuando se le antoja!
»Cuando los israelitas llegan por fin a la tierra prometida, se topan con un pequeño problema; resulta que ya hay gente viviendo allí. Así que ¿qué es lo que hace Yahvé? Les dice a los israelitas que entren en el país y exterminen o arrojen a cuantos hombres, mujeres y niños encuentren, y que lo hagan sin piedad. [34] -Christopher sabía dominar sus emociones, pero con cada cita la ira que reflejaba su voz iba en aumento-. Más adelante, en el capítulo decimoquinto del libro primero de Samuel… -Christopher hizo una pausa-. Bueno, léelo tú, Decker. Es el libro primero de Samuel, capítulo quince, versículo tercero.
Decker fue pasando las páginas hasta dar con la referencia, y empezó a leer.
– «Ahora, pues, ve y derrota a Amaleq y consagraréis al anatema cuanto posee, sin compadecerte de éclass="underline" matarás tanto hombres como mujeres, muchachos y niños de pecho, toros y ovejas, camellos y asnos.»
– ¿Qué clase de dios pide que se mate a niños inocentes; que se extermine a los recién nacidos, incluso? -preguntó Christopher.
Al principio, Decker, que nunca se había considerado un hombre religioso, se resistía a creer lo que Christopher decía. Pero, ahora, poco a poco empezaba a pensar que tenía que estar en lo cierto.
– Oh, y retrocede hacia el principio, al capítulo veinte del Éxodo -dijo Christopher-. Es donde se enumeran los diez mandamientos. -Esperó hasta que Decker lo hubo encontrado-. Empieza en el versículo quinto.
Decker leyó el contenido del segundo mandamiento:
– «No te postrarás ante ellas ni las servirás; pues Yo, Yahveh, tu Dios, soy un 'El celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación.»
– Creo que lo vas cogiendo -le interrumpió Christopher-. ¿Acaso se puede ser más cruel o injusto que quien castiga a un hijo o a un nieto por lo que hizo su padre o su abuelo?
»Pero hay mucho más. El libro de Job, en el Antiguo Testamento, trata de un hombre que siempre ha servido a Yahvé fielmente. Yahvé, no obstante, le despoja de cuanto posee: mata a sus hijos, le arrebata todas sus posesiones, y lo infecta con una úlcera maligna que le cubre todo el cuerpo. Y Yahvé hace todo esto como parte de un juego cruel destinado a poner a prueba la lealtad de Job, que había prometido no maldecirle cualesquiera que fueran las penalidades que cayeran sobre él.
»Por sorprendente que te parezca, Decker, está todo escrito en la Biblia; al alcance de todos. Y es que, aunque los redactores de la Biblia maquillaron al máximo las acciones de Yahvé, no consiguieron disfrazar al ser sádico y retorcido que es en realidad.
»Podríamos seguir así horas y horas, con otros ejemplos. Todo aparece recogido en la Biblia -repitió-. La «palabra de Dios», sí, ¡pero sembrada, de principio a fin, de las atrocidades de un déspota arrogante, egoísta y maníaco! ¡Oh, sí, podrá autoproclamarse el Dios amor, pero en su palabra se le ve como la bestia que es! Aun cuando desecharas cuanto he dicho sobre Theata y el origen de Yahvé, no tienes más que leer la Biblia para llegar a la misma conclusión.
»Pero si examinas el fin último de sus motivos encontrarás que es culpable de un crimen todavía peor contra la humanidad, como si todos los ejemplos que te he dado no constituyeran mal suficiente. En el primer capítulo del Génesis, la Biblia dice que Dios creó al hombre a su imagen.21 Evidentemente, es mentira, aunque los hombres sí que evolucionaron a imagen de los theatanos. De aceptar, no obstante, esta afirmación, es imposible no hacerse una pregunta: ¿después de crear al hombre a su imagen, consintió Dios que éste se convirtiera en lo que su naturaleza le llamaba a ser? ¡No! -Ahora, la cólera de Christopher se intensificaba a cada palabra.
»¿¡Dice la Biblia que Yahvé creó al hombre a imagen de un dios y aun así exige a ese hombre que sea un esclavo!? -Christopher empezó a golpear el puño contra el brazo del asiento-. ¡Si quería esclavos y aduladores, tendría que haber escogido a seres de esa naturaleza y no a personas que, por naturaleza, han de ser libres para tomar decisiones y hacer juicios independientes!
»¿Acaso se puede ser más insidioso, depravado, demente o sádico que quien toma a hombres y mujeres -seres creados a imagen de un dios- y los esclaviza imponiéndoles leyes que van contra su propia naturaleza; leyes diseñadas, es más, para evitar que esos mismos hombres y mujeres alcancen algún día el lugar que se merecen en el universo?
Christopher sacudió la cabeza y respiró hondo para serenarse.
– Ahora bien, no estoy diciendo que todos los mandamientos de Yahvé sean malos. Muchos, como el no matarás, no robarás y demás, persiguen un buen fin, aunque a Yahvé, obviamente, no le importa romper esas leyes cuando se le antoja. Eso sí, como todo buen mentiroso, sabe que la mejor forma de que alguien se crea una mentira es mezclándola con una pequeña dosis de verdad. Además, los preceptos de no matar o no robar son evidentes a todas las personas, y no hacía falta que viniera un dios a imponérnoslos. Pero muchas otras de sus leyes, como el pago del diezmo o sus interminables leyes represivas contra los impulsos básicos y las relacione sexuales entre las personas, no sólo no son buenas para ellas, sino que son dañinas.
»Desde el principio de los tiempos, el hombre se ha preguntado: ¿por qué, si Dios es un dios amor, consiente todo el mal que hay en el mundo? O, por decirlo de otra manera, ¿por qué les suceden cosas malas a las buenas personas? La respuesta es tan sencilla como terrible. Cuesta admitirlo, pero la respuesta está bien clara: ¡Yahvé no es un dios amor! Es un ser enfermo, demente e inestable, con un historial de comportamiento sádico y opresivo recurrente contra el ser humano.
– Espera -dijo Decker sacudiendo la cabeza, mientras hacía esfuerzos por procesar esta información completamente inesperada-, no entiendo nada. ¿No has dicho que sí que eres el hijo de Dios?
– Sí -corroboró Christopher-. Soy su hijo, igual que lo es Jesús. Y ésa es la clave de todo el misterio de mi misión en la Tierra.
»Poco tiempo después del incidente sobre el que acabas de leer en el primer libro de Samuel, en el que Yahvé ordena al rey Saúl que mate a todos los hombres, mujeres, niños, recién nacidos y animales, el theatano, Lucifer, fue a hablar con Yahvé. Había intentado razonar con él en numerosas ocasiones, pero el otro siempre se había mofado de él. Con todo, supo que tenía que intentarlo de nuevo cuando vio lo que Yahvé había hecho con los amalequitas. Le rogó que reconsiderara la manera en que estaba tratando a la gente de la Tierra. Le mostró los cuerpos de los niños y de los recién nacidos que los soldados del rey Saúl habían asesinado y mutilado. Tenía la esperanza de que todavía le quedara algo de decencia. Pero Yahvé no quiso arrepentirse. Es más, lo encontró divertido y se rió de las pretensiones de Lucifer.
»Entonces Lucifer le hizo una valiente proposición, que constituía todo un reto al orgullo de Yahvé. Le dijo que la razón de su desprecio hacia la vida humana se debía a que había olvidado lo que era ser mortal, pues ya había pasado mucho tiempo desde que viviera confinado a un cuerpo en Theata. Así que le retó a que se convirtiera en hombre para vivir una vida normal y experimentar la vida como sólo un humano puede hacerlo.