Para desazón del alto sacerdote, muchos de los reunidos en Jerusalén rugieron de contento, y su reacción encontró eco en todo el planeta. Todos habían visto a Christopher morir a manos de un asesino, y habían visto su resurrección. Habían sido testigos de la vehemencia con que había despachado a Juan y Cohen, los culpables de sembrar la Tierra de terribles plagas. Habían contemplado boquiabiertos cómo Robert Milner había conjurado relámpagos y había traído la lluvia a la sedienta Tierra Santa. Pero su entusiasmo se debía, sobre todo, a que estaban listos para la llegada del salvador.
– No vengo a hacer píos pronunciamientos religiosos -dijo Christopher-. Ni a exigir que me adoréis o insistir en que me rindáis homenaje. No busco vuestras alabanzas ni vuestra pasión, tampoco os pido devoción. No es mi intención que me veneréis ni que me aduléis, o que me paguéis tributo. Y aún menos que me glorifiquéis, deifiquéis, idolatréis, ensalcéis, exaltéis o veneréis.
»Al contrario, vengo para deciros que os ocupéis de vosotros mismos. Porque es dentro de cada uno de vosotros donde reside toda la deidad, toda la divinidad que vayáis a necesitar. Podéis llamarme dios, no lo niego: ¡soy un dios! Pero yo os llamo dioses a vosotros. ¡A todos! ¡A cada uno!
Para el sumo sacerdote Chaim Levin, aquélla fue la gota que colmó el vaso. Lo que escuchaba era una blasfemia flagrante, y por nuevos que fueran sus ropajes, tenía la obligación de rasgarse las vestiduras y arrojarse polvo sobre la cabeza. Así que empezó con mucho ímpetu, pero tuvo que conformarse con el barro. Algunos de los sacerdotes y levitas que estaban con él se aprestaron a imitarle. Pero otros, muchos más, estaban demasiado interesados en lo que aquel hombre resucitado de entre los muertos tenía que decir.
– No es mi divinidad lo que vengo a proclamar aquí -continuó Christopher-, ¡es la vuestra!
»No traigo amenazas ni castigos -dijo tranquilizador, haciendo caso omiso a los aspavientos que hacía el sumo allí abajo-. Vengo a ofrecerle a la humanidad la vida eterna y un gozo inimaginable. Traigo conmigo la oportunidad de construir un mañana de abundancia y vida, a partir de un pasado de hambre y muerte. Venid conmigo. Seguidme. Y os conduciré a un milenio de vida y de luz.
La teatralidad con que el sumo sacerdote arrancaba sus ropas y se arrojaba barro encima distrajo a Decker del discurso de Christopher el tiempo suficiente para darse cuenta de que le oía con toda claridad, a pesar de encontrarse éste tan lejos de la calle. Su voz parecía brotar de algún lugar pegado a él o puede incluso que… de su propio interior. A este hallazgo le siguió otro mucho más prodigioso. De pronto, cayó en la cuenta de que Christopher no estaba hablando en su lengua natal; de hecho, no la había utilizado desde que empezó a hablar. Decker no sabía bien de qué lengua se trataba, pero estaba convencido de que jamás la había escuchado antes, y, sin embargo, entendía cada palabra. Lo mismo le pasaba, aparentemente, a cuantos le rodeaban y, por deducción, a todos los habitantes de la Tierra, independientemente de cuál fuera su lengua nativa.
Se preguntó si alguien más se habría dado cuenta de que Christopher les hablaba en una lengua que no era la suya. Decker intentó recordar y repetir mentalmente algunas de aquellas palabras, pero descubrió que, a pesar de comprender cuanto Christopher decía, le era completamente imposible reproducir ni una sola palabra, ni siquiera una sílaba. Christopher le explicaría más tarde que aquélla era la lengua madre de todas las lenguas humanas, una universal y espontánea a los hombres, igual que los sonidos animales lo son para cada especie animal. Christopher le aclararía después que se trataba de la lengua que hablaban los hombres antes de la confusión de lenguas, confusión de la que se sirvió Yahvé para dividir a la gente de la Tierra cuando construyeron la torre de Babel. [43] Esta lengua no necesitaba traducción. Era la traducción.
– Hace tres días y medio -continuó Christopher-, ante el mundo entero, un seguidor de Juan y Cohen y del Koum Damah Patar me mató disparándome un tiro a la cabeza. Hace menos de doce horas, y de nuevo con todo el planeta como testigo, he sido resucitado de entre los muertos.
»Pero mi resurrección no es el símbolo de mi victoria sobre la muerte. Simboliza, más bien, la victoria de la vida de la humanidad. Mi resurrección, mi liberación de las cadenas de la muerte, ha sido posible porque por fin ha llegado el momento de que la humanidad rompa las ataduras que la aprisionan y reclame para sí el glorioso futuro que le aguarda.
»Que nadie se confunda. Las aflicciones que han asolado al mundo durante estos últimos tres años y medio no han sido el resultado del azar ni de desastres naturales. Han sido todas actos crueles y calculados de opresión sobrenatural, ejecutados a través de Juan y Cohen, contra toda la humanidad. Pero estos dos hombres no actuaron solos. Es más, no eran más que meros canales de los que se ha servido una fuerza maligna y opresora; una entidad espiritual -salvaje, bárbara y egoísta- cuya meta era, y es, evitar que la raza humana cumpla su destino y alcance el lugar que merece en el universo.
»El poder que ordenó mi asesinato y la entidad que ha llevado al mundo al borde de la aniquilación son uno solo. Pero mi resurrección es la prueba de que esta entidad puede ser derrotada, de que la Tierra puede ser restituida, de que la humanidad está lista para romper las cadenas de la esclavitud y dar el último paso en su evolución hacia la plenitud espiritual.
»He regresado para sacar al mundo de esta era de destrucción y muerte, y guiarlo a una era nueva y trascendente, donde el sufrimiento y la muerte no forman parte de la vida; una edad nacida de las pruebas a las que ha sido sometida la Tierra y un tiempo de armonía individual con el universo. Vosotros, los que habéis sobrevivido a los desastres, las inundaciones, los terremotos; ¡vosotros sois los supervivientes y seréis los vencedores!
»La raza humana ha probado lo peor de la opresión de este ser malvado y ha resistido desafiante. Es el poder de esta resistencia el que ha debilitado al enemigo. Esta resistencia y la confianza de la humanidad en sí misma son las que han abocado en la Nueva Era.
»Y que a nadie le quepa duda. La Nueva Era no consiste en la sustitución de una religión por otra. Más bien lo contrario. No se trata de depender o de tener fe en un dios lejano y aislado. Se trata de que la humanidad confíe en sí misma, en el poder y el dios que reside dentro de cada uno de nosotros. No se trata de un grupo limitado de opresores farisaicos y egoístas empeñados en su autoenaltecimiento. Se trata de que los individuos se hagan con el control de sus vidas, de su entorno y de su destino.
»Durante dos mil años, los calendarios han tomado como referencia el nacimiento del mesías cristiano. Mi resurrección de los muertos marca el comienzo de la Nueva Era. La fecha estimada del nacimiento de Jesús es ya irrelevante, y los calendarios de la era cristiana son historia. Ha nacido una Nueva Era. Dejad, por consiguiente, que los calendarios marquen el día de mi resurrección como el primer día del primer año de la Nueva Era. -Christopher levantó la mano derecha y sacudió la cabeza, al tiempo que ofrecía una explicación a su consigna-. No es que quiera que marquéis la fecha de mi resurrección para mi satisfacción -explicó-. Al contrario, es para marcar el comienzo de vuestra liberación de quien ha intentado aplastar vuestro espíritu y destruir vuestra alma.
»Que esta fecha marque también el final de toda reclamación de la verdad absoluta, que sostienen religiones anticuadas como la que practica el KDP. A los miembros del Koum Damah Patar yo les tiendo mi mano en señal de paz. Juan y Cohen han muerto, sus ambiciosas reivindicaciones yacen estériles y acabadas junto con sus cuerpos. Os llamo a que abandonéis vuestras maneras ofensivas; abandonad esa actitud de santos en posesión de la verdad absoluta y uníos a nosotros. Debemos purgar al mundo y a nosotros mismos de esas filosofías y religiones intolerantes. ¡A partir de hoy la religión de la humanidad será la humanidad!