– ¿Lo sabías? -preguntó Decker.
– Lo sabía -respondió Christopher.
Decker sacó el folleto, le echó un vistazo -consciente del trágico error que había estado a punto de cometer-, lo rompió en dos y lo tiró. Fue un alivio deshacerse de él.
– Enviando a tu amigo Tom Donafin a matarme, Yahvé pretendía otra cosa más -continuó Christopher-. Tenía la esperanza de que yo te culpara a ti y que, en consecuencia, dejara de confiar en todos los hombres, igual que Jesús lo hizo después de que lo traicionaran.
»Pero yo no te culpo, ni os guardo rencor ni ti ni a Tom. Tom Donafin no era más que un pobre peón inocente, víctima de los embustes de quienes le rodeaban; igual que tú fuiste embaucado por Juan en el pasado. -Christopher posó la mano sobre el hombro de Decker-. Decker -le dijo consolador-, no fue culpa de Tom. Y aún menos tuya.
Decker no contestó, pero era obvio que apreciaba el consuelo.
– Estos tres últimos días, mientras estaba en su presencia espiritualmente -continuó Christopher-, Yahvé ha intentado ganarme; me ha prometido mucho poder si le seguía y ha amenazado con castigarme si no lo hacía. Pero ha fracasado, si no yo no estaría aquí. Ahora sé que gane o pierda, he de luchar contra él, igual que lo ha hecho Lucifer, para intentar liberar a la Tierra de la esclavitud a la que la tiene sometida. Yahvé conoce mi decisión. Me he consagrado a la victoria de la raza humana sobre los perturbados designios de Yahvé.
Christopher se volvió de nuevo hacia Robert Milner.
– Y tú lo has sabido desde siempre.
– Bueno, no desde siempre -confesó Milner-. Lo cierto es que Alice Bernley lo sabía desde mucho antes que yo. Por eso, si lees la carta de constitución del Lucius Trust, descubrirás que al principio se llamaba el Lucifer Trust. No te imaginas lo que discutimos sobre este asunto hasta que reconoció que llamarlo Lucifer Trust ahuyentaría a mucha gente. Es más, yo no conocí la verdad hasta después de morir Alice, cuando el Tibetano, el maestro Djwlij Kajm, vino a mí y me preparó para recibir el espíritu del antiguo profeta hebreo Elías. Después de quince meses de aprendizaje con él en el desierto israelí, comprendí que el maestro Djwlij Kajm era en realidad el theatano Lucifer, el portador de la luz.
– Pero yo pensaba que Elías era profeta de Dios, es decir, de Yahvé -dijo Decker-. ¿Acaso cambió de bando?
– Para abreviar, sí -contestó Milner-. Verás, hay algo que diferencia a Elías de los demás profetas del Antiguo Testamento. Gozaba de tanto favor con Yahvé que éste le recompensó llevándole ante su presencia sin que tuviera que morir. [35] Elías fue elevado físicamente al cielo, y conducido ante la presencia de Dios. Pero con lo que no contaba Yahvé era con que, después de pasar un tiempo ante su presencia, Elías acabó por descubrir lo que Lucifer ya sabía. Luego, sin el conocimiento de Yahvé, Elías se puso bajo la tutela de Lucifer para seguir sus enseñanzas. Con los siglos consiguió llegar hasta casi el mismo grado de desarrollo que los theatanos. Ahora ha regresado a la Tierra, y su espíritu comparte mi cuerpo. Él está aquí para asistir a Christopher en cuanto ha de hacerse.
Decker respiró hondo y preguntó:
– Entonces, ¿qué hacemos ahora?
– Decker -contestó Christopher-, hasta ahora he comparado la Nueva Era con un alumbramiento, y así es en efecto, pero tal vez sea más apropiado describirlo como una «prueba de madurez». En la vida llega un momento en el que hay que romper amarras con la niñez, para que cada uno emprenda su propio camino, salga a buscar sus metas, y viva su propia vida. Sé que no es fácil. Recuerdo cuando te dejé, para ir a la universidad, en Costa Rica. Puedo evocar el dolor de la partida como si hubiese sido ayer. Pero sabía que para madurar y convertirme en un hombre del que te pudieras sentir orgulloso y del que yo llegase a estar orgulloso, tenía que aprender a depender de mí mismo.
»Ha llegado el momento de que la raza humana dé ese paso. Y, por supuesto, no va a resultar fácil. Recuerdo lo mucho que me apoyaste cuando me tocó dejar el nido, y aun así no me resultó nada sencillo; supongo que no lo fue para ninguno de los dos. Ahora bien, la emancipación resulta particularmente penosa si el progenitor se resiste a dejar libre al hijo o pone obstáculos a su desarrollo. En situaciones así, lo mejor para todos es que el niño tome su decisión y haga lo que tiene que hacer. No hace bien a nadie prolongando su sometimiento a la autoridad de sus progenitores. Es inevitable que el proceso sea doloroso, tanto para el padre como para el hijo, pero negarse a aceptar y padecer ese dolor no hará más que aumentar y prolongar el sufrimiento. Y si la separación se retrasa demasiado, entonces el espíritu del niño acabará por quebrarse.
»La raza humana está en esa encrucijada. Su espíritu debe liberarse. Y bien sea Dios un tirano o nada más que un padre que se resiste a dejar marchar a su hijo para que éste se convierta en lo que el destino le llama a ser, los pasos a seguir son los mismos.
»El ser humano debe ser libre, y ¡el momento de serlo ha llegado! Es a lo que me refería cuando dije que la misión que nos esperaba requería un acto de voluntad de todos y cada uno de los hombres y mujeres del planeta. De la misma forma que el niño debe ser firme en su decisión de romper con el control paterno, los habitantes de la Tierra deben liberarse del yugo de Yahvé, espontáneamente, unidos y con fe en sí mismos.
»Para eso nos han preparado los profetas y maestros de la Nueva Era -dijo Christopher-. Desde las creencias centenarias de la francmasonería, las enseñanzas de la Sociedad Teosófica de madame Blavatsky, y los rosacruces a los libros de David Spangler y el físico Fritjof Capra; desde las enseñanzas de Mary Baker Eddy y Christian Science a las profecías sobre la Gran Paz de Bahá'u'lláh, 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi y a la iluminación de la Iglesia Universal y Triunfante de Elizabeth Clare Prophet; desde las teorías de los psicólogos Carl Jung, Abraham Maslow y Carl Rogers a la dianética y la cienciología, est, Forum y Lifespring; desde los métodos espirituales de las artes marciales a la Meditación Trascendental instruida por Maharishi Mahesh Yogi; desde la revitalización de la astrología y la conciencia de la Era de Acuario introducida por el musical Hair a La conspiración de acuario de Marilyn Ferguson; desde los libros acerca de la actitud mental positiva de Napoleon Hill a las obras Megatrends de John Naisbitt; desde los cursos de Control Mental de José Silva a la obra Un curso de milagros de Helen Schucman; desde el cuento de una gaviota de Richard Bach a Un camino sin huellas de M. Scott Peck; desde las últimas secuelas de Star Trek y las películas de La guerra de las galaxias de George Lucas, que iniciaron a millones de personas en el concepto del poder de «la Fuerza» interior, a los libros, conferencias y películas de Shirley MacLaine, proclamando que cada uno debe ser su propio dios; desde las profecías de Edgar Cayce a los pronunciamientos de Ramtha, Seth, Lazaris y otros sabios a través de canales como J. Z. Knight, Jane Roberts, Jach Pursel y Kevin Ryerson; desde las últimas obras de John Denver a los artículos y conferencias del astronauta del Apollo 14 Edgar Mitchell; desde el resurgimiento de religiones naturales como la santería y la wicca al crecimiento exponencial de las religiones orientales como el budismo y el hinduismo y los millones de personas que practican el yoga, el chamanismo y la medicina holística; desde el Club de Roma a World Goodwill, Planetary Citizens y los otros miles de grupos Nueva Era; y, cómo no, a la ONU misma… podría seguir y no acabar; bueno, pues todos han participado en conducir a la humanidad hasta este punto de inflexión. La Tierra está al borde del precipicio. Pero no hemos llegado hasta aquí desprevenidos.