—Sí —contestó—. Somos caballeros, como Sturm, pero estamos de incógnito. No puedes decírselo a nadie.
—No lo haré, lo prometo —aseguró el kender, que añadió:— ¿Podéis librarme del saco? Al principio ha sido divertido, pero ahora empieza a oler mucho a cebolla.
Derek sacudió la cabeza.
—Cuando estemos en la biblioteca. Antes no. No estoy dispuesto a perseguir a un kender por las calles de Tarsis.
—Todavía no —contestó Aran al kender en tono cómplice—. Es demasiado peligroso. Te podrían reconocer.
—Probablemente tienes razón. Soy uno de los héroes de la batalla de Pax Tharkas y ayudé a encontrar el Mazo de Kharas. ¿Cuándo iremos a rescatar a los demás?
—Luego —dijo Aran—. Tenemos que... ummmm... idear un plan.
—Puedo ayudaros —se ofreció el kender, ilusionado—. Soy un experto en idear cosas. ¿Te importaría abrir un agujero pequeño para que pudiera respirar un poco mejor? Y quizá no haría falta que me zarandearas tanto. He tomado un buen desayuno y me parece que empieza a revolverse en el estómago. ¿Te has preguntado alguna vez por qué las cosas que saben tan ricas cuando te las comes tienen un gusto horrible cuando se empeñan en salir...?
Aran dejó al kender en el suelo.
—No estoy dispuesto a que me vomite encima —le dijo a Derek.
—Sujétalo bien —ordenó Derek—. Te hago responsable de él.
Aran retiró el saco y el kender asomó sin resuello y con la cara colorada por haber ido colgado boca abajo. Era bajo y delgado, como casi todos los de su raza, y tenía un rostro alegre, inquisitivo, alerta y sonriente. Se colocó la ropa retorcida —un chaleco de piel de oveja y prendas de colores chillones—, se tanteó la coronilla para cerciorarse que el copete seguía en su sitio y comprobó si llevaba consigo todos los saquillos. Hecho esto, alargó la pequeña mano.
—Soy Tasslehoff Burrfoot —se presentó—. Mis amigos me llaman Tas.
—Aran Tallbow —dijo el caballero, que le estrechó la mano con seriedad y después le ofreció la petaca—. Para compensar lo de la cebolla.
—No me vendrá mal. —Tas echó un trago. Y casi se quedó con la petaca. Por despiste, naturalmente, como le dijo a Aran en tono de disculpa.
—Brian Donner —se presentó Brian al tiempo que le tendía la mano.
Tas miró a Derek, expectante.
—Sigamos —ordenó Derek con impaciencia, y echó a andar.
—Qué nombre tan raro —masculló el kender, que tenía un brillo travieso en los ojos.
—Se llama Derek Crownguard —dijo Aran mientras asía con fuerza al kender por el cuello del chaleco.
—Pues vaya. ¿Seguro que es un caballero?
—Sí, por supuesto que lo es —contestó Aran, que sonrió a Brian y guiñó el ojo—. ¿Por qué lo preguntas?
—Sturm dice que los caballeros son siempre educados y que tratan a la gente con respeto. Sturm siempre me trata con educación —aseguró Tas en tono solemne.
—Es por el peligro, ¿sabes? —explicó Brian—. Derek se preocupa por nosotros, nada más.
—Sturm también se preocupa por nosotros una barbaridad. —Tas suspiró y miró hacia atrás—. Espero que él y mis otros amigos se encuentren bien. Cuando no estoy con ellos se meten en líos. Claro que —añadió como si acabara de ocurrírsele— mis amigos también se meten en muchos líos cuando estoy con ellos, pero al estar con ellos los saco del embrollo, así que creo que lo mejor será que vuelva...
El kender dio un tirón repentino, se retorció y se escurrió, y cuando Aran quiso darse cuenta sujetaba un chaleco de piel de oveja vacío y Tas salía a todo correr calle abajo.
Brian corrió tras él y consiguió alcanzarlo. Por suerte, Derek iba bastante más adelante y no había visto lo ocurrido.
—¿Cómo ha podido escaparse así? —le preguntó Aran a su amigo.
—Es un kender —contestó Brian, que no pudo evitar la risa al ver la expresión perpleja de su compañero—. Lo llevan en la sangre. —Ayudó a Tas a ponerse el chaleco.
»Sé que estás preocupado por tus amigos —le dijo—. Nosotros también lo estamos, pero nos encomendaron una misión importante: encontrarte.
—¿A mí? —Tas no salía de su asombro—. ¿Una misión importante encontrarme? ¿A Tasslehoff Burrfoot?
—Hay alguien que quiere conocerte. Te prometo por mi honor de caballero —añadió Brian en tono serio— que después de que hayas hablado con esta persona te ayudaré a rescatar a tus amigos.
—Eso no va a gustarle a Derek —auguró Aran con una sonrisa.
Brian se encogió de hombros.
—¡Una misión importante! —exclamó Tasslehoff—. Veréis cuando se lo cuente a Flint. Sí, claro que iré con vosotros. No querría defraudar a esa persona. ¿Quién es, por cierto? ¿Por qué quiere verme? ¿Adónde vamos? ¿Estará allí cuando lleguemos? ¿Cómo supisteis dónde encontrarme?
—Te lo explicaremos todo luego —dijo Aran—. Hemos de darnos prisa.
Aran sujetó a Tas por un brazo, Brian por el otro y lo llevaron en volandas calle adelante.
18
Anteojos mágicos. La palabra «cromático». Amor en medio del polvo
Lillith los esperaba a la entrada de la biblioteca. El semblante se le alegró cuando Aran y Brian dejaron al kender en el suelo delante de ella.
—¡Lo habéis encontrado! Cuánto me alegro —exclamó Lillith, aliviada.
—Tasslehoff Burrfoot —se presentó el kender, y le tendió la mano.
—Lillith Cuño —se presentó a su vez, y le estrechó afectuosamente la mano—. Es un gran honor conocerte, maese Burrfoot.
Tas enrojeció de satisfacción al oír aquello.
—No deberíamos quedarnos aquí fuera —advirtió Derek—. Llevadlo a la biblioteca.
—Sí, tienes razón. Venid dentro. —Lillith se puso a la cabeza del grupo y el kender se situó detrás de ella, encantado y asombrado de aquella aventura inesperada.
—¡Una biblioteca! Me encantan las bibliotecas. Sin embargo, por lo general no me dejan entrar en ellas. Intenté visitar la Gran Biblioteca de Palanthas una vez, pero me dijeron que no se permitía la entrada a los kenders. ¿Por qué será, Lillith? ¿Tú lo sabes? Pensé que quizá era una equivocación y que lo que querían decir era que no se permitía la entrada a los ogros, cosa que puedo entender, e intenté meterme por una ventana para no molestar a nadie que hubiera en la puerta, pero me quedé atascado y los Ascetas tuvieron que ir a ayudarme...
—Estetas —corrigió Lillith con una sonrisa.
—Sí, ellos también —soltó Tas—. El caso es que averigüé que la norma no dice nada sobre los ogros, pero sí concreta que nada de kenders.
—Por regla general no lo permitimos, pero en tu caso haremos una excepción —manifestó Lillith.
Para entonces ya habían bajado la escalera que conducía a la biblioteca propiamente dicha. Tasslehoff se paró y miró a su alrededor en silencio, maravillado. Lillith no le quitó la mano del hombro.
—Muchas gracias, caballeros, por traerlo. Y ahora, si nos disculpáis, tengo que hablar con maese Burrfoot en privado. Como ya os dije, éste es un secreto que no me pertenece —agregó en tono de disculpa.
—¿Secreto? —preguntó ávidamente Tas.
—Por supuesto, señora —dijo Derek, que vaciló antes de añadir—: Mencionaste algo respecto a que Burrfoot quizá podría ayudarnos...
—Os haré saber si le es posible o no —lo tranquilizó la joven—. Eso es parte del secreto.
—Se me da muy bien guardar secretos —aseguró Tas—. ¿Cuál es ese secreto que guardo?
Derek inclinó ligeramente la cabeza en señal de conformidad y después se encaminó hacia el fondo de la biblioteca seguido de Aran y Brian. En seguida se perdieron de vista entre las estanterías. El sonido de las pisadas se fue amortiguando, cada vez más débil, si bien Lillith alcanzó a oír la risa de Aran resonando en el edificio y sacudiendo el polvo de los libros.
—Ven, siéntate —le dijo a Tas mientras lo guiaba hasta una silla. Ella se sentó a su lado y acercó la silla a la del kender—. He de hacerte una pregunta muy importante. La respuesta es muy importante para mí y para muchas otras personas, Tasslehoff, así que quiero que lo pienses muy bien antes de contestar. Lo que quiero saber es si tienes los Anteojos del Arcano.