»Lógicamente, Yahvé se negó, pero Lucifer insistió. Finalmente, Yahvé accedió a que su hijo -el único theatano que le había acompañado en su exilio- se convirtiera en hombre. Después, si su hijo juzgaba que su trato a los humanos había sido injusto, aceptaría recapacitar sobre lo que Lucifer le había dicho. Si no, entonces Lucifer se comprometía a abandonar la Tierra para siempre.
»Y así, su hijo, Jesús, tomó la forma de un ser humano, descendió a la Tierra en forma de niño y creció entre los habitantes del pueblo de Israel. Cuando Jesús llevaba treinta años viviendo entre los hombres, empezó a plantearse la posibilidad de que Lucifer tuviera razón. Para él, fue una lucha interna terrible, porque recordaba perfectamente la razón por la que Yahvé le había enviado y sabía cuál era la conclusión a la que quería que llegase. Entonces, Jesús empezó a interrogar a su padre sobre algunas de sus dudas. Y empezó, él también, a tener el mismo sueño de la caja de madera que yo. Ésa es la razón de que en mi sueño siempre tuviese la sensación de haberlo soñado antes, hacía mucho, mucho tiempo. Es un sueño simbólico. Al mirar en el interior del Arca ves lo que es en sí, una vieja caja de madera con un revestimiento de oro; igual que, cuando miras más allá de la fachada vanagloriosa de Yahvé, descubres un tirano vulgar, egoísta y egocéntrico.
»Yahvé empezó a temer que si no intervenía, las preguntas y la insistencia de Jesús irían a más y, en último término, llegaría incluso a aliarse con Lucifer para intentar liberar a la Tierra de su opresión. Fue entonces cuando Yahvé decidió poner fin a la estancia de Jesús en la Tierra. Lo más sencillo habría sido devolverle a su forma espiritual, pero Yahvé decidió disponer lo necesario para su brutal crucifixión a manos de los hombres. Con ello esperaba que Jesús reaccionara poniéndose para siempre en contra de las gentes de la Tierra. Su idea era sembrar en Jesús el odio y la desconfianza hacia los humanos, y para ello haría que uno de sus mejores amigos lo traicionara. De modo que Yahvé hizo un trato con el apóstol Juan. Le prometió la vida eterna a cambio de que traicionara a Jesús. Pero, al final, Juan fue demasiado cobarde, y engañó a Judas para que le hiciera el trabajo sucio.
»Por desgracia, el plan de Yahvé funcionó. Claro está que nunca sabremos qué habría hecho Jesús de haber vivido el resto de su vida normal. ¿Habría hecho causa común con Lucifer y los hombres? -Christopher se encogió de hombros-. Ahora poseo la memoria completa de Jesús hasta el día de su muerte, y ni aun así estoy seguro. Sospecho que habría permanecido leal a Yahvé. Su fidelidad era demasiado fuerte.
»Jesús nunca logró verse como un humano más. El problema es que nació en este mundo con todo el conocimiento y la memoria de su padre y de su vida anterior. Así que nunca pudo labrarse una opinión objetiva sobre Yahvé. Por otro lado, debido al trauma de la crucifixión, la resurrección y casi dos mil años de letargo antes de la clonación, yo apenas recordaba nada de la vida de Jesús o de sus recuerdos sobre Yahvé; eso, claro está, hasta que me fueron revelados a través de la muerte.
»¿Te acuerdas cuando hace un rato te decía que los theatanos pueden viajar al pasado y al futuro? Bueno, pues quiero matizar eso un poco. Ya conoces el debate sobre las teorías acerca del viaje en el tiempo. A grandes rasgos, la controversia se puede reducir a la siguiente pregunta: ¿podría una persona viajar al pasado y hacer algo como matar a su padre siendo éste todavía un niño? Si lo hiciera, entonces el viajero en el tiempo nunca habría nacido. Y si no, ¿cómo iba a viajar en el tiempo y matar a su padre? Los theatanos hallaron la respuesta a esa paradoja. Cuando una persona viaja en el tiempo, no tiene la facultad de hacer cambios, ni siquiera la de romper un palito o levantar un objeto, aunque sea minúsculo. No puede ser visto, ni oído, ni sentido. Es más, puesto que no puede cambiar nada, no puede ni siquiera desplazar el aire ni ocupar espacio. La única razón por la que el viaje en el tiempo es posible es que se efectúa en espíritu, forma en la que el viajero no ocupa espacio. De hecho, el que viaja no es más que un espectador. Es totalmente incapaz de cambiar el pasado, y sólo puede modificar el futuro si regresa a su presente e intenta activar las circunstancias necesarias para el cambio.
»Te cuento todo esto porque necesito que sepas que la clonación de las células que quedaron en la Sábana Santa estaba planeada desde el principio; desde que Lucifer propuso a Yahvé tomar forma humana. Lucifer había visto el futuro y sabía que Jesús sería crucificado antes de poder tomar ninguna decisión sobre el género humano. Muerto Jesús, Lucifer envió sus ángeles a la tumba para asegurarse de que el sudario estaba bien pegado a sus heridas, para que, al resucitar, sus células quedaran prendidas a él. Lo hizo a sabiendas de que, dos mil años después, unos científicos examinarían la Sábana. Cuando llegara el día, se encargaría de que uno de ellos hallara las células y clonara a Jesús.
»Pero todavía hacía falta una cosa más para que todo esto funcionara. Era estrictamente necesario que Yahvé no se enterara del plan ni de la existencia de las células. Ya te he hablado de los seres espirituales, que aquí llamamos ángeles. Lo que no te he contado es que la mayoría de estos seres han optado por ponerse de parte de los theatanos. Debido al carácter único de la Tierra, Yahvé y Lucifer tienen millones de ángeles que se han unido a ellos y hacen cuanto ellos les piden. A fin de proteger las células de la Sábana, Lucifer encargó a un grupo de ángeles partidarios de él que se ocuparan de que Yahvé no descubriera la existencia de las células. Desde la clonación, ese mismo grupo de ángeles ha velado también por ocultar mi existencia.
»Te he contado que a veces tenía la sensación de que se estaba librando una batalla entre alguien que intentaba atraparme y alguien que trataba de evitarlo. Esa sensación me invadía siempre que hacía algo que requería el uso de mis habilidades de theatano, como sanar a las personas, incluida la vez que doné sangre para curar al subsecretario Milner en el hospital. Cuando hacía esto, los ángeles de Yahvé podían percibir mi presencia. La batalla que sentía la libraban los ángeles de Yahvé, que querían encontrarme, y los ángeles de Lucifer, que habían jurado protegerme.
– Un momento -le interrumpió Decker-. Pero, entonces, ¿quién fue con el que hablaste esos cuarenta días que pasaste en el desierto israelí?
– Lucifer -contestó Christopher.
– Pero él se identificó como tu padre.
– Bueno, comprenderás que por entonces, antes de conocer la verdad, no habría estado muy dispuesto, que digamos, a conferenciar con Lucifer. Además, él es mi padre mucho más de lo que lo es Yahvé. Igual que tú me has cuidado, me has protegido y me has ayudado a alcanzar mi destino, Lucifer también lo ha hecho. ¿Quién es más importante, Decker? ¿El que me dio la vida hace casi cuatro mil millones de años, o quien me ha querido y se ha preocupado por mí?
Era una pregunta retórica.
– Al final -continuó Christopher-, después de las curaciones en la ONU, Yahvé me encontró. Fue entonces cuando envió a Tom Donafin a que me matara. Yahvé sabía que te culparías por mi muerte, exactamente igual que lo hiciste hace dos mil años. Es posible incluso que supiera que planearías suicidarte otra vez, igual que cuando eras Judas.
A pesar de todo lo que Christopher había dicho hasta ahora, todavía consiguió sorprenderle con esta pequeña revelación. Instintivamente, Decker se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta, donde se había guardado el folleto del centro de interrupción de la vida.