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—¿Por qué? —preguntó por último Rand—. ¿Por qué moriríamos? ¿Qué son los Atajos?

Loial dirigió la mirada a Moraine, la cual se volvió para tomar asiento junto a la chimenea. El gatito se estiró y arañó la piedra del hogar; luego se acercó lánguidamente a ella para refregar la cabeza contra sus tobillos. La Aes Sedai lo acarició detrás de las orejas con un dedo. El ronroneo del animal resultó un extraño contrapunto a la apacible voz de Moraine.

—Depende de ti, Loial. Los Atajos representan para nosotros el único camino capaz de conducirnos a buen recaudo, el único medio de adelantarnos al Oscuro, aun cuando sólo sea temporalmente, pero tú eres quien posee esos conocimientos.

Al Ogier no parecieron consolarlo aquellas palabras. Se revolvió con torpeza en la silla antes de responder:

—Durante la Época de Locura, cuando el mundo estaba todavía desmembrándose, la tierra sufrió un levantamiento y la humanidad se dispersó como el polvo impulsado por el viento. Los Ogier también quedamos diseminados, alejados del stedding, a merced del exilio en un largo vagabundeo en el que la añoranza pesaba como una losa en nuestros corazones. Volvió a mirar de soslayo a Moraine, reduciendo casi a un par de puntos sus largas cejas—. Intentaré ser breve, pero esto no es algo que pueda explicarse con excesiva precipitación. Es de los otros de quienes debo hablar ahora, de aquel grupo de Ogier que permaneció en su stedding mientras el mundo se desgajaba alrededor. Y de los Aes Sedai —entonces rehuyó la mirada de Moraine—, los varones Aes Sedai que perecían al tiempo que destruían el mundo en su enajenación.

»Fue a esos Aes Sedai, aquellos que hasta aquel momento habían logrado evitar la locura, a los que en un principio ofreció cobijo el stedding. Muchos aceptaron, puesto que en el stedding estaban a salvo de la infección del Oscuro que estaba masacrándolos a todos. Sin embargo, también quedaban aislados de la Fuente Verdadera. No era sólo que no pudieran hacer uso del Poder Único, ni ponerse en contacto con la Fuente; ni siquiera eran capaces de percibir la existencia de ésta. Al final ninguno de ellos pudo avenirse a aquella incomunicación y uno tras otro fueron abandonando el stedding, con la esperanza de que por entonces la infección hubiera remitido. Ello no fue así.

—En Tar Valon —intervino tranquilamente Moraine—, hay quien sustenta la opinión de que el asilo de los Ogier prolongó el Desmembramiento, acarreando peores consecuencias. Otras dicen que, si todos aquellos hombres hubieran enloquecido a un tiempo, no habría quedado nada del mundo. Yo pertenezco al Ajah Azul, Loial, y al contrario del Ajah Rojo, nosotras sostenemos el segundo punto de vista. El ofrecimiento del stedding contribuyó a salvar lo que era factible preservar. Continúa, por favor.

Loial asintió con gratitud, liberado de una preocupación, según advirtió Rand.

—Como decía —prosiguió el Ogier—, los Aes Sedai, los varones Aes Sedai, se marcharon. Pero, antes de hacerlo, entregaron un presente a los Ogier en agradecimiento a su protección: los Atajos. Entrad en un Atajo, caminad durante un día y quizás atraveséis otra puerta que se halla a cien kilómetros del punto de partida, o a quinientos. El tiempo y la distancia son extraños en los Atajos. Diferentes sendas, distintos puentes, conducen a múltiples lugares y la tardanza en llegar al destino depende de la vía que se tome.

»Fue un regalo maravilloso, cuya utilidad se veía incrementada por los tiempos, ya que los Atajos no forman parte del mundo que vemos a nuestro alrededor, tal vez ni siquiera de otro mundo que no guarde relación con ellos. No sólo los Ogier que recibieron aquel don no hubieron de viajar a través de la tierra, donde incluso después del Desmembramiento los hombres peleaban como animales para subsistir, para llegar a otro stedding, sino que en el interior de los Atajos no se produjo ningún Desmembramiento. A pesar de que el terreno que separaba dos stedding estuviera dividido por profundos cañones o por elevadas cordilleras, el Atajo que los unía no experimentó ningún cambio.

»Cuando los Aes Sedai abandonaron el stedding, entregaron una llave a los mayores, un talismán que permitía ampliar la red. Los Atajos y las puertas de acceso a ellos son, de alguna manera, seres vivos. Yo no alcanzo a comprenderlo, al igual que no lo ha hecho ningún Ogier, e incluso las Aes Sedai lo han olvidado, según me han dicho. Pasados los años nuestro exilio tocó a su fin y cuando los Ogier depositarios de aquel presente encontraban un stedding al que habían regresado sus hermanos tras el largo vagar, lo unían con un nuevo tramo de Atajo.

»El aprendizaje del trabajo de la piedra nos condujo a construir ciudades para los hombres durante el exilio y en ellas plantamos las arboledas para consolar a los Ogier que participaron en la construcción, de manera que la añoranza no los destrozara. Los Atajos se ampliaron hasta esas arboledas. Había una arboleda y una puerta de Atajo en Mafal Dadaranell, pero la ciudad fue arrasada durante las Guerras de los Trollocs y no quedó una piedra en pie y los trollocs talaron y quemaron los árboles. —El tono de su voz no dejaba margen de duda respecto a cuál de los crímenes era más vituperable.

—Las puertas de Atajo son indestructibles —afirmó Moraine—y casi es posible afirmar lo mismo de la humanidad. Todavía vive gente en Fal Dara, aunque no en la gran ciudad construida por los Ogier, y la puerta aún sigue en pie.

—¿Cómo los crearon? —preguntó Egwene. Su mirada estupefacta abarcaba a Moraine y a Loial a un tiempo—. Los Aes Sedai. Si no podían utilizar el Poder Único dentro de un stedding, ¿cómo crearon los Atajos? ¿Acaso utilizaron el Poder? Su parte de la Fuente Verdadera estaba infectada. Aún sigue estándolo. Todavía no poseo grandes conocimientos acerca de las posibilidades de acción de los Aes Sedai. Tal vez ésta sea una pregunta estúpida.

—Cada stedding tiene una puerta en sus lindes, pero fuera —explicó Loial—. Tu pregunta no es estúpida. Has dado con la semilla del motivo por el que no osamos viajar por los Atajos. Ningún Ogier los ha utilizado desde que yo nací, y ya entonces habían caído en desuso. Por edicto de los mayores, de todos los mayores del stedding, nadie puede hacerlo, sea humano u Ogier.

»Los Atajos fueron generados por hombres que usaban el Poder contaminado por el Oscuro. Un millar de años atrás, durante lo que los humanos llamáis la Guerra de los Cien Años, los Atajos comenzaron a deteriorarse de forma tan lenta al principio que nadie reparó en ello; se volvieron húmedos y lóbregos, la oscuridad invadió los puentes y no se volvió a ver a algunos de los que entraron en ellos. Los viajeros notaban un acecho en la oscuridad. El número de personas desaparecidas fue en aumento y algunos de los que regresaron habían enloquecido y desvariaban acerca de Machin Shin, el Viento Negro. Las Aes Sedai pudieron ayudar a unos cuantos con sus curaciones, pero con todo no volvieron a ser los mismos. Y jamás recordaron nada de lo ocurrido. Sin embargo, era como si la oscuridad les hubiera calado hasta los huesos. Nunca volvieron a reír y les provocaba pavor el sonido del viento.

Por un momento reinó el silencio, únicamente interrumpido por el ronroneo del gato y el crepitar del fuego.

—¿Y esperáis que nosotros os sigamos dentro de eso? —espetó entonces con furia Nynaeve—. ¡Debéis de haber perdido el juicio!

—¿Qué otra alternativa elegiríais vos en mi lugar? —inquirió plácidamente Moraine—. ¿Los Capas Blancas en Caemlyn o los trollocs fuera de sus murallas? No olvidéis que mi presencia en sí ofrece cierta protección contra las obras del Oscuro.

Nynaeve se arrellanó en la silla con un suspiro de exasperación.