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—¿Por qué debería obrar así maese Fain? —preguntó Egwene.

—Hará tres años… —Moraine tomó asiento con un suspiro, encorvándose como si lo que había realizado con Fain hubiera agotado sus fuerzas—. Hará tres años este verano. Hasta ahí se remonta. La Luz debe de protegernos sin duda, pues de lo contrario el Señor de las Mentiras habría triunfado cuando yo todavía permanecía sentada ideando planes en Tar Valon. Durante tres años,

Fain ha estado buscándoos a instancias del Oscuro.

—¡Eso es absurdo! —exclamó Rand—. Ha estado yendo a Dos Ríos cada primavera con la regularidad de un reloj. ¿Tres años? Hemos estado allí, delante de sus propias narices, y nunca reparó en nosotros hasta el año pasado. —La Aes Sedai apuntó un dedo hacia él, inmovilizándolo.

—Fain me lo ha contado todo, Rand. O casi todo. Me temo que ha logrado callar algo, algo importante, a pesar de mis poderes, pero ha confesado lo suficiente. Hace tres años, un Semihombre fue a verlo a una ciudad de Lugard. Fain quedó aterrorizado, desde luego, pero entre los Amigos Siniestros se considera como un gran honor la visita de un Fado. Fain creyó que había sido elegido para realizar tareas de gran trascendencia, y así fue, pero se equivocó en los medios a utilizar. Lo llevaron al norte, a la Llaga, a las Tierras Malditas, a Shayol Ghul, donde se entrevistó con un hombre de ojos ardientes, que se hacía llamar Ba’alzemon.

Mat se revolvió con inquietud y Rand tragó saliva. Debía de haber sucedido de ese modo, por supuesto, pero con todo resultaba difícil aceptarlo. Únicamente Perrin miraba a la Aes Sedai como si nada pudiera sorprenderlo ya.

—Que la Luz nos proteja —rogó con fervor Agelmar.

—A Fain no le gustó nada lo que le hicieron en Shayol Ghul —prosiguió tranquilamente Moraine—. Mientras lo refería, gritaba a menudo hablando de fuego y de quemaduras. Casi ha estado a punto de agonizar, al traer a la memoria aquello que permanecía sepultado consigo. Pese a haberle aplicado mis capacidades curativas, no es más que un despojo. Tardará mucho tiempo en recobrarse. Sin embargo, haré un esfuerzo, aunque sólo sea para averiguar lo que todavía oculta.

»Lo habían escogido debido a los lugares en los que comerciaba. No —los disuadió al ver su reacción—, no sólo Dos Ríos, al menos no entonces. El Padre de las Mentiras tenía una vaga idea de dónde podría hallar lo que buscaba, apenas más definida que lo que habíamos deducido nosotros en Tar Valon.

»Fain ha afirmado que se había convertido en el sabueso del Oscuro y en cierta manera estaba en lo cierto. El Padre de las Mentiras preparó a Fain para la caza y realizó modificaciones en su persona para conformarlo a dicho cometido. Son los tormentos que le infligieron esas transformaciones lo que Fain teme recordar; por ellas profesa un odio a su amo tan intenso como el pavor que éste le inspira. El caso es que Fain fue enviado a husmear y fisgar en todos los pueblos próximos a Baerlon y a todas las poblaciones que se extendían hasta las Montañas de la Niebla y al sur del Taren, por todo Dos Ríos.

—¿Hace tres primaveras? —caviló lentamente Perrin—. Recuerdo que aquel año Fain llegó cuando la estación estaba más avanzada, pero lo curioso fue que se demoró un tiempo en el pueblo. Se quedó una semana entera, ocioso y rezongando por tener que pagar por una habitación en la Posada del Manantial. Fain es un avaro empedernido.

—Ahora me acuerdo —agregó Mat—. Todo el mundo se preguntaba si habría caído enfermo o se habría enamorado de alguna mujer del lugar. No porque alguna de ellas estuviera dispuesta a casarse con un buhonero, claro. Sería lo mismo que hacerlo con uno de los del Pueblo Errante. —Egwene enarcó una ceja y él cerró la boca.

—Después, Fain fue trasladado de nuevo a Shayol Ghul y allí le… destilaron la mente. —A Rand se le encogió el estómago al percibir el tono de voz de la Aes Sedai, el cual fue aún más expresivo que la mueca que desfiguró su semblante—. Lo que había… captado… fue concentrado y cribado. Cuando se dirigió a Dos Ríos al año siguiente, fue capaz de elegir a sus presas con mayor exactitud. En realidad, con mayor precisión de la que el Oscuro había esperado. Fain tenía la certeza de que la persona que buscaba era uno de los tres muchachos de Campo de Emond.

Perrin exhaló un gruñido y Mat comenzó a proferir maldiciones en un monótono tono bajo que no logró siquiera acallar la airada mirada que le asestó Nynaeve. Agelmar los observó con curiosidad. Rand sólo sintió un leve escalofrío, lo cual le produjo gran extrañeza. Durante tres años el Oscuro había estado siguiéndolo…, siguiéndolos. Tenía la certeza de que deberían castañetearle los dientes ante aquella revelación.

Moraine no permitió que Mat interrumpiera el hilo de sus palabras, sino que elevó la voz para hacerla oír por encima de la suya.

—Cuando Fain regresó a Lugard, Ba’alzemon se le apareció en un sueño. Fain se degradó y ejecutó rituales cuyo somero relato os helaría la sangre, estrechando aún más sus vínculos con el Oscuro. Lo que se realiza en sueños puede ser más peligroso que los actos llevados a cabo en estado de vigilia. —Rand se agitó al advertir la aguda mirada de advertencia de la mujer que, sin embargo, no hizo ninguna pausa—. Le prometió grandes recompensas, el dominio sobre varios reinos tras la victoria de Ba’alzemon y le ordenó que, de vuelta al Campo de Emond, señalara a los tres que había seleccionado. Allí lo aguardaría un Semihombre acompañado de trollocs. Ahora sabemos por qué medios llegaron los trollocs a Dos Ríos. Debió de haber existido una arboleda Ogier y una puerta de Atajo en Manetheren.

—La más hermosa de todas —apuntó Loial—, a excepción de la de Tar Valon. —Había estado escuchando con tanto interés como los demás—. Manetheren dejó un bello recuerdo en la memoria de los Ogier. —Agelmar movió los labios en silencio, con las cejas arqueadas a causa del asombro. Manetheren.

—Lord Agelmar —dijo Moraine—, voy a indicaros cómo localizar la puerta de Atajo de Mafal Dadaranell. Debe tapiarse y custodiarse con hombres armados y no permitir que nadie se acerque a ella. Los Semihombres no conocen todavía todos los Atajos, pero esa puerta está situada a tan sólo unas horas de camino de Fal Dara, por el lado sur.

El señor de Fal Dara se estremeció, como si despertara de un estado de trance.

—¿Sur? ¡Paz! No es precisamente eso lo que necesitamos, que la Luz nos ilumine. Así se hará.

—¿Nos ha seguido Fain por los Atajos? —preguntó Perrin—. Seguramente que sí.

Moraine asintió con la cabeza.

—Fain os seguiría hasta la tumba, porque ése es su deber. Cuando el Myrddraal no logró datos alcance en el Campo de Emond, se llevó a Fain con los trollocs para que os siguiera el rastro. El Fado no permitió que Fain montara con él; aun cuando él se consideraba digno de cabalgar el mejor caballo de Dos Ríos e ir en cabeza de la partida, el Myrddraal lo obligó a correr a pie y ordenó a los trollocs transportarlo cuando sus piernas no lo sostenían. Éstos hablaban de modo que él pudiera comprenderlos, discutiendo sobre la manera como lo cocinarían cuando no hubieran ya menester de él. Fain afirma que se rebeló contra el oscuro antes de llegar al Taren. Sin embargo, en ocasiones su codicia por las recompensas prometidas afluye a la superficie.

»Al escapar nosotros cruzando el Taren, el Myrddraal hizo retroceder a los trollocs hasta la puerta de Atajo más cercana, ubicada en las Montañas de la Niebla, y dejó a cargo de Fain la persecución. Entonces creyó haber recobrado la libertad, pero antes de arribar a Baerlon otro Fado lo localizó y no fue tan benévolo. Lo obligó a dormir por las noches doblado sobre sí en el interior de una olla de las que utilizan los trollocs, para recordarle el precio de la operación fallida. Aquél se sirvió de él hasta Shadar Logoth. Para entonces Fain estaba dispuesto a entregar al Myrddraal a su propia madre con tal de poderse liberar, pero el Oscuro nunca abre de buen grado las garras que atenazan a sus presas.