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Chur y Hilfy se apresuraron a obedecerle y se reunieron con el resto del grupo, que ya estaba en la entrada de la escotilla. Pyanfar, con las orejas pegadas al cráneo, sintió cómo Tully tiraba de su mano.

—Pregunto —le dijo—. ¿Lucho con ellos, Pyanfar?

—No —replicó ella—. Allí fuera no puedes oír las órdenes que te den, ¿me comprendes? Ven conmigo, iremos al puente.

Si esas orejas patéticamente pequeñas que poseía hubieran podido moverse, Pyanfar estuvo seguro de que se habrían desplomado hasta confundirse con su cabeza. Tully le miró con ojos en los que habían un desánimo absoluto.

—¿Sí? —le dijo con un hilillo de voz—. Entiendo.

La escotilla se abrió y volvió a cerrarse unos instantes después.

—Vamos a subir —dijo Pyanfar por el intercomunicador—. Tened cuidado con la maniobra.

Tully la acompañó hasta el ascensor, casi corriendo. Pyanfar le metió dentro de la cabina y Tully se apoyó en la pared sin apartar los ojos de ella, con una mirada llena de dolor muy parecido al de Kohan: sus pupilas parecían cubiertas de sombras y su melena de tonalidades claras estaba convertida en un revuelto amasijo de pelos, en tanto que su cuerpo parecía haberse encogido a causa del cansancio y la desilusión.

—Iremos —le dijo mientras la puerta del ascensor se abría revelando el corredor que conducía al puente—. Iremos hasta allí y cogeremos a los kif, amigo mío; cogeremos a ese Akukkakk, esté dónde esté, y le arreglaremos las cuentas, nave por nave.

—¿Ahí? —Tully movió la mano en un amplio arco, abarcando el infinito.

—En este sistema; y debe de estar muy cerca, quizá demasiado —Pyanfar cruzó el umbral del puente, cogiendo a Tully del brazo y haciéndole sentar con un brusco empujón en el asiento auxiliar que había junto al puesto de Haral. El lugar no resultaba demasiado seguro pero en esos momentos no había lugares seguros. Pyanfar se dejó resbalar sobre la familiar superficie de su maltrecho asiento y se colocó el cinturón de seguridad mientras que Tirun desconectaba las abrazaderas de la nave. Cuando la Orgullo adquirió su propia gravedad, Pyanfar tomó los controles y la hizo partir en un rumbo mucho más arriesgado del que habría osado tomar si las autoridades de la estación hubieran estado en situación de protestar.

—¿La situación sigue como antes? —le preguntó a Tirun.

—Según mis cálculos creo que tenemos una media hora antes de ese ataque —le respondió Tirun.

—Haral; comunica con todas las naves. Tenemos kif entre nosotras. Emite ahora mismo la señal de identificación, tanto la de origen como la de nuestra casa, y diles a todas que hagan lo mismo.

—Bien.

Pyanfar colocó la nave por encima de la estación y en la pantalla de vídeo aparecieron con bastante claridad las dos naves mahe y un grupo disperso de naves que no habían logrado alejarse lo bastante de la estación como para escapar a su fuerza rotatoria, algunas por estar averiadas y otras por habérselo impedido los restos metálicos de la estación o de alguna otra nave destruida.

En el dique había tres naves kif con las popas ennegrecidas: al menos, la Mahijiru había logrado encargarse de eso.

Y de los mahe nada, ni una sola señal. Pero, de pronto, las dos naves empezaron a moverse, primero lentamente y luego con mayor rapidez.

—Parece que hemos conseguido agitar las cosas un poco —dijo—. Nuestros amigos parecen haberse enterado de que no son ellos los que están transmitiendo.

—Estoy recibiendo señales de identificación —dijo Geran.

En la pantalla empezaron a surgir los datos que identificaban a las naves hani. Los knnn se movían trazando bruscos giros aparentemente irracionales y en la pantalla aparecían las sombras fantasmales que indicaban sus aceleraciones. Pyanfar se pasó la lengua por encima de los dientes, intentando no distraerse con esas imágenes, observando atentamente a las naves que aún no se habían identificado. El número de señales de identificación iba aumentando y la Orgullo aceleró un poco más. En el dique se veía otra nave moviéndose y luego otra más; eran cargueros construidos para operar dentro del sistema y comparados con la aceleración creciente de la Orgullo parecían casi inmóviles, Las naves se estaban moviendo casi al azar, intentando que el ataque inminente no las alcanzara… o, al menos, con la esperanza de que así fuera.

—¡Malditos sean! —dijo Haral—. Parece que le han dado bien: fíjale en su velocidad.

Haral se estaba refiriendo a Jik. La Aja Jin llevaba detrás un reguero de fragmentos metálicos pero a pesar de ello las dos naves mahe estaban acelerando sin demasiados problemas aparentes y se dirigían en línea recta hacia el grueso de las demás naves.

Pyanfar decidió reducir su propia velocidad. Los mahe habían sacrificado su flexibilidad de movimientos y de modo deliberado se habían metido en el punto donde habría más problemas, en un lugar donde la abundancia de naves era tan grande que les resultaría imposible maniobrar luego.

—Mantengamos nuestras opciones —dijo Pyanfar con voz calmada.

De pronto un carguero identificado antes como hani desapareció en una flor de estática brillante.

—Capitana —dijo Tirun—. Tres puntos hasta entonces sin identificar quedaron etiquetados como enemigos. La Mahijiru y la Aja Jin se lanzaron hacia ellos.

—No os metáis en mi camino, condenados —musitó Pyanfar—. Haral estaba transmitiendo frenéticamente por el comunicador, aconsejando a todas las naves que se apartaran de la zona en que estaban los kif.

—Si no giran de inmediato los mahe se meterán en nuestra línea de fuego —dijo Geran—, Van a meterse de cabeza en…

—Vamos a dejar que los kif rebasen nuestro cénit —dijo Pyanfar secamente—. De todos modos, ése es nuestro lado mejor protegido.

—Los tengo localizados —dijo Tirun, quitando el protector que cubría su mando de armamentos en la parte superior del casco.

—Knnn acercándose —dijo Geran, lacónicamente. La alarma empezó a zumbar estridente mientras que una nave a toda velocidad pasaba sobre la Orgullo dirigiéndose hacia la inminente confrontación mahe/kif, desvaneciéndose con tal celeridad que en la pantalla su curso apareció como una línea de puntos probables.

—Saludos de la Mahijiru —le informó Haral.

En la pantalla aparecía una confusa masa de restos metálicos: mahe, hani o kif; resultaba imposible saberlo, ya que las posiciones eran aún demasiado cercanas. Los puntos luminosos empezaron a superponerse y a dividirse a medida que los kif avanzaban. Una nave fue alcanzada y de pronto la Orgullo se vio metida en pleno combate.

—Akukkakk está aquí —dijo Pyanfar, sin quedarle la menor duda sobre la identidad de un kif que decidiera poner como blanco principal de su ataque a la Orgullo, sin hacer caso de los mahe que se habían lanzado sobre él.

—Ahora hay dos naves —exclamó Tully y en la pantalla aparecieron las dos naves mahe, todavía juntas, que habían dejado de acelerar y muy probablemente estarían frenando para reiniciar su ataque. También se distinguían naves hani que convergían sobre los kif desde todos los vectores de la esfera, así como dos naves kif en buen estado para combatir, La tercera estaba rodeada por una nube de polvo y fragmentos metálicos, junto al inestable punto luminoso que representaba a los kif—. A ese kif le han atrapado.