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—Los Fados ya son un mal bastante considerable —arguyó Perrin.

—No quiero volver a verlo dentro de mi cabeza —gruñó Mat—. ¿No existe ningún modo de mantenerlo alejado?

Moraine hizo un gesto de negación.

—Loial no tiene nada que temer, ni Egwene, ni Nynaeve. De entre la masa de la humanidad, el Oscuro puede establecer contacto con un individuo únicamente por azar, a menos que esa persona lo busque. No obstante, por ahora, al menos, vosotros sois unos elementos en torno a los cuales se centra el Entramado. Está tejiéndose la Trama del Destino y todos los hilos apuntan a vosotros. ¿Qué más os dijo el Oscuro?

—No lo recuerdo del todo bien —respondió Perrin—. Había algo relativo a que uno de nosotros era el elegido, o algo así. Recuerdo cómo se reía —concluyó sombrío—diciendo quién nos había elegido. Aseguró que yo… no tenía más alternativa que servirlo o morir, y que, una vez muerto, lo serviría a él.

—Dijo que la Sede Amyrlin intentaría utilizarnos —añadió Mat, pero apagó la voz al caer en la cuenta de a quién hacía aquella revelación. Tragó saliva antes de continuar— igual que Tar Valon había utilizado a… mencionó algunos nombres. Davian, creo. Tampoco lo recuerdo muy bien.

—Raolin Perdición del Oscuro —agregó Perrin.

—Sí —corroboró Rand, arrugando el entrecejo. Había tratado de olvidar todo lo relacionado con aquellos sueños y no le resultaba agradable traerlo a la memoria—. Yurian Arco Pétreo era otro, y Guaire Amalasan. —Se detuvo súbitamente, confiando en que Moraine no hubiera advertido cuán de improviso—. No reconozco a ninguno de ellos.

Sin embargo, había reconocido a uno, ahora que los recuperaba del fondo de la memoria. El nombre que apenas se había contenido en pronunciar: Logain. El falso Dragón. «¡Luz! Thom dijo que eran nombres peligrosos. ¿Era eso lo que quería dar a entender Ba’alzemon? ¿Moraine quiere utilizarnos a uno de nosotros como un falso Dragón? Las Aes Sedai acorralan a los falsos Dragones, no se sirven de ellos. ¿No es cierto? Luz, asísteme, ¿no es así?»

Moraine lo observaba, pero él era incapaz de escrutar su expresión.

—¿Los conocéis? —le preguntó Rand—. ¿Tienen algún sentido?

—El Padre de las Mentiras es un nombre adecuado para el Oscuro —contestó Moraine—. Siempre es ésta su manera de sembrar la semilla de la duda cuando le es posible. Consume las mentes de los hombres como una gangrena. Cuando uno da crédito a las palabras del Padre de las Mentiras, da el primer paso hacia la rendición. Recordadlo: si os rendís al Oscuro, os convertiréis en posesión suya.

«Una Aes Sedai no miente nunca, pero la verdad que ella expresa no es siempre la que uno cree». Aquello era lo que le había dicho Tam, y ella no le había dado realmente respuesta a su pregunta. Mantuvo el rostro inexpresivo y apretó las manos sobre las rodillas, tratando de no enjugarse el sudor en los pantalones.

Egwene lloraba quedamente. Nynaeve la rodeaba con sus brazos, pero parecía como si ella también sintiera deseos de prorrumpir en llanto. Rand casi anheló poder hacerlo.

—Todos son ta’veren —sentenció de pronto Loial, al parecer, encantado con la perspectiva de observar de cerca cómo el Entramado se tejía a su alrededor.

Rand lo miró con incredulidad y el Ogier se encogió de hombros, avergonzado, si bien aquello no bastó para amortiguar su vehemencia.

—En efecto —asintió Moraine—. Tres de ellos, cuando yo únicamente esperaba uno. Han acaecido muchas cosas que yo no preveía. Esta noticia relativa al Ojo del Mundo modifica de modo sensible la situación. —Abrió una pausa y adoptó una expresión preocupada—. Por un tiempo el Entramado parece moverse en torno a vosotros, tal como ha apuntado Loial, y su presión irá en aumento hasta que comience a menguar. En ocasiones ser ta’veren significa que el Entramado se ve obligado a doblegarse ante uno, y en otras que es el Entramado el que lo fuerza a uno a seguir la senda necesaria. La Trama todavía puede entretejerse de distintas maneras y algunos de los trazados serían desastrosos, tanto para vosotros como para el mundo.

»No podemos quedarnos en Caemlyn, pero, tomemos el camino que tomemos, los Myrddraal y los trollocs se echarán sobre nosotros antes de que hayamos recorrido diez kilómetros. Y precisamente en esta coyuntura escuchamos noticias de una amenaza al Ojo del Mundo, expresadas no por una sola voz, sino por tres, cada una de las cuales procede con toda probabilidad de una fuente distinta. El Entramado está estrechando el cerco de nuestros pasos, pero ¿qué mano controla ahora la urdimbre y cuál el timón de su curso? ¿Se habrán debilitado tanto las ligaduras que aprisionan al Oscuro como para que éste sea capaz de ejercer tamaño poder?

—¡No hay necesidad de hablar de ese modo! —espetó con rudeza Nynaeve—. Sólo conseguiréis asustarlos.

—¿Y a vos no? —preguntó Moraine—. A mí también me atemoriza. Bien, tal vez tengáis razón. No hemos de permitir que el miedo determine nuestras acciones. Tanto si se trata de una trampa como de un aviso anticipado, debemos hacer lo que nos corresponde, es decir, llegar lo más deprisa posible al Ojo del Mundo. El Hombre Verde debe de estar al corriente de esta asechanza.

«¿El Hombre Verde?», inquirió para sí, turbado, Rand. Los demás también estaban consternados, todos a excepción de Loial, cuya amplia faz mostraba un asomo de preocupación.

—Ni siquiera puedo correr el riesgo de detenerme en Tar Valon para solicitar ayuda continuó Moraine—. El tiempo nos cerca. Aun cuando fuera posible salir sin ser advertidos de la ciudad, tardaríamos muchas semanas en arribar a la Llaga, y me temo que ya no disponemos de ese margen de tiempo.

—¡La Llaga! —Rand escuchó el eco de su exclamación, repetida a coro. Moraine, sin embargo, hizo caso omiso de tal reacción.

—El Entramado presenta una crisis, y al mismo tiempo una vía para superarla. Si no supiera que ello es imposible, casi estaría por creer que es el Creador quien interviene personalmente. Existe una vía. —Sonrió como si recordara un chiste que no hubiese compartido con los demás y se volvió hacia Loial—. Había una arboleda plantada por los Ogier aquí en Caemlyn, y una puerta de entrada a los Atajos. El casco antiguo se extiende ahora sobre el lugar que ocupó la arboleda, con lo cual la puerta debe de hallarse en el interior de las murallas. Sé que son pocos los Ogier que actualmente conocen los Atajos, pero uno que posee talento y aprende las viejas canciones de crecimiento ha de ser encaminado de seguro hacia ese tipo de conocimiento, aun si él cree que jamás hará uso de él. ¿Conoces los Atajos, Loial?

El Ogier movió inquieto los pies.

—Sí, Aes Sedai, pero…

—¿Eres capaz de encontrar entre los Atajos la senda que conduce a Fal Dara?

—Nunca he oído hablar de Fal Dara —respondió Loial, con voz que denotaba alivio.

—En los tiempos de las Guerras de los Trollocs, se conocía como Mafal Dadaranell. ¿Conoces ese nombre?

—Sí —admitió Loial con reluctancia—, pero…

—En ese caso podrás servirnos de guía —infirió Moraine—. Un curioso giro, en efecto. Cuando no nos es factible permanecer parados ni partir por medios ordinarios, me entero de que se cierne una amenaza sobre el Ojo del Mundo, y al mismo tiempo dispongo de alguien capaz de conducirnos allí en pocos días. Sea el Creador, el destino o incluso el Oscuro quien esté detrás de todo ello, el Entramado ha escogido nuestra senda.

—¡No! —protestó Loial, con una enfática detonación similar a la de un trueno. Todos se giraron hacia él, que pestañeó al sentirse el centro de atención; pero sus palabras no demostraron la más leve vacilación—. Si entramos en los Atajos, moriremos todos… o seremos engullidos por la Sombra.

43

Decisiones y apariciones

La Aes Sedai sabía, al parecer, a lo que se refería Loial, pero no realizó ningún comentario. El Ogier bajó la mirada hacia el suelo y se frotó la nariz con un dedo, como si estuviera pesaroso por haber tenido aquella reacción. Nadie sentía deseos de hablar.